Una exposición en el Museu de Castelló. "La mujer en la Prehistoria", un tema sugerente y un asunto que prometía. Reconozco que no pasé del segundo panel. Tuve la intuición inmediata de que alguien me daba el gato ideológico de un feminismo naïf a cambio de la liebre historiográfica que yo buscaba. Siempre me ha atraído la historia de los vencidos, demasiadas veces escrita por los vencedores.
El primer panel era una justificación de la muestra, donde se reivindicaba el rol femenino en la prehistoria, que siempre ha hablado del hombre y nunca de la mujer. Primer sobresalto. El segundo me sobrevino al leer la perogrullada del papel importante que ha tenido la mujer en la reproducción humana. Sin duda, un valioso hallazgo arqueológico. Ya no seguí. Discretamente me dirigí a la cafetería rumiando lo que acababa de leer.
No es cierto que la historiografía haya dejado en el olvido el papel de la mujer. Otra cosa, muy distinta, es que ésta haya sido reducida, en culturas patriarcales, a la función doméstica y se la excluyera del ejercicio de profesiones reservadas tradicionalmente al varón. En todo caso, cabría hablar de discriminaciones selectivas en según qué ámbitos de la vida social, ya que incluso en la oscura Edad Media la mujer podía acceder al gobierno de todo un país cuando por sucesión dinástica recaía en ella la corona o un título nobiliario. Más bien ha sido la condición social de las sometidas clases populares la que se ha cebado en la discriminación de la mujer, cosa que no ocurría en el Paleolítico.
Fue, en cambio, el Neolítico la era que introdujo más cambios en el proceso de hominización de la especie y donde la mujer fue protagonista de innovaciones que cambiaron el curso de la historia. Me refiero a la domesticación de los animales y de las plantas, que dieron lugar a la ganadería y a la agricultura, dos inventos femeninos. El hombre dejó de ser cazador y nómada. Gracias a tales inventos, el hombre se sedentariza y pasa de una economía depredadora a otra de tipo productivo. Si, según Moscovici, la necesidad de cazar hizo del hombre un ser social y habilidoso, el hecho de cocinar también nos hominizó al aumentar los estados de vigilia, en atinada observación de Faustino Cordón. Las nuevas condiciones económicas determinan un nuevo modelo de relaciones afectivas. Surge la familia con estructura ternaria: madre, padre y prole. Hasta entonces las hordas de homínidos se basaban en la promiscuidad, donde sólo era visible el lazo afectivo entre la madre y su prole. El padre era un desconocido y es el último en incorporarse al núcleo familiar. Sorprende que la exposición haya ignorado una aportación de tal envergadura que modificó sustancialmente el sistema de trabajo del varón cazador, para transformarlo en agricultor y ganadero. La mujer actuó como un revulsivo de las estructuras económicas y sociales del Paleolítico.
Estas cosas pensaba, frente a mi taza de café y al socaire de los hallazgos de la antropología moderna acerca de nuestros orígenes, sin poder evitar la sensación de haber contemplado una lectura un tanto sesgada de los mismos. No veo justa la afirmación de haber dejado en penumbra el rol de la mujer en los albores de nuestros ancestros. Sólo puedo entender tal aserto desde la moda ideológica de un feminismo hipersensible y, a menudo, histérico. No hay mejor feminismo que aquél que, más allá de reivindicarse a si mismo, se vive como hecho adquirido y se practica sin aspavientos. Perderse en cuestiones de terminología es prestar un flaco servicio a la causa de la mujer. Prefiero la objetividad histórica, siempre difícil y más exigente y, por eso mismo, libre de concesiones a las modas ideológicas del momento. Pese a todo, me gustó la exposición por su noble intención, como me gustó el café con su mezcla de sabor dulce y amargo. Así es la vida. Y así son sus relatos.
Pascual Montoliu
miércoles, 3 de marzo de 2010
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