Según los datos más recientes que aparecen en Internet, la población mundial ha alcanzado los 6.750 millones de habitantes. Si la cifra total, por aplastante, debe conducirnos a reflexión, no lo hará menos saber que en el año 1800 se estaba a punto de llegar a los 1.000 millones y que, por lo tanto, en los últimos 210 años la población de la Tierra se ha multiplicado por más de 6, siendo el aumento, además, progresivo año a año.
Es probable que hasta mediados del siglo XX no haya habido una preocupación por el aumento constante de la población humana. Hasta entonces, podía tenerse la impresión de que quedaban amplios espacios por ocupar y explotar. A la vez estarían presentes los factores que, desde siempre, han amenazado la existencia humana: mortalidad infantil, epidemias, enfermedades, hambrunas, guerras … Precisamente estos factores que ocasionaban gran mortalidad eran a la vez el acicate que favorecía el aumento de la natalidad para tratar de superarlos, pues después de cada guerra o de cada epidemia eran necesarios brazos nuevos.
Pero a lo largo del siglo XX los avances de la medicina científica, además de permitir el control de la natalidad, han ido reduciendo la mortalidad infantil y han conseguido alargar la vida humana. Estos avances han llegado poco a poco a la mayor parte de las sociedades, lo que ha supuesto un aumento añadido de la población en todos los tramos de edad y en todo el mundo, especialmente en los países menos desarrollados donde se ha aplicado menos el control de la natalidad (China sería la excepción).
Además, el desarrollo de la industria y el acceso de mucha más gente a los bienes de consumo han llevado a hacer peligrar el equilibrio de la Tierra y el de los seres vivos que en ella habitan.
Ante esta nueva situación no parece que los dirigentes mundiales se hayan decidido a tomar medidas que conduzcan a un control equilibrado y sostenible de la población. Esta indecisión hace que me asalten dos preguntas:
-¿Puede seguir aumentando el número de seres humanos al mismo ritmo sin desequilibrar el planeta en el que vivimos y del que vivimos?
-¿Sería ético establecer ese control?
Cristina Arranz Bermejo
jueves, 4 de marzo de 2010
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