martes, 9 de marzo de 2010

EL SENDERISMO

Necesitamos movernos para sentirnos bien. Para pensar, despejarnos, tener nuevas ideas y quitarnos el estrés no hay nada como hacer ejercicio. Una de las maneras más interesantes es practicando “el senderismo”.
Algunos ayuntamientos tienen rutas en libros o colgados en Internet. No hay como seguir una de ellas para llegar a buen término.
Nada más dejar el asfalto de la ciudad van apareciendo los matojos y, poco a poco, te encuentras en plena naturaleza. El aire se torna puro casi al momento y la sensación de bienestar inunda todo tu cuerpo.
A veces los árboles que nos saludan son naranjos, otras veces pinos, según la ruta, y otras veces carrascas. Los arbustos y el sotobosque también están presentes dando una sensación de libertad, pocas veces imaginable.
Mientras los compañeros van hablando se van conociendo; se cuentan cosas de su vida y, a lo largo de la mañana, también se ha iniciado el sendero de una incipiente amistad.
Al llegar a la cima se pueden observar los distintos grupos de caminantes buscando lugares idóneos para almorzar y descansar un rato. Desde la cumbre sentados, un poco cansados, divisan la llanura llena de árboles variados, las zonas de cultivo y, si el día está claro, las islas Columbretes, el mar azul a lo lejos, alguna abeja revoloteando entre las flores cercanas y un vientecillo suave envolviéndolo todo.
Los bocadillos saben a gloria. Después del almuerzo, se comparten los termos de café y algún dulce casero. Se cuentan anécdotas de días pasados y se mira a las nubes. Siempre es una incógnita saber si lloverá o no.
Al acabar inician el regreso por el mismo o por otro camino (según la ruta elegida).
Con la mochila vacía pero llena de nuevas sensaciones, se vuelve a la ciudad con las zapatillas gastadas.
Caminando se abre una nueva dimensión, un movimiento que conduce a algo nuevo, a un destino todavía por experimentar.

Galende

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