Queridos lectores, tengo el placer de contaros uno de los mejores días de mi vida, este es el 10 de noviembre de 1997, cuando yo hacía 52 años.
Os cuento: tengo 5 hijos. El tercero, Paco, llevaba cinco meses trabajando en Irlanda y no podía asistir a mi cumpleaños. Cuando llegó el momento de comer, me llamó por teléfono (en aquel momento no existía la identificación de llamada) para felicitarme e informarse de cómo iba la fiesta. Al despedirse, me dijo que buscara en Internet una webcam situada en un lugar de Dublín para que yo le viera. Sin pensármelo dos veces, me fui corriendo hacia el ordenador, y allí mi hijo Alberto me leyó un correo que me había enviado mi hijo Paco. Muy pronto, mis familiares llamaron a la puerta, muchos tenían que ir a trabajar y se estaba haciendo tarde, por lo que no tuve más remedio que dejarlo todo e irme a comer. Al llegar al comedor me encontré con una enorme caja envuelta en papel de regalo y un gran lazo. Mis hijos insistieron en que la abriera, pero yo quería hacerlo más tarde. Finalmente, animada por el resto de los presentes me decidí en abrirla.
¿Y qué me encontré?… a mi hijo Paco que llevaba en la mano una tarta con una vela encendida. Ya pueden imaginar la emoción tan grande que sentí, al igual que mi hija Georgina, quien no pudo realizar ninguna foto de tanta sorpresa.
martes, 22 de febrero de 2011
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