Erase una vez una niña pequeña con grandes y lánguidos ojos azules, muy preocupada por todo cuanto acontecía a su alrededor: por que sus padres fueran felices, por que su hermanito recién nacido no llorara y dejara descansar a sus papás…
Amaba cuanto la rodeaba, el colegio, sus profesoras, sus compañeras y además disfrutaba de su entorno tanto vegetal como animal, es decir, le gustaba su jardín y sus mascotas; tenía dos, un perrito y un gatito.
Su mundo era maravilloso si todo hubiese continuado así, pero, desgraciadamente, nada es perdurable y en un momento determinado todo cambió. ¿Qué produjo el cambio? Pues que su mamá enfermó y al poco tiempo murió.
Lucía, que así se llamaba la niña, se sentía triste y para ella no existía consuelo. Su papá se encerró en sí mismo y no quería hablar con nadie, ni siquiera con su hija a la que tanto amaba.
Su tía Marta, hermana de su mamá, se instaló en su casa para cuidar de ellos y hacerse cargo, sobre todo, de su hermano pequeño.
Al cabo de un tiempo, llegó a la ciudad donde vivía Lucía, un circo con sus caravanas, sus trapecistas, sus elefantes etc.etc. La niña, que no se había interesado por nada en los últimos tiempos, motivada por la música y los desfiles de la gente de la farándula, pidió a su tía Marta que la llevara a ver el espectáculo y ésta , aun sin mucho entusiasmo, accedió a los deseos de la pequeña.
Uno de los números circenses consistía en un truco de espiritismo en el que, según se decía en las vallas publicitarias, el Mago Merlino podía ponerse en contacto con los espíritus de los seres que habían abandonado este mundo. Esta posibilidad entusiasmó a Lucía.
Cuando el Mago pidió voluntarios para hacer su número, la niña accedió a subir al escenario. Una vez arriba, Merlino le pidió que le prestara la medalla que colgaba de su cuello, que había pertenecido a su madre, para poder hipnotizarla. En ese momento fue cuando se obró el prodigio. Merlino la hipnotizó y a partir de ese momento ya no existió truco alguno. Lucía empezó a hablar y hablar, como si estuviese manteniendo una conversación con su madre. Primero le contó cuanto la echaba de menos, cuanto la añoraba, cuanto hubiese deseado su vuelta. Entonces su mamá le dijo, en un lenguaje solo inteligible para la niña, que ella era feliz en el lugar donde se encontraba, y desde allí la protegería a ella y a toda su familia durante toda la vida, pero le pedía algo: que volviera a sonreir para poder alegrar la vida de su padre, hacer feliz a su hermano y querer mucho a su tía Marta, quien en ese momento hacía las veces de madre.
Cuando el Mago sacó a la pequeña de la hipnosis, todos pudieron ver que algo maravilloso había sucedido, pues la niña taciturna que había subido al escenario se había convertido en una niña alegre y feliz.
Cuando Lucía regresó a su casa, su comportamiento había sufrido una total transformación. Contó a toda su familia y amigos su experiencia, quienes de nuevo volvieron a sentirse felices y confiados en que, en el futuro, iban a tener un Angel de la Guarda que velaría por ellos por siempre jamás.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
domingo, 20 de diciembre de 2009
VIAJE A LA NATURALEZA
Nunca hubiera imaginado que aquel viaje que hicimos todas las compañeras de curso, hubiese sido tan especial para mí.
Solíamos organizar un viaje cada fin de curso, visitábamos ciudades y pueblos de España e incluso del extranjero.
En esta ocasión nos decidimos por un paisaje más cercano a la naturaleza y el paisaje que encontramos,
Prometía. Era, ¡verde, verde, verde!
Al entrar en aquel bosque, me sentí tan sumergida en él, que creí ser uno más de los árboles allí presentes.
Árboles repletos de hojas verdes balanceándose a merced del caprichoso viento.,
Árboles centenarios, o ¡que sé yo cuantos años llevarían
Soportando las ¡inclemencias y clemencias del tiempo! Pero eso sí, ellos resisten erguidos, estáticos y frondosos.
Entre las ramas cargadas de hojas tuve una visión impresionante: vi un “hilo de luz” plateada y destellante, era como un haz divino. Me impactó de tal manera, que me quedé quieta, observando por dónde y como se podía haber filtrado ese maravilloso filamento mágico.
Ese resplandor caló tan profundamente dentro de mi ser, que aún a oscuras podía verlo, y todavía, a pesar de que ha pasado casi un año de aquel magnífico evento, no he dejado de pensar en él.
Recuerdo que era un día muy caluroso del mes de Agosto, cuando decidimos visitar ese maravilloso paraje. Llevaba una mochila provista de comida y agua, al igual que mis compañeras, (el agua era imprescindible en esos días tan calurosos.)
A pesar del sol abrasador que “caía” en esos momentos, (eran las doce del mediodía) bajo la umbría del bosque, la luz era más bien crepuscular y nos envolvía junto con la brisa que se desprendía del movimiento de las hojas de los árboles. Los espesos matorrales que nos dejaba aislados de todo lo que acontece fuera del bosque; daba la sensación de estar en medio de un paraíso encantado.
Un silencio misterioso dejaba oír el dulce piar de los pájaros, el murmullo relajante del agua cristalina de un riachuelo que bañando las piedras de su cauce, las hacía brillar como perlas preciosas.
Me quedé observando como corría el agua, como se deslizaba tan armoniosamente por el estrecho arroyo que parecía estar danzando al compás de una bella sinfonía. Un poco más abajo el caudal de agua pasaba de un “adagio” a un “allegro” porque el agua ya no danzaba, ¡saltaba! Hasta llegar a un despeñadero donde “desmayándose” caía formando una bonita cascada que semejaba la cola de un caballo blanco.
Bajo nuestros pies, como si de una mullida alfombra se tratase, “dormía” la hojarasca seca y mojada a la vez, debajo de ellas escarbando se podía ver la tierra rojiza y pequeños guijarros que se nos clavaban en los pies y a veces nos hacían resbalar.
Por entre los tupidos y ufanos árboles entreveíamos un velo azul celeste que nos venía a recordar la hora del mediodía. Decidimos quedarnos a comer junto al pequeño y encantador riachuelo escuchando el murmullo del agua, el piar de los pájaros y...la visita inesperada de algún que otro insecto inofensivo.
Después de comer anduvimos un buen trecho adentrándonos más en aquel frondoso bosque. Nos detuvimos junto a unos matorrales invadidos de pequeñas flores silvestres de diversos colores y fragancia embriagadora.
Yo me senté al pie de un árbol, recostada, en él me sentía feliz y segura, es curioso. Nada me inquietaba, estaba vacía de pensamientos negativos que cotidianamente nos atormentan la vida, a causa de los acontecimientos desafortunados que los humanos no somos capaces de desarraigar...
Del gigantesco árbol afloraban cinco gruesas raíces, donde iban y venían dos hileras de afanosas hormigas. Las observé unos minutos... es fantástico ver como se comportan esos diminutos insectos, como se brindan un pequeño saludo al encontrarse de frente, o quizá se pasan información, no se, es tan complejo el mundo animal! Me quedé pensando: ¡son tan vulnerables! Y teniendo en cuenta la poca consideración que tenemos los humanos con los animales en general, sentí pena, si, pena, hubiese sido tan fácil deslizar el pie o la mano por encima de ellas y acabar con las pobres hormigas!
Cerré los ojos y “soñé” por un momento en ese extraordinario haz de luz que tanto me alucinó. Imaginé que me balanceaba, de árbol en árbol montada en esa luminosa “cuerda”
Sentí un leve vahído, no sé si por la emoción o por el oxigeno puro que allí respiraba.
Abrí los ojos y me abracé al árbol. Asida a él me reconforté, me sentía bien, hasta me encariñé con ese grandullón. Levanté la vista y vi como sus filiformes ramas se entrelazaban entre sí y las hojas tocándose unas con otras defendían nuestro reposo de un sol abrasador.
¡Cuánto agradecí a la naturaleza esta sabia hospitalidad! Sentí que estaba rodeada de fieles amigos.
Aquel día se abrió para mí, “una puerta” por donde poder salir de vez en cuando a encontrar la paz y felicidad junto a la verdadera razón de vivir.
Camino de casa acordamos en volver otra vez el año próximo.
Y así ocurrió. Llegó el verano y en el mes de Agosto, como el año anterior, salimos de viaje hacia nuestro lugar preferido.
Dejamos el coche en un camino cercano, y caminamos a pie aproximadamente unos dos kilómetros por senderos próximos al bosque.
Tal como íbamos avanzando y acercándonos al bosque,
Presentíamos algo extraño, temíamos lo peor: el paisaje era totalmente diferente, no percibíamos vegetación alguna.
Entramos en una zona completamente desértica, tierra ennegrecida, arriba un sol abrasador dejaba caer como plomo sus rayos infrarrojos, y a pesar de la fuerte luz solar, bajo nuestros pies, todo se veía oscuro: tierra, guijarros, ramas, árboles calcinados...
Los árboles más grandes todavía se mantenían en pie, firmes, como valientes luchadores que no se dejan vencer.
Al parecer, resistieron a las llamas devastadoras de un fuego sin piedad. Despojados de ramas y hojas, parecían soldados formados con el fin de defender un suelo que les pertenecía.
Los matorrales, arbustos, las pequeñas flores silvestres, las plantas aromáticas etc. Todo, había desaparecido.
Sólo se oía la “voz” de un silencio aterrador que nos dejó el alma encogida, ¡!cuánta desolación!!
Añoramos el piar de los pobres pájaros. Y tantos pequeños animalitos que quedaron atrapados sin poder escapar de las abominables “garras” endemoniadas de un fuego destructor.
Entre tan lamentable desastre, me acordé de aquel árbol,
¡mi árbol! que tanta paz sentí junto a él. Corrí emocionada
buscando el árbol por aquel siniestro cementerio. Todos parecían iguales: grandes teas carbonizadas.
Por fin lo encontré, lo reconocí por sus cinco grandes raíces, su tronco estaba completamente negro, despojado de sus grandes ramas, y sus verdes hojas, pero como un orgulloso guerrero permanecía “entero.”
Me abracé al viejo “amigo” no pude contener las lágrimas y me alegré cuando me percaté de que sus cinco gruesas raíces aún estaban vivas. Me acordé de las afanosas hormigas.... de la felicidad que sentí junto a él. Del cobijo que nos dio cuando lo necesitábamos. Ahora desnudo, estaba feo, muy feo, pero su “corazón vivía” y yo apretándome a él intente darle un poco de mi amor.
Fui a reunirme con mis amigas y al pasar por el río, pude oír el murmullo del agua, ¡había vida dentro del bosque! Me quedé un buen rato contemplando el bonito espectáculo que me brindaba el pequeño río: el agua ¡corría, danzaba,!saltaba! y al llegar al despeñadero, se dejaba caer desmayándose semejando la cola de un caballo blanco.
¡Si el bosque renacerá! ¡Renacerá!- ¡grité! Pero ¿cuantos años tardará en ser lo que había sido? Quizá no lo veamos nunca. Sin embargo, yo lo veré siempre con los ojos del recuerdo que jamás olvidaré.
Nuestros amigos por siempre, los árboles, esos gigantes legendarios que todos tenemos la responsabilidad de cuidar. Si somos agradecidos e inteligentes nuestro planeta vivirá. Reflexionemos un poco, ¡cuánto nos da la naturaleza! Tan simple y grande a la vez.
¿Qué significado tendrá aquel haz de luz plateada? Me pregunto a menudo si llegaré a comprenderlo algún día.
Josefina Fabra
Solíamos organizar un viaje cada fin de curso, visitábamos ciudades y pueblos de España e incluso del extranjero.
En esta ocasión nos decidimos por un paisaje más cercano a la naturaleza y el paisaje que encontramos,
Prometía. Era, ¡verde, verde, verde!
Al entrar en aquel bosque, me sentí tan sumergida en él, que creí ser uno más de los árboles allí presentes.
Árboles repletos de hojas verdes balanceándose a merced del caprichoso viento.,
Árboles centenarios, o ¡que sé yo cuantos años llevarían
Soportando las ¡inclemencias y clemencias del tiempo! Pero eso sí, ellos resisten erguidos, estáticos y frondosos.
Entre las ramas cargadas de hojas tuve una visión impresionante: vi un “hilo de luz” plateada y destellante, era como un haz divino. Me impactó de tal manera, que me quedé quieta, observando por dónde y como se podía haber filtrado ese maravilloso filamento mágico.
Ese resplandor caló tan profundamente dentro de mi ser, que aún a oscuras podía verlo, y todavía, a pesar de que ha pasado casi un año de aquel magnífico evento, no he dejado de pensar en él.
Recuerdo que era un día muy caluroso del mes de Agosto, cuando decidimos visitar ese maravilloso paraje. Llevaba una mochila provista de comida y agua, al igual que mis compañeras, (el agua era imprescindible en esos días tan calurosos.)
A pesar del sol abrasador que “caía” en esos momentos, (eran las doce del mediodía) bajo la umbría del bosque, la luz era más bien crepuscular y nos envolvía junto con la brisa que se desprendía del movimiento de las hojas de los árboles. Los espesos matorrales que nos dejaba aislados de todo lo que acontece fuera del bosque; daba la sensación de estar en medio de un paraíso encantado.
Un silencio misterioso dejaba oír el dulce piar de los pájaros, el murmullo relajante del agua cristalina de un riachuelo que bañando las piedras de su cauce, las hacía brillar como perlas preciosas.
Me quedé observando como corría el agua, como se deslizaba tan armoniosamente por el estrecho arroyo que parecía estar danzando al compás de una bella sinfonía. Un poco más abajo el caudal de agua pasaba de un “adagio” a un “allegro” porque el agua ya no danzaba, ¡saltaba! Hasta llegar a un despeñadero donde “desmayándose” caía formando una bonita cascada que semejaba la cola de un caballo blanco.
Bajo nuestros pies, como si de una mullida alfombra se tratase, “dormía” la hojarasca seca y mojada a la vez, debajo de ellas escarbando se podía ver la tierra rojiza y pequeños guijarros que se nos clavaban en los pies y a veces nos hacían resbalar.
Por entre los tupidos y ufanos árboles entreveíamos un velo azul celeste que nos venía a recordar la hora del mediodía. Decidimos quedarnos a comer junto al pequeño y encantador riachuelo escuchando el murmullo del agua, el piar de los pájaros y...la visita inesperada de algún que otro insecto inofensivo.
Después de comer anduvimos un buen trecho adentrándonos más en aquel frondoso bosque. Nos detuvimos junto a unos matorrales invadidos de pequeñas flores silvestres de diversos colores y fragancia embriagadora.
Yo me senté al pie de un árbol, recostada, en él me sentía feliz y segura, es curioso. Nada me inquietaba, estaba vacía de pensamientos negativos que cotidianamente nos atormentan la vida, a causa de los acontecimientos desafortunados que los humanos no somos capaces de desarraigar...
Del gigantesco árbol afloraban cinco gruesas raíces, donde iban y venían dos hileras de afanosas hormigas. Las observé unos minutos... es fantástico ver como se comportan esos diminutos insectos, como se brindan un pequeño saludo al encontrarse de frente, o quizá se pasan información, no se, es tan complejo el mundo animal! Me quedé pensando: ¡son tan vulnerables! Y teniendo en cuenta la poca consideración que tenemos los humanos con los animales en general, sentí pena, si, pena, hubiese sido tan fácil deslizar el pie o la mano por encima de ellas y acabar con las pobres hormigas!
Cerré los ojos y “soñé” por un momento en ese extraordinario haz de luz que tanto me alucinó. Imaginé que me balanceaba, de árbol en árbol montada en esa luminosa “cuerda”
Sentí un leve vahído, no sé si por la emoción o por el oxigeno puro que allí respiraba.
Abrí los ojos y me abracé al árbol. Asida a él me reconforté, me sentía bien, hasta me encariñé con ese grandullón. Levanté la vista y vi como sus filiformes ramas se entrelazaban entre sí y las hojas tocándose unas con otras defendían nuestro reposo de un sol abrasador.
¡Cuánto agradecí a la naturaleza esta sabia hospitalidad! Sentí que estaba rodeada de fieles amigos.
Aquel día se abrió para mí, “una puerta” por donde poder salir de vez en cuando a encontrar la paz y felicidad junto a la verdadera razón de vivir.
Camino de casa acordamos en volver otra vez el año próximo.
Y así ocurrió. Llegó el verano y en el mes de Agosto, como el año anterior, salimos de viaje hacia nuestro lugar preferido.
Dejamos el coche en un camino cercano, y caminamos a pie aproximadamente unos dos kilómetros por senderos próximos al bosque.
Tal como íbamos avanzando y acercándonos al bosque,
Presentíamos algo extraño, temíamos lo peor: el paisaje era totalmente diferente, no percibíamos vegetación alguna.
Entramos en una zona completamente desértica, tierra ennegrecida, arriba un sol abrasador dejaba caer como plomo sus rayos infrarrojos, y a pesar de la fuerte luz solar, bajo nuestros pies, todo se veía oscuro: tierra, guijarros, ramas, árboles calcinados...
Los árboles más grandes todavía se mantenían en pie, firmes, como valientes luchadores que no se dejan vencer.
Al parecer, resistieron a las llamas devastadoras de un fuego sin piedad. Despojados de ramas y hojas, parecían soldados formados con el fin de defender un suelo que les pertenecía.
Los matorrales, arbustos, las pequeñas flores silvestres, las plantas aromáticas etc. Todo, había desaparecido.
Sólo se oía la “voz” de un silencio aterrador que nos dejó el alma encogida, ¡!cuánta desolación!!
Añoramos el piar de los pobres pájaros. Y tantos pequeños animalitos que quedaron atrapados sin poder escapar de las abominables “garras” endemoniadas de un fuego destructor.
Entre tan lamentable desastre, me acordé de aquel árbol,
¡mi árbol! que tanta paz sentí junto a él. Corrí emocionada
buscando el árbol por aquel siniestro cementerio. Todos parecían iguales: grandes teas carbonizadas.
Por fin lo encontré, lo reconocí por sus cinco grandes raíces, su tronco estaba completamente negro, despojado de sus grandes ramas, y sus verdes hojas, pero como un orgulloso guerrero permanecía “entero.”
Me abracé al viejo “amigo” no pude contener las lágrimas y me alegré cuando me percaté de que sus cinco gruesas raíces aún estaban vivas. Me acordé de las afanosas hormigas.... de la felicidad que sentí junto a él. Del cobijo que nos dio cuando lo necesitábamos. Ahora desnudo, estaba feo, muy feo, pero su “corazón vivía” y yo apretándome a él intente darle un poco de mi amor.
Fui a reunirme con mis amigas y al pasar por el río, pude oír el murmullo del agua, ¡había vida dentro del bosque! Me quedé un buen rato contemplando el bonito espectáculo que me brindaba el pequeño río: el agua ¡corría, danzaba,!saltaba! y al llegar al despeñadero, se dejaba caer desmayándose semejando la cola de un caballo blanco.
¡Si el bosque renacerá! ¡Renacerá!- ¡grité! Pero ¿cuantos años tardará en ser lo que había sido? Quizá no lo veamos nunca. Sin embargo, yo lo veré siempre con los ojos del recuerdo que jamás olvidaré.
Nuestros amigos por siempre, los árboles, esos gigantes legendarios que todos tenemos la responsabilidad de cuidar. Si somos agradecidos e inteligentes nuestro planeta vivirá. Reflexionemos un poco, ¡cuánto nos da la naturaleza! Tan simple y grande a la vez.
¿Qué significado tendrá aquel haz de luz plateada? Me pregunto a menudo si llegaré a comprenderlo algún día.
Josefina Fabra
Garibaldi
Vamos a ver si me aclaro, no vale reírse: es la historia de un pajaritoera un canario y se llama GARIBALDI. Hace unos seis años, por motivos de supervivencia una persona a laque llamaremos Toni se planteo un reto, el de criar pajaritos para verlosnacer crecer y desarrollarse y digo supervivencia porque en esos momentosnecesitaba una ilusión una razón de vida y allí que se fue a buscar unapareja de Canarios, y empezar a prepara su jaula especial para que estapareja se reprodujera esto tiene su enjundia, la jaula ha ser especial puesla pareja se tiene que oír, pero no verse y así hacer crecer en ellos elamor, el deseo y así poco a poco se acostumbrarían a estar juntos sinconocerse frente a frente y mientras tanto Toni les iba preparando todo lonecesario para un futuro o unos futuros pajaritos, entre otras cosas preparoalgooncitos y ramitas que las fue poniendo por la parte de arriba de lajaula para que ellos se familiarizaran, y hasta incluso unos huevecitos deplástico para poner en el nido si fuera necesario y vitaminas por si estabanflojos y las necesitaban, y así así fue llegando la primavera y ellos cadavez se llamaban y contestaban con mas ainco,la naturaleza hizo el resto lapajarita sintió el deseo de ser mama y entonces llego el momento de quitaresa separación material que había entre ellos y al estar juntos empezaron aconocerse mejor tanto tanto que se hicieron novios y se llegaron a querermuchiiiiiisimo y tal y como ellos se querían, a Toni le daban ganas tamiende vivir, y se sentía útil pues estaba ayudando al nacimiento de unospajaritos, y cada día en cuanto se levantaba iba a la jaula y con muchocuidado miraba si ya habían huevos y si un día encontró uno y luego al cabode dos días otro. La madre no se movía del nido y los cubería con su cuerpoy tapaba con sus alas y si ella necesitaba descansar pues era su pareja elpapa de los futuros pajaritos quien los cubra y les daba calor y así fuerontranscurriendo veintiún ida. . Entre tanto Toni era feliz y se olvidaba de sus problemas, con laesperanza y la ilusión del nacimiento, y así fue llego el ida señalado yprimero empezó a romperse el primer huevo, y salio una cosita muuuuy feapero con una fuerza en el cuello para reclamar alimento que aseguraba lasupervivencia y al día siguiente el otro este era mas débil por lo que Tonituvo que ayudar a los papas alimentarlo con las vitaminas que ya teniapreparadas, y así ya no hubieron problemas.Había que ponerles un nombre yasi fue uno se llamaría Chispa y el otro Garibaldi, Iba pasando el tiempo y cada vez estaban mas bonitos les salieronlas plumas a uno Garibaldi le salieron amarillas y fuertes brillaban cuandopor la ventana entraba el sol a Chispa le salieron mas claritas pero tambiénmuy bonitas. Llego el momento de hacerse mayores y como todos los animales seindependizaron, cada pájaro se tubo que ir a una jaula y a una casa, lospadres los habian enseñado a cantar y lo hacían muuyyy bien y cada uno se loquedo una familia, los amigos de Toni se quedaron con los papas la hermanade Toni con Chispa Toni se quedo con Garibaldi, ellos lo comprendieron ytodos estaban contentos. Garibaldi había sido el preferido y se quedo con Toni todos los añossiguientes se comprendian muy bien y lo que mas le gustaba a Garibaldi eraque le pusiera Toni lechuga en su jaula. Los sobrinitos de Toni iban a verloy el revoloteaba por la jaula como un loco y les piaba sin parar. Todo transcurrió bien durante un tiempo,pero un día Toni se pusomuy malito y Garibaldi le cantaba para animarlo, el le contaba sus penas yle decía que ya no podía seguir viviendo y una mañana Toni se fue entrerelampagos y truenos,tal y como habia nacido y vivido, Garibaldi se sintiomuuuuy solito sin decir ni pío dejo de respirar. Los sobrinitos de toni no entendían nada, el tio se ha ido al cielo yGaribaldi? hubo que inventarse una histori.Os dejasteis la jaula abierta yel voló hacia el parque porque un día había escuchado a Chispa, que tambiénhabía volado al parque y alli se encontraron y fueron felices.Ha trascurridoun año y todavía los niños nombran a Garibaldi y lo llaman cuando vamos alparque. Espero que un dia vuelva y seamos todos felices aunque no comamosperdices
NADIE HABLABA
Llovía. Llovía mucho. Era la típica tormenta de verano en el Mediterráneo. En un momento el cielo se oscureció hasta parecer casi noche cerrada; después dos rayos, dos truenos que se juntaron en uno interminable y diez minutos de aguacero intenso. Así eran casi siempre estas tormentas y así pensé que sería esta también. Pero llevaba ya por lo menos quince minutos refugiado en un portal con otras cinco personas, gracias a que un vecino (que iba a salir y no salió, porque llovía demasiado) nos había abierto la puerta. Para entonces ya íbamos todos con los pies empapados por los charcos de la acera y el resto del cuerpo, si no mojado, por lo menos húmedo. La temperatura había bajado algunos grados y se agradecía el refugio.
La situación era curiosa, como estar encerrado en un ascensor, pero lloviendo. Dos niños, supongo que no tendrían mas allá de cinco o seis años, estaban sentados en la escalera y se entretenían mirando un folleto de ofertas que habían sacado de un buzón. La mujer que parecía ser su madre había dejado en el suelo las bolsas del supermercado y miraba impaciente su reloj. Debía estar sobre los treinta y tantos; morena, no muy alta, proporcionada al estilo de las actrices de los años cincuenta: cintura estrecha, caderas anchas y pecho generoso. Su gesto serio parecía querer mantener a raya a cualquiera que pretendiera acercarse, y con un “chiiisstt” o un “estaos quietos” en voz bajita conseguía mantener a los niños en orden cuando estos se desmandaban un poco. Enfrente de mí, en el rincón que formaban la pared y la puerta de cristal y vueltos hacia la calle, una parejita de jóvenes adolescentes, absortos en su mundo, inundados sus oídos por la música que les llegaba desde su mp3 (compartido, un auricular cada uno), se miraban de vez en cuando embobados, sin hablarse. El había metido la mano primero en el bolsillo trasero del pantalón de ella, después entre el pantalón y el tanga, y la empujaba suavemente hacia él; ella, obediente le abrazaba por la cintura y apoyaba la cabeza en su hombro.
Al principio las miradas de la mujer y la mía se cruzaron varias veces. Yo intenté romper el hielo con un no muy original “vaya día”. Ella contestó secamente con un “si” y desvió la mirada hacia los niños. No lo volví a intentar.
Desde hacía al menos diez minutos nadie hablaba. Cada cual iba a lo suyo; los niños, la madre y la pareja de enamorados, todos tenían algo que hacer. Todos menos yo. Yo no tenía a mano niños, ni pareja, ni siquiera auriculares que llevarme al oído para poder hacer como que escuchaba la radio. Y ni la lluvia paraba ni corría el reloj. Para entonces yo ya me había estudiado en los buzones los nombres de los vecinos y en que piso vivían, incluso estaba decidido a comprar algunas de las ofertas de 3 x 2 que venían en el folleto del hipermercado. De pronto un gran trueno hizo que todos a la vez miráramos hacia la puerta; en la calle se había hecho la luz de nuevo y parecía que las nubes de tormenta habían desaparecido ya. Todavía llovía, pero mucho menos. La pareja de muchachos se giraron a mirarnos como en un gesto de decir adiós pero abrieron la puerta y, sin soltarse, se fueron sin decir nada. Una bocanada de aire fresco entró desde la calle y yo no esperé mas. La mujer (“niños, coged las bolsas que nos vamos”) me miró con intención de salir primero pero yo fui mas rápido y con un “hasta luego” salí a la calle. Todavía caía alguna gota, pero no me importó; arrimado a la pared, continué de nuevo mi camino disfrutando del aire húmedo, del olor a tierra mojada y de mi recién estrenada libertad.
Paco Durán
La situación era curiosa, como estar encerrado en un ascensor, pero lloviendo. Dos niños, supongo que no tendrían mas allá de cinco o seis años, estaban sentados en la escalera y se entretenían mirando un folleto de ofertas que habían sacado de un buzón. La mujer que parecía ser su madre había dejado en el suelo las bolsas del supermercado y miraba impaciente su reloj. Debía estar sobre los treinta y tantos; morena, no muy alta, proporcionada al estilo de las actrices de los años cincuenta: cintura estrecha, caderas anchas y pecho generoso. Su gesto serio parecía querer mantener a raya a cualquiera que pretendiera acercarse, y con un “chiiisstt” o un “estaos quietos” en voz bajita conseguía mantener a los niños en orden cuando estos se desmandaban un poco. Enfrente de mí, en el rincón que formaban la pared y la puerta de cristal y vueltos hacia la calle, una parejita de jóvenes adolescentes, absortos en su mundo, inundados sus oídos por la música que les llegaba desde su mp3 (compartido, un auricular cada uno), se miraban de vez en cuando embobados, sin hablarse. El había metido la mano primero en el bolsillo trasero del pantalón de ella, después entre el pantalón y el tanga, y la empujaba suavemente hacia él; ella, obediente le abrazaba por la cintura y apoyaba la cabeza en su hombro.
Al principio las miradas de la mujer y la mía se cruzaron varias veces. Yo intenté romper el hielo con un no muy original “vaya día”. Ella contestó secamente con un “si” y desvió la mirada hacia los niños. No lo volví a intentar.
Desde hacía al menos diez minutos nadie hablaba. Cada cual iba a lo suyo; los niños, la madre y la pareja de enamorados, todos tenían algo que hacer. Todos menos yo. Yo no tenía a mano niños, ni pareja, ni siquiera auriculares que llevarme al oído para poder hacer como que escuchaba la radio. Y ni la lluvia paraba ni corría el reloj. Para entonces yo ya me había estudiado en los buzones los nombres de los vecinos y en que piso vivían, incluso estaba decidido a comprar algunas de las ofertas de 3 x 2 que venían en el folleto del hipermercado. De pronto un gran trueno hizo que todos a la vez miráramos hacia la puerta; en la calle se había hecho la luz de nuevo y parecía que las nubes de tormenta habían desaparecido ya. Todavía llovía, pero mucho menos. La pareja de muchachos se giraron a mirarnos como en un gesto de decir adiós pero abrieron la puerta y, sin soltarse, se fueron sin decir nada. Una bocanada de aire fresco entró desde la calle y yo no esperé mas. La mujer (“niños, coged las bolsas que nos vamos”) me miró con intención de salir primero pero yo fui mas rápido y con un “hasta luego” salí a la calle. Todavía caía alguna gota, pero no me importó; arrimado a la pared, continué de nuevo mi camino disfrutando del aire húmedo, del olor a tierra mojada y de mi recién estrenada libertad.
Paco Durán
EL JARDÍN
Érase una vez un jardinero que cuidaba con esmero las flores de su jardín. Con su dedicación había logrado en pocos meses convertirlo en la envidia de todo el entorno.
Aquel día regadera en mano se disponía a humedecer un poquito la tierra, que estaba muy seca. Cuando de pronto, le pareció oír sollozos. Sigilosamente, fue acercándose al lugar de donde procedía el sonido. Observó que había un grupo de florecillas, entre ellas, una joven margarita lloraba con tanta amargura, que con cada una de sus lágrimas se desprendía alguno de sus pétalos. A su lado una preciosa rosa roja la miraba con tristeza: ¿Por qué lloras? preguntó la rosa, a lo que la margarita respondió: castigada por el sol ha muerto una de mis compañeras. La rosa apiadándose de la tierna margarita, alargó extraordinariamente su tallo y acercándose amorosamente a la florecilla le susurro al oído: ¿Sabes pequeña mía que hago yo cuando; como te ha pasado a ti, en el transcurso de mi vida se marchita una de mis compañeras? Me esfuerzo para abrir mi capullo y lucir mi corola con todo su esplendor. Con esto consigo que nadie note su falta. De ningún modo podemos consentir que la pena nos invada hasta el punto de pasar por el jardín, sin haber contribuido a engalanarlo. Estoy segura de que así ellas lo hubieran querido.
La margarita meditaba sobre las palabras de la rosa a la vez que volvía su carita hacia el sol. Fue entonces cuando se fijó en los cipreses, que en una perfecta formación, como si de un batallón de infantería se tratase, componían un escudo impenetrable. La pequeña margarita volviendo a mirar a la rosa preguntó: y ellos… ¿no lloran nunca? ¡No! Le contestó la rosa: Ellos, son mucho más fuertes que nosotras, están aquí para defendernos de los temibles vientos del invierno y de desaprensivos que al vernos tan hermosas, estarían dispuestos a desprendernos de nuestro tallo con el solo objetivo de divertirse. ¿Ves?... ¡Somos muy afortunadas!
Han pasado los días y la margarita se ha convertido un una preciosa flor, abierta, turgente, a su lado una bellísima rosa roja. Se miran con complicidad y sonríen a los setos que erguidos y majestuosos, rodean el jardín.
ML
Aquel día regadera en mano se disponía a humedecer un poquito la tierra, que estaba muy seca. Cuando de pronto, le pareció oír sollozos. Sigilosamente, fue acercándose al lugar de donde procedía el sonido. Observó que había un grupo de florecillas, entre ellas, una joven margarita lloraba con tanta amargura, que con cada una de sus lágrimas se desprendía alguno de sus pétalos. A su lado una preciosa rosa roja la miraba con tristeza: ¿Por qué lloras? preguntó la rosa, a lo que la margarita respondió: castigada por el sol ha muerto una de mis compañeras. La rosa apiadándose de la tierna margarita, alargó extraordinariamente su tallo y acercándose amorosamente a la florecilla le susurro al oído: ¿Sabes pequeña mía que hago yo cuando; como te ha pasado a ti, en el transcurso de mi vida se marchita una de mis compañeras? Me esfuerzo para abrir mi capullo y lucir mi corola con todo su esplendor. Con esto consigo que nadie note su falta. De ningún modo podemos consentir que la pena nos invada hasta el punto de pasar por el jardín, sin haber contribuido a engalanarlo. Estoy segura de que así ellas lo hubieran querido.
La margarita meditaba sobre las palabras de la rosa a la vez que volvía su carita hacia el sol. Fue entonces cuando se fijó en los cipreses, que en una perfecta formación, como si de un batallón de infantería se tratase, componían un escudo impenetrable. La pequeña margarita volviendo a mirar a la rosa preguntó: y ellos… ¿no lloran nunca? ¡No! Le contestó la rosa: Ellos, son mucho más fuertes que nosotras, están aquí para defendernos de los temibles vientos del invierno y de desaprensivos que al vernos tan hermosas, estarían dispuestos a desprendernos de nuestro tallo con el solo objetivo de divertirse. ¿Ves?... ¡Somos muy afortunadas!
Han pasado los días y la margarita se ha convertido un una preciosa flor, abierta, turgente, a su lado una bellísima rosa roja. Se miran con complicidad y sonríen a los setos que erguidos y majestuosos, rodean el jardín.
ML
TODOS EN LAS VENTANAS
Fue como un aviso general, como un mensaje al móvil para los jóvenes o un toque de campanas a arrebato para los mayores. Algunos vecinos, todavía despiertos pese a la hora que era, abrieron las ventanas de par en par, incluso salieron a las terrazas; otros, más discretos tal vez por que iban en pijama, no se atrevieron a encender las luces y miraban desde detrás de los visillos. Nadie supo jamás porque se asomaron todos a la vez.
En un coche parado en doble fila una pareja joven se despedía cariñosamente, sin ninguna prisa.
De repente, las farolas hicieron un guiño y se apagaron y un viento frío, demasiado frío para este mes de junio, obligó a los vecinos a retirarse. La muchacha bajó del coche y haciendo un último gesto cariñoso a su pareja cruzó la calle y con paso rápido se dirigió a su portal.
Desde la esquina, el Ángel de la Muerte –“menos mal, creí que no se acababan de despedir nunca”- encendió las farolas de nuevo y salió corriendo para llegar a tiempo al segundo cruce
Paco Durán
En un coche parado en doble fila una pareja joven se despedía cariñosamente, sin ninguna prisa.
De repente, las farolas hicieron un guiño y se apagaron y un viento frío, demasiado frío para este mes de junio, obligó a los vecinos a retirarse. La muchacha bajó del coche y haciendo un último gesto cariñoso a su pareja cruzó la calle y con paso rápido se dirigió a su portal.
Desde la esquina, el Ángel de la Muerte –“menos mal, creí que no se acababan de despedir nunca”- encendió las farolas de nuevo y salió corriendo para llegar a tiempo al segundo cruce
Paco Durán
Sueños
José no tenía padre y la verdad no le afectaba solo cuando algún niño se lo recordaba con maldad._ En su familia eran todas mujeres su madre una gran luchadora y su abuela con una gran fuerza fisica y moral era pudiendo con todo lo que se le ponía por delante.
Un día sin comprenderlo José tuvieron que abandonar su casa señorial con esas grandes escaleras de madera crujiente para transladarse a vivir a casa de su Tía Gris a nueve km de su casa.- Su Tía en realidad se llamaba Rosa pero todo en ella era gris:su pelo,su ropa,su carácter y hasta su rostro.
El pueblo se dedicaba al cultivo del olivo,un día José le pregunto a su abuela "porque los olivos tenían el tronco tan retorcido" la abuela le contesto: Como yo chiqui ya que son los arboles más antiguos del mundo son viejos y a los viejos nos pasa eso,volvieron a casa y José fué admirando la grandiosidad de los campos de olivos plantados en los cerros por primera vez los veía tal y como eran.
Ala vuelta penso que tampoco conocía la casa de Tía Gris; las paredes conservaban el papel de flores que hacía tantos años se había puesto de moda.- Las puertas de la casa estaban cerradas con llave y eso no le gustó pues en su imaginación de niño penso que esa noche soñaría con fantasmas ,un tiempo despues sabria que eran sus antepasados.
Esa noche cenaron en el salón de fuego como le lla maba josé pues contaba con una gran chimenea que intentaba calentar la casa aunque fuese septiembre pues sus paredes rezumaban humedad por todos sus poros y tan vieja la casa que tendrían que tirar media casa para poner calefacción en todas las habitaciones.Los muebles eran enormes y antiguuos y todavía parecian más grandes a la luz de la lumbre.
José se arrebujó en el regazo de su abuela,las mujeres empezaron a hablar en voz baja,la Tía Gris se confundia con el fondo del sillón y su mano señaló el cuadro que había colgado encima de la chimenea.Era una mujer joven y de extraordinaria belleza,José acurruco los ojos pues le pareciódistinguir alguna figura más detras de la dama no era una si no dos pero tan borrosas que lo unico que se podía saber es que eran dos hombres.- A los pies de la dama había un niño algunos años mayor que José,oyó a mamá hablar sorprendida levantando la voz del gran parecido físico que lo unía con él.-La tía se arrellanó en el sillón dispuesta a explicar el parentesco de aquel niño con José.
Nuestra familia siempre a vivido aqui.Son tantas las generaciones que han pisado estas calles que no tengan algún parentesco nuestro.ese nené del cuadro es mi tataratatara tataratata.....abuelo y algún tatara se me escapa,y José llevado por el sonido languido dela voz de su Tía se fué quedando dormido sabiendo que no eran fantasmas si no sus antepasados
Un día sin comprenderlo José tuvieron que abandonar su casa señorial con esas grandes escaleras de madera crujiente para transladarse a vivir a casa de su Tía Gris a nueve km de su casa.- Su Tía en realidad se llamaba Rosa pero todo en ella era gris:su pelo,su ropa,su carácter y hasta su rostro.
El pueblo se dedicaba al cultivo del olivo,un día José le pregunto a su abuela "porque los olivos tenían el tronco tan retorcido" la abuela le contesto: Como yo chiqui ya que son los arboles más antiguos del mundo son viejos y a los viejos nos pasa eso,volvieron a casa y José fué admirando la grandiosidad de los campos de olivos plantados en los cerros por primera vez los veía tal y como eran.
Ala vuelta penso que tampoco conocía la casa de Tía Gris; las paredes conservaban el papel de flores que hacía tantos años se había puesto de moda.- Las puertas de la casa estaban cerradas con llave y eso no le gustó pues en su imaginación de niño penso que esa noche soñaría con fantasmas ,un tiempo despues sabria que eran sus antepasados.
Esa noche cenaron en el salón de fuego como le lla maba josé pues contaba con una gran chimenea que intentaba calentar la casa aunque fuese septiembre pues sus paredes rezumaban humedad por todos sus poros y tan vieja la casa que tendrían que tirar media casa para poner calefacción en todas las habitaciones.Los muebles eran enormes y antiguuos y todavía parecian más grandes a la luz de la lumbre.
José se arrebujó en el regazo de su abuela,las mujeres empezaron a hablar en voz baja,la Tía Gris se confundia con el fondo del sillón y su mano señaló el cuadro que había colgado encima de la chimenea.Era una mujer joven y de extraordinaria belleza,José acurruco los ojos pues le pareciódistinguir alguna figura más detras de la dama no era una si no dos pero tan borrosas que lo unico que se podía saber es que eran dos hombres.- A los pies de la dama había un niño algunos años mayor que José,oyó a mamá hablar sorprendida levantando la voz del gran parecido físico que lo unía con él.-La tía se arrellanó en el sillón dispuesta a explicar el parentesco de aquel niño con José.
Nuestra familia siempre a vivido aqui.Son tantas las generaciones que han pisado estas calles que no tengan algún parentesco nuestro.ese nené del cuadro es mi tataratatara tataratata.....abuelo y algún tatara se me escapa,y José llevado por el sonido languido dela voz de su Tía se fué quedando dormido sabiendo que no eran fantasmas si no sus antepasados
El pequeño ABETO
Erase un bosque situado muy cerca de una gran mansión donde vivian los marqueses de Ockland con sus tres hijos, dos niñas, Aurora y Lys y un hijo Marcos.
Se acercaba la Navidad y la familia trabajaba adornando el palacio.
Mientras, en el bosque había un pequeño Abeto que crecía cerca de sus padres. Ellos le habían explicado como con la colaboración de una abeja, la flor de su madre había sido polinizada con un grano de polen de su padre y que al madurar, la semilla cayó en tierra y gracias a la humedad germinó y así estaba él creciendo sanamente..
Sus padres le contaban el bien que hacían a sus vecinos los marqueses.
Le decían que ellos daban sombra pera que los tres niños pudieran jugar en los dias calurosos. Que limpiaban la atmósfera de polvos y gases. Que transformaban el CO2 en oxigeno para que pudiesen vivir mejor y más tiempo. Que daban alimentos a las personas y a los animales.
El pequeño Abeto veía a los niños jugar y correr cerca y sentía gran simpatía por ellos.
Pero un día llegaron los criados del castillo y arrancaron y cortaron a su padre, troceándolo en pedazos pequeños.
¿Porqué? Se preguntó llorando.
Llegó un carro tirado por dos mulas y mientras los criados cargaban los trozos del tronco las mulas se comían las ramas de su padre.
Sin dejar de llorar, vió como el carro se fué y descargó a su padre en el almacén.
Por la noche vió como salía humo de la chimenea y era su padre. El pequeño Abeto gritó: Papá!!!, Papá!!!.
Y su padre al verle dijo: No llores hijo, los señores tenían frio y me han pedido ayuda y nada mejor que darles calor con la combustión de mi propio cuerpo, las mulas tenían hambre y también las he saciado.
Nosotros hemos nacido para ayudar a vivir a las personas y a los animales. Yo ya lo he hecho y estoy muy satisfecho.
El pequeño Abeto quedó más tranquilo aunque le costaba entenderlo.
Tres días después le despertaron unos golpes en su parte inferior. Al principio se asustó, pero al ver que eran los criados del castillo quedó tranquilo al pensar que había llegado la hora de dar calor y comida a los humanos, igual que su padre.
Pero cual no fué su sorpresa al ver que lo plantaban en una maceta. No entendía nada.
Se vió cargado en el carro y llevado al salón de la vivienda. Lo colocaron cerca de la chimenea donde pudo ver trozos de su padre quemándose y dándoles calor.
Pronto entraron los tres niños cantando villancicos y enpezaron a adornarle con luces, llenándole de regalos y montando un Belén en su base.
Se encontraba muy a gusto viendo a los señores, a los niños y al servicio cantar comer y divertirse sin tener frio.
Pasaron las fiestas y un día le quitaron todas las luces, los adornos y desmontaron el Belén.
¿Y ahora que harán? Me quemarán para tener calor? Me echarán al establo para saciar el hambre de las mulas?.
Entraron los criados, lo arrastraron hasta el carro, lo cargaron y se lo llevaron al bosque cerca de su madre. Allí lo volvieron a plantar, lo regaron y abonaron.
Y así pudo contarle toda la historia a su madre que le escuchaba contenta y tranquila.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado
Se acercaba la Navidad y la familia trabajaba adornando el palacio.
Mientras, en el bosque había un pequeño Abeto que crecía cerca de sus padres. Ellos le habían explicado como con la colaboración de una abeja, la flor de su madre había sido polinizada con un grano de polen de su padre y que al madurar, la semilla cayó en tierra y gracias a la humedad germinó y así estaba él creciendo sanamente..
Sus padres le contaban el bien que hacían a sus vecinos los marqueses.
Le decían que ellos daban sombra pera que los tres niños pudieran jugar en los dias calurosos. Que limpiaban la atmósfera de polvos y gases. Que transformaban el CO2 en oxigeno para que pudiesen vivir mejor y más tiempo. Que daban alimentos a las personas y a los animales.
El pequeño Abeto veía a los niños jugar y correr cerca y sentía gran simpatía por ellos.
Pero un día llegaron los criados del castillo y arrancaron y cortaron a su padre, troceándolo en pedazos pequeños.
¿Porqué? Se preguntó llorando.
Llegó un carro tirado por dos mulas y mientras los criados cargaban los trozos del tronco las mulas se comían las ramas de su padre.
Sin dejar de llorar, vió como el carro se fué y descargó a su padre en el almacén.
Por la noche vió como salía humo de la chimenea y era su padre. El pequeño Abeto gritó: Papá!!!, Papá!!!.
Y su padre al verle dijo: No llores hijo, los señores tenían frio y me han pedido ayuda y nada mejor que darles calor con la combustión de mi propio cuerpo, las mulas tenían hambre y también las he saciado.
Nosotros hemos nacido para ayudar a vivir a las personas y a los animales. Yo ya lo he hecho y estoy muy satisfecho.
El pequeño Abeto quedó más tranquilo aunque le costaba entenderlo.
Tres días después le despertaron unos golpes en su parte inferior. Al principio se asustó, pero al ver que eran los criados del castillo quedó tranquilo al pensar que había llegado la hora de dar calor y comida a los humanos, igual que su padre.
Pero cual no fué su sorpresa al ver que lo plantaban en una maceta. No entendía nada.
Se vió cargado en el carro y llevado al salón de la vivienda. Lo colocaron cerca de la chimenea donde pudo ver trozos de su padre quemándose y dándoles calor.
Pronto entraron los tres niños cantando villancicos y enpezaron a adornarle con luces, llenándole de regalos y montando un Belén en su base.
Se encontraba muy a gusto viendo a los señores, a los niños y al servicio cantar comer y divertirse sin tener frio.
Pasaron las fiestas y un día le quitaron todas las luces, los adornos y desmontaron el Belén.
¿Y ahora que harán? Me quemarán para tener calor? Me echarán al establo para saciar el hambre de las mulas?.
Entraron los criados, lo arrastraron hasta el carro, lo cargaron y se lo llevaron al bosque cerca de su madre. Allí lo volvieron a plantar, lo regaron y abonaron.
Y así pudo contarle toda la historia a su madre que le escuchaba contenta y tranquila.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado
CUENTO…. ¿O NO?
Siempre me produjeron una sensación extraña. Su apariencia estática con esa mirada supuestamente fija, perdida en una lejanía tan solo limitada por la profundidad de la zona que dominaban con su presencia. Pero yo sabía que me miraban. Aparentemente no se movían, pero yo sabía que efectuaban imperceptibles movimientos persiguiéndome, vigilándome.
Cuando lo comenté con mi amigo Carlos –única persona a la que tenía completa seguridad de que su discreción no le permitiría reírse de mí- me miró curioso y de un modo entre docto y displicente, articuló un somero:
-No te preocupes, es una simple fobia.
Sin embargo, yo tuve la impresión de que su intento de tranquilizarme era ¿cómo diría?
excesivamente simple. Me produjo la sensación de querer quitar importancia a algo que, de alguna forma le inquietaba. Sin hacer más comentarios sobre el asunto, apuré la taza de café y decidido a comprobar una vez más si había motivo justificado para mi desazón tomé la determinación de comprobar si aquello era “una simple fobia”.
Volví a pasar por el establecimiento en que había experimentado por primera vez aquella extraña sensación. Allí estaba, impávido observándome con sus ojos glaucos, una mirada gélida, falta totalmente de vida. Me acordé de un relato breve de Juan José Millás, en el que un maniquí sudaba, y del cual se había enamorado el protagonista. No pude por menos de reírme de mí mismo. Los maniquíes no son seres vivos.
Al llegar a casa consulté en diversos tomos enciclopédicos el significado de fobia. Nunca debí hacerlo. Las definiciones halladas, en lugar de aclarar mis dudas y calmarme, lo único que consiguieron fue aumentar mis incertidumbres y zozobras. En enciclopedias y diccionarios encontré:
-Temor mórbido y persistente en relación a un hecho, objeto o situación que objetivamente no puede provocar tal temor.
-Temor enfermizo e irracional a la vez que obsesionante y angustioso del que el sujeto no puede desembarazarse. Gran aversión.
¿Por qué me quedé en estas definiciones? Posiblemente porque eran las menos prolijas y que utilizaban un lenguaje comprensible para mí.
Pero reflexionando sobre ellas, llegue a la conclusión de que realmente no hacían justicia a mi turbación. La primera tenia sentido solamente en cuanto a que, objetivamente, el/los objetos que me provocaban el temor no deberían inducirme a ello. La segunda hacía hincapié –o por lo menos yo lo interpretaba así- en que el sujeto “no podía desembarazarse de un temor enfermizo” Pero terminaba con una “Gran aversión”. Y realmente aquellos objetos a mi no me producían una “Gran aversión”; en algunos casos simplemente una incomodidad, en otros una agradable sensación, cuando no una clara atracción.
Tal era el caso de Laura. Un maniquí (o debería decir una maniquí) que cuando descubrí en una de las plantas de ropa femenina de los Grandes Almacenes del Mediterráneo inmediatamente me recordó a una mujer, “aquella” mujer. La semejanza de los rasgos era asombrosa, el ovalo del rostro lo suficientemente armónico como para no abrumar con el frío dibujo de la perfección. Sus ojos almendrados con un iris caramelo, una nariz recta bien proporcionada, labios finamente carnosos. El dibujo de un rostro clásico, pero que sin embargo se había avanzado a su tiempo, como demostraba la rabiosa actualidad del mismo, evidenciado en el moderno rostro del maniquí. La anatomía de la dichosa muñeca también se presentaba como una copia de Laura. De “mí” Laura.
Por qué aquella que nunca había sido mía, siempre la consideré como “mí” Laura.
Por eso en el mismo momento de descubrirla en aquel establecimiento, decidí mantener el recuerdo prisionero en un nombre.
También rememoré que aquella mujer había sido el único motivo de enfrentamiento entre Carlos y yo. Nunca sabré con certeza el por que de llegar a aquella situación entroncada en la más trasnochada tradición “macho-ibérica” y en la que llegamos a buscarnos con un acero por arma y una furia irracional como puerto final en la travesía de una amistad.
El motivo, como cualquiera que nos conociera y conociera nuestra relación a “a trois” podría suponer, fue inicialmente la atracción que ambos llelgamos a sentir por la misma mujer. Pero esa atracción que en ningún caso debería haber supuesto separación en nuestra amistad, fue subiendo, subiendo en nuestros ánimos, estimulada por la indecisión de la que era el objetivo de nuestro deseo.
Para ella los dos éramos iguales, decía, y realmente parecía esforzarse en comportarse equitativamente con los dos, negándose a salir en solitario con ninguno de nosotros.
Y así fue hasta aquella fecha en que pareció decantarse por mí.
Y digo pareció, porque aunque fui yo el primero que consiguió una cita a solas, todo quedo en eso, en una cita. Porque antes de encontrarme con ella sorprendí a los que consideraba fieles amigos besándose apasionadamente en el portal del domicilio de Laura.
Podía haber pensado que no tenía ningún derecho a comportarme como lo hice en aquel momento. Podía haber pensado que nuestra cita no la obligaba a ningún tipo de fidelidad conmigo. Incluso podía haberme parado a considerar que tal vez lo que ella quería era precisamente dejar las cosas en claro y durante nuestro encuentro definir su posición y manifestarme su preferencia por Carlos.
Pero en cambio protagonicé una escena violenta. Tras propinar un fuerte puntapié a la puerta, me abalancé sobre la pareja y tras separarlos con un empellón propinado a Laura, agarré a Carlos por el cuello sin admitir sus protestas ni hacer caso de los sollozos de ella,
Y solamente la oportuna aparición de unos vecinos alarmados por mis gritos logró romper
el bochornoso espectáculo, no sin graves amenazas por mi parte hacia él
Hoy, ahora al recordarlo, me avergüenzo de aquel suceso, pero en aquel momento cegado por unos celos sin sentido ni fundamento desprecié a la mujer y amenacé al amigo.
Y como en el Tenorio “con lo que habéis osado-imposible la hais dejado-para vos y para mí”, porque lo único que conseguí fue que lo que fuera causa de mi insanía desapareciera de nuestras vidas. De la de los dos, por que ella, suponiéndose el motivo de nuestra discordia se eclipsó y con ella nuestras desavenencias como si nunca las hubiéramos tenido.
Y ahora la había recobrado, aunque fuera en celuloide, látex, caucho o cualquier otro elastómero que a la vista ofrecía la textura de la piel y la carne humanas. Reconfortado con el pensamiento de poder poseer siquiera visualmente a Laura, encaminé mis pasos a la planta de los Grandes Almacenes en la que sabía la encontraría.
Allí estaba, la vislumbre a lo lejos, pero observe con disgusto que muy cerca se encontraba una figura que me resultaba extrañamente familiar. Molesto por que hubieran testigos de lo que pretendía que fuera la ofrenda amorosa de mis miradas, me fui acercando lentamente mientras interiormente sentía un extraño calor que me enervaba. Tal como me aproximaba presté atención al cuerpo vecino a Laura. Me sentí aliviado, era otro maniquí, masculino. A primera vista me percaté de algo incongruente, estaba equipado como para comenzar el recorrido de un campo de golf, palos incluidos. ¿Qué pintaba aquel muñeco ataviado deportivamente en una sección de Prêt-à-porter femenino? Seguí acercándome, la familiaridad de la figura que experimenté en la primera visión se fue trocando en sorpresa.
Ya cerca de ambos, he fijado mayormente mi atención en la figura masculina y la sorpresa se ha convertido en asombro. ¡Es él…! Carlos. No hay duda, sus mejillas pulcramente rasuradas, su mentón con ese hoyuelo en la barbilla que las mujeres encuentran tan atractivo. El pelo moreno suavemente rizado con hebras que platean sus patillas, sus hombros anchos con la prolongación de unos brazos musculados rematados por unas manos recias pero bien cuidadas… Si, es Carlos.
He sonreído para mis adentros, si yo besara a esa Laura ¿cómo reaccionaria ese Carlos? He desechado el pensamiento por su puerilidad. La coincidencia -extraña, pero coincidencia- de que dos elementos de atrezzo comercial, tengan tanto parecido con las dos personas que habían tenido tanta importancia en mi vida no tengo que valorarla más que como eso, una casualidad.
No obstante algo me hace sentir un extraño comezón. Me he acercado a Laura, he tocado su mano y me ha parecido notar un movimiento a mis espaldas, me giro rápidamente temiendo verme sorprendido por alguno de los empleados de los almacenes. No hay nadie,
Desecho temores y sigo mi contacto físico con mí muñeca. Mis dedos suben por sus brazos rozándolos apenas, el tacto en las yemas de mis dedos produce en mí una sensación placentera. Llegó a sus hombros, me detengo y poso las palmas de mis manos en ellos, oprimo suavemente… Me parece sentir un leve estremecimiento en la inanimada moña.
Poseído por un extraño y malévolo impulso, abrazo y beso con pasión los labios que se me ofrecen entreabiertos y ante mi estupefacción los supuestos músculos del rostro de la maniquí se contraen dibujando una mueca de disgusto.
Prácticamente en ese instante, siento un fuerte golpe en la nuca. Experimento como una explosión mientras mil luces estrelladas brillan de un modo que soy incapaz de explicarme de dónde ni cómo se han producido. Tengo la sensación de estar dentro de un mal sueño y como en ellos voy cayendo lenta, muy lentamente hacía atrás, y observo como las luces del techo dan paradójicamente vueltas muy rápidas a mí alrededor.
Noto en la boca un sabor ferruginoso y me percato de que estoy yaciendo en el suelo boca arriba, mientras a la altura de mis hombros se va ensanchando una mancha de un líquido espeso de un brillante color carmesí. Estoy cansado, muy cansado; voy a cerrar los ojos y descansar, pero antes quiero dar una mirada a mis acompañantes. Supongo que continuarán inmóviles como corresponde a su condición.
Sorpresivamente observo que el rostro de “Laura” está distendido en una sonrisa sardónica. y el de Carlos, con un frunce que se diría de enojo, mientras en su boca se dibuja un rictus de crueldad y satisfacción al mismo tiempo.
Me invade un dulce y suave sopor que tiene la virtud de relajarme, comienzo a sentirme menos cansado. Inesperadamente mi mente comienza a trabajar vertiginosamente, y pasan ante mí en una rapidísima sucesión de recuerdos que tenía olvidados todas las escenas de los momentos vividos con LAURA y CARLOS.
Mientras un tenue velo de oscuridad se va espesando robándome la luz, reflexiono sobre las casualidades de la vida… ¿o no habrá tales y realmente serán causalidades…?
Cuando lo comenté con mi amigo Carlos –única persona a la que tenía completa seguridad de que su discreción no le permitiría reírse de mí- me miró curioso y de un modo entre docto y displicente, articuló un somero:
-No te preocupes, es una simple fobia.
Sin embargo, yo tuve la impresión de que su intento de tranquilizarme era ¿cómo diría?
excesivamente simple. Me produjo la sensación de querer quitar importancia a algo que, de alguna forma le inquietaba. Sin hacer más comentarios sobre el asunto, apuré la taza de café y decidido a comprobar una vez más si había motivo justificado para mi desazón tomé la determinación de comprobar si aquello era “una simple fobia”.
Volví a pasar por el establecimiento en que había experimentado por primera vez aquella extraña sensación. Allí estaba, impávido observándome con sus ojos glaucos, una mirada gélida, falta totalmente de vida. Me acordé de un relato breve de Juan José Millás, en el que un maniquí sudaba, y del cual se había enamorado el protagonista. No pude por menos de reírme de mí mismo. Los maniquíes no son seres vivos.
Al llegar a casa consulté en diversos tomos enciclopédicos el significado de fobia. Nunca debí hacerlo. Las definiciones halladas, en lugar de aclarar mis dudas y calmarme, lo único que consiguieron fue aumentar mis incertidumbres y zozobras. En enciclopedias y diccionarios encontré:
-Temor mórbido y persistente en relación a un hecho, objeto o situación que objetivamente no puede provocar tal temor.
-Temor enfermizo e irracional a la vez que obsesionante y angustioso del que el sujeto no puede desembarazarse. Gran aversión.
¿Por qué me quedé en estas definiciones? Posiblemente porque eran las menos prolijas y que utilizaban un lenguaje comprensible para mí.
Pero reflexionando sobre ellas, llegue a la conclusión de que realmente no hacían justicia a mi turbación. La primera tenia sentido solamente en cuanto a que, objetivamente, el/los objetos que me provocaban el temor no deberían inducirme a ello. La segunda hacía hincapié –o por lo menos yo lo interpretaba así- en que el sujeto “no podía desembarazarse de un temor enfermizo” Pero terminaba con una “Gran aversión”. Y realmente aquellos objetos a mi no me producían una “Gran aversión”; en algunos casos simplemente una incomodidad, en otros una agradable sensación, cuando no una clara atracción.
Tal era el caso de Laura. Un maniquí (o debería decir una maniquí) que cuando descubrí en una de las plantas de ropa femenina de los Grandes Almacenes del Mediterráneo inmediatamente me recordó a una mujer, “aquella” mujer. La semejanza de los rasgos era asombrosa, el ovalo del rostro lo suficientemente armónico como para no abrumar con el frío dibujo de la perfección. Sus ojos almendrados con un iris caramelo, una nariz recta bien proporcionada, labios finamente carnosos. El dibujo de un rostro clásico, pero que sin embargo se había avanzado a su tiempo, como demostraba la rabiosa actualidad del mismo, evidenciado en el moderno rostro del maniquí. La anatomía de la dichosa muñeca también se presentaba como una copia de Laura. De “mí” Laura.
Por qué aquella que nunca había sido mía, siempre la consideré como “mí” Laura.
Por eso en el mismo momento de descubrirla en aquel establecimiento, decidí mantener el recuerdo prisionero en un nombre.
También rememoré que aquella mujer había sido el único motivo de enfrentamiento entre Carlos y yo. Nunca sabré con certeza el por que de llegar a aquella situación entroncada en la más trasnochada tradición “macho-ibérica” y en la que llegamos a buscarnos con un acero por arma y una furia irracional como puerto final en la travesía de una amistad.
El motivo, como cualquiera que nos conociera y conociera nuestra relación a “a trois” podría suponer, fue inicialmente la atracción que ambos llelgamos a sentir por la misma mujer. Pero esa atracción que en ningún caso debería haber supuesto separación en nuestra amistad, fue subiendo, subiendo en nuestros ánimos, estimulada por la indecisión de la que era el objetivo de nuestro deseo.
Para ella los dos éramos iguales, decía, y realmente parecía esforzarse en comportarse equitativamente con los dos, negándose a salir en solitario con ninguno de nosotros.
Y así fue hasta aquella fecha en que pareció decantarse por mí.
Y digo pareció, porque aunque fui yo el primero que consiguió una cita a solas, todo quedo en eso, en una cita. Porque antes de encontrarme con ella sorprendí a los que consideraba fieles amigos besándose apasionadamente en el portal del domicilio de Laura.
Podía haber pensado que no tenía ningún derecho a comportarme como lo hice en aquel momento. Podía haber pensado que nuestra cita no la obligaba a ningún tipo de fidelidad conmigo. Incluso podía haberme parado a considerar que tal vez lo que ella quería era precisamente dejar las cosas en claro y durante nuestro encuentro definir su posición y manifestarme su preferencia por Carlos.
Pero en cambio protagonicé una escena violenta. Tras propinar un fuerte puntapié a la puerta, me abalancé sobre la pareja y tras separarlos con un empellón propinado a Laura, agarré a Carlos por el cuello sin admitir sus protestas ni hacer caso de los sollozos de ella,
Y solamente la oportuna aparición de unos vecinos alarmados por mis gritos logró romper
el bochornoso espectáculo, no sin graves amenazas por mi parte hacia él
Hoy, ahora al recordarlo, me avergüenzo de aquel suceso, pero en aquel momento cegado por unos celos sin sentido ni fundamento desprecié a la mujer y amenacé al amigo.
Y como en el Tenorio “con lo que habéis osado-imposible la hais dejado-para vos y para mí”, porque lo único que conseguí fue que lo que fuera causa de mi insanía desapareciera de nuestras vidas. De la de los dos, por que ella, suponiéndose el motivo de nuestra discordia se eclipsó y con ella nuestras desavenencias como si nunca las hubiéramos tenido.
Y ahora la había recobrado, aunque fuera en celuloide, látex, caucho o cualquier otro elastómero que a la vista ofrecía la textura de la piel y la carne humanas. Reconfortado con el pensamiento de poder poseer siquiera visualmente a Laura, encaminé mis pasos a la planta de los Grandes Almacenes en la que sabía la encontraría.
Allí estaba, la vislumbre a lo lejos, pero observe con disgusto que muy cerca se encontraba una figura que me resultaba extrañamente familiar. Molesto por que hubieran testigos de lo que pretendía que fuera la ofrenda amorosa de mis miradas, me fui acercando lentamente mientras interiormente sentía un extraño calor que me enervaba. Tal como me aproximaba presté atención al cuerpo vecino a Laura. Me sentí aliviado, era otro maniquí, masculino. A primera vista me percaté de algo incongruente, estaba equipado como para comenzar el recorrido de un campo de golf, palos incluidos. ¿Qué pintaba aquel muñeco ataviado deportivamente en una sección de Prêt-à-porter femenino? Seguí acercándome, la familiaridad de la figura que experimenté en la primera visión se fue trocando en sorpresa.
Ya cerca de ambos, he fijado mayormente mi atención en la figura masculina y la sorpresa se ha convertido en asombro. ¡Es él…! Carlos. No hay duda, sus mejillas pulcramente rasuradas, su mentón con ese hoyuelo en la barbilla que las mujeres encuentran tan atractivo. El pelo moreno suavemente rizado con hebras que platean sus patillas, sus hombros anchos con la prolongación de unos brazos musculados rematados por unas manos recias pero bien cuidadas… Si, es Carlos.
He sonreído para mis adentros, si yo besara a esa Laura ¿cómo reaccionaria ese Carlos? He desechado el pensamiento por su puerilidad. La coincidencia -extraña, pero coincidencia- de que dos elementos de atrezzo comercial, tengan tanto parecido con las dos personas que habían tenido tanta importancia en mi vida no tengo que valorarla más que como eso, una casualidad.
No obstante algo me hace sentir un extraño comezón. Me he acercado a Laura, he tocado su mano y me ha parecido notar un movimiento a mis espaldas, me giro rápidamente temiendo verme sorprendido por alguno de los empleados de los almacenes. No hay nadie,
Desecho temores y sigo mi contacto físico con mí muñeca. Mis dedos suben por sus brazos rozándolos apenas, el tacto en las yemas de mis dedos produce en mí una sensación placentera. Llegó a sus hombros, me detengo y poso las palmas de mis manos en ellos, oprimo suavemente… Me parece sentir un leve estremecimiento en la inanimada moña.
Poseído por un extraño y malévolo impulso, abrazo y beso con pasión los labios que se me ofrecen entreabiertos y ante mi estupefacción los supuestos músculos del rostro de la maniquí se contraen dibujando una mueca de disgusto.
Prácticamente en ese instante, siento un fuerte golpe en la nuca. Experimento como una explosión mientras mil luces estrelladas brillan de un modo que soy incapaz de explicarme de dónde ni cómo se han producido. Tengo la sensación de estar dentro de un mal sueño y como en ellos voy cayendo lenta, muy lentamente hacía atrás, y observo como las luces del techo dan paradójicamente vueltas muy rápidas a mí alrededor.
Noto en la boca un sabor ferruginoso y me percato de que estoy yaciendo en el suelo boca arriba, mientras a la altura de mis hombros se va ensanchando una mancha de un líquido espeso de un brillante color carmesí. Estoy cansado, muy cansado; voy a cerrar los ojos y descansar, pero antes quiero dar una mirada a mis acompañantes. Supongo que continuarán inmóviles como corresponde a su condición.
Sorpresivamente observo que el rostro de “Laura” está distendido en una sonrisa sardónica. y el de Carlos, con un frunce que se diría de enojo, mientras en su boca se dibuja un rictus de crueldad y satisfacción al mismo tiempo.
Me invade un dulce y suave sopor que tiene la virtud de relajarme, comienzo a sentirme menos cansado. Inesperadamente mi mente comienza a trabajar vertiginosamente, y pasan ante mí en una rapidísima sucesión de recuerdos que tenía olvidados todas las escenas de los momentos vividos con LAURA y CARLOS.
Mientras un tenue velo de oscuridad se va espesando robándome la luz, reflexiono sobre las casualidades de la vida… ¿o no habrá tales y realmente serán causalidades…?
La France
Aquel verano el regreso a España parecía ir viento en popa. Habíamos atravesado ya el Canal de la Mancha y nuestro opel Corsa parecía flotar mientras surcaba la autopista de Calais a París.
Atrás había quedado un verano en casa de mi suegra y nuestra hija mayor de unos nueve años que se quedaría todo este septiembre con su abuela y sus tíos hasta el comienzo del curso en Castellón. Las tres semanas en la costa de Yorkshire habían resultado lluviosas, como siempre, pero muy relajantes.
Pablo, nuestro hijo de seis años, viajaba silencioso en el asiento posterior, esta vez sin tener que compartirlo con su hermana. Eran las tres de la tarde y, en un ambiente gris, la autopista se deslizaba perezosamente, sin apenas tráfico.
“¿Quieres que conduzca un rato?”
La pregunta me sorprendió doblemente. Primero porque me sacó de la semi modorra de la conducción, y en segundo lugar porque mi mujer odia conducir. Nunca pasó del nerviosismo inicial del aprendiz, tras unos años de conducción aterrada, tiró la toalla, dejó de conducir, aunque ha mantenido su carnet en vigor.
Evalué mi respuesta. Yo estaba cansado y me vendría bien un sueñecito en el asiento reclinable del copiloto. Además, aquella autopista sin problemas y sin tráfico era el terreno ideal para que practicara mi mujer. Dicho y hecho: paré en la primera área de servicio y ella continuó la conducción mientras yo me dormía enseguida.
Nunca supe cuánto tiempo estuve dormido. Lo que sí que recuerdo claramente es el alarmante ruido del cambio de marchas haciendo una reducción salvaje que me despertó de lo profundo del sueño.
“¿Que hay un peaje?” pregunté pensando que a eso se debía la brusca deceleración. No hubo respuesta. Mi mujer seguía aferrada al volante con las dos manos. con los nudillos blancos por el esfuerzo, la vista al frente y la mandíbula apretada. Todo normal, así era como conducía.
Puse vertical el respaldo del asiento y me dispuse a disfrutar del paisaje. Me sentía más descansado, parecía que la siesta había sido prolongada, aunque no quise importunar con esa pregunta a mi esposa: tenía escrito el “do not disturb” en las facciones de la cara.
El paisaje era realmente gris. Aquella tarde las colinas y los ampos del norte de Francia pasaban monótonos junto al coche. Sólo algunos letreros y señales amenizaban el panorama momentáneamente. Más letreros. Distancias en kilómetros. Y de pronto... una duda cruel!
Me pareció que algo no encajaba. Tuve que esperar a los próximos dos letreros para cerciorarme. Ya no tuve duda: Bruselas 350 kilómetros. Mi mujer seguía conduciendo con expresión impenetrable.
Opté por consultar a Pablo. En un susurro y por mi derecha, evitando distraer o alarmar a la conductora, le pregunté
“¿Hemos cambiado de carretera?”
“Yo ya se lo dije, que había un cartel así de grande que ponía PARÍS” replicó el niño entre resignado e indignado.
“¿Y qué te ha contestado?”
“Me dijo: ¡Cállate que estoy conduciendo”.
Otro cartel apareció informando: Bruselas 300 km.
La salida de la autopista, buscar dónde dar la vuelta, consultar los mapas, orientarnos, discutir etc, etc nos llevó una hora larga. Al fin rehicimos el camino y, llegados al punto del desvío, retomamos la ruta de París. Esta vez sí, hacia el sur, conduciendo yo y con los letreros a nuestro favor.
El coche seguía tirando bien. Mi esposa ya no quería hacer de conductora. Íbamos ya de cara a la noche y, para colmo, la radio informaba de un atasco de tráfico monstruoso en los alrededores de París. No sé por qué lo hice, pero decidí seguir un itinerario alternativo, señalizado a la francesa, que prometía llevarme hacia la península sin tocar París. Fue un gran error.
Nunca jamás seguiré ni uno de esos laberínticos itinerarios bis. Ya era noche cerrada y apenas sabíamos por dónde circulábamos. Con la ayuda de una guía Michelin atrasada, encontramos uno de los hoteles de menor categoría de su lista. Creo que era en la región de Brie. Los dueños, que ahora eran argelinos, nos dieron una habitación: Cama doble, un lavabo y cama para el niño. De cuarto de baño nada. Bajamos a cenar mal y caro y, cansados, a la cama.
Pero aquí llegó el problema. ¿Dónde se encontraba el retrete. toilette o cuarto de baño en aquel hotel desierto en que hasta los dueños habían desaparecido?
“Vete tú primero, que luego iré yo”, dijo mi mujer quedándose en la habitación con el niño después de ponerlo a hacer pipí en el lavabo.
Me puse a explorar toda la planta, creo que era el segundo piso, hasta que encontré un cuarto de baño completo al final de un largo pasillo. Pero entonces empezaron las pegas.
El pasillo era larguísimo, tenía una puerta de dos batientes que tenías que empujar y franquear a mitad del recorrido. Por mucho que busqué, sólo encontré un interruptor eléctrico al principio del pasillo, cerca de nuestro cuarto. Era un interruptor automático con temporizador que no te daba tiempo de recorrer todo el pasillo sin apagarse. Tuve que correr, varias veces, hasta llegar con luz al cuarto de baño. Pero una vez allí se apagaba la luz y no veía nada. Para más inri, todo en el baño era azul marino: las paredes, los sanitarios, el lavabo...
Tras varias carreras frenéticas y después de recorrer con la mano las paredes por dentro y fuera del baño, no encontré ningún interruptor que me permitiera encender ninguna luz. Al fin decidí aliviarme en la oscuridad. En el instante en que cerré la puerta del baño y corrí el cerrojo de seguridad, se hizo la luz: el interruptor era el cerrojo!
Volví a nuestra habitación y recibí una iracunda reprimenda por lo que había tardado. Al tratar de explicar lo ocurrido, mi mujer me mandó callar: nada de excusas tontas ni explicaciones. Ahora ella tenía que ir al baño, que ya era muy tarde y estaba cansada.
Me quedé en la habitación con nuestro hijo que ya dormía y pensé: “A ver cómo te las arreglas”.
* * * *
Atrás había quedado un verano en casa de mi suegra y nuestra hija mayor de unos nueve años que se quedaría todo este septiembre con su abuela y sus tíos hasta el comienzo del curso en Castellón. Las tres semanas en la costa de Yorkshire habían resultado lluviosas, como siempre, pero muy relajantes.
Pablo, nuestro hijo de seis años, viajaba silencioso en el asiento posterior, esta vez sin tener que compartirlo con su hermana. Eran las tres de la tarde y, en un ambiente gris, la autopista se deslizaba perezosamente, sin apenas tráfico.
“¿Quieres que conduzca un rato?”
La pregunta me sorprendió doblemente. Primero porque me sacó de la semi modorra de la conducción, y en segundo lugar porque mi mujer odia conducir. Nunca pasó del nerviosismo inicial del aprendiz, tras unos años de conducción aterrada, tiró la toalla, dejó de conducir, aunque ha mantenido su carnet en vigor.
Evalué mi respuesta. Yo estaba cansado y me vendría bien un sueñecito en el asiento reclinable del copiloto. Además, aquella autopista sin problemas y sin tráfico era el terreno ideal para que practicara mi mujer. Dicho y hecho: paré en la primera área de servicio y ella continuó la conducción mientras yo me dormía enseguida.
Nunca supe cuánto tiempo estuve dormido. Lo que sí que recuerdo claramente es el alarmante ruido del cambio de marchas haciendo una reducción salvaje que me despertó de lo profundo del sueño.
“¿Que hay un peaje?” pregunté pensando que a eso se debía la brusca deceleración. No hubo respuesta. Mi mujer seguía aferrada al volante con las dos manos. con los nudillos blancos por el esfuerzo, la vista al frente y la mandíbula apretada. Todo normal, así era como conducía.
Puse vertical el respaldo del asiento y me dispuse a disfrutar del paisaje. Me sentía más descansado, parecía que la siesta había sido prolongada, aunque no quise importunar con esa pregunta a mi esposa: tenía escrito el “do not disturb” en las facciones de la cara.
El paisaje era realmente gris. Aquella tarde las colinas y los ampos del norte de Francia pasaban monótonos junto al coche. Sólo algunos letreros y señales amenizaban el panorama momentáneamente. Más letreros. Distancias en kilómetros. Y de pronto... una duda cruel!
Me pareció que algo no encajaba. Tuve que esperar a los próximos dos letreros para cerciorarme. Ya no tuve duda: Bruselas 350 kilómetros. Mi mujer seguía conduciendo con expresión impenetrable.
Opté por consultar a Pablo. En un susurro y por mi derecha, evitando distraer o alarmar a la conductora, le pregunté
“¿Hemos cambiado de carretera?”
“Yo ya se lo dije, que había un cartel así de grande que ponía PARÍS” replicó el niño entre resignado e indignado.
“¿Y qué te ha contestado?”
“Me dijo: ¡Cállate que estoy conduciendo”.
Otro cartel apareció informando: Bruselas 300 km.
La salida de la autopista, buscar dónde dar la vuelta, consultar los mapas, orientarnos, discutir etc, etc nos llevó una hora larga. Al fin rehicimos el camino y, llegados al punto del desvío, retomamos la ruta de París. Esta vez sí, hacia el sur, conduciendo yo y con los letreros a nuestro favor.
El coche seguía tirando bien. Mi esposa ya no quería hacer de conductora. Íbamos ya de cara a la noche y, para colmo, la radio informaba de un atasco de tráfico monstruoso en los alrededores de París. No sé por qué lo hice, pero decidí seguir un itinerario alternativo, señalizado a la francesa, que prometía llevarme hacia la península sin tocar París. Fue un gran error.
Nunca jamás seguiré ni uno de esos laberínticos itinerarios bis. Ya era noche cerrada y apenas sabíamos por dónde circulábamos. Con la ayuda de una guía Michelin atrasada, encontramos uno de los hoteles de menor categoría de su lista. Creo que era en la región de Brie. Los dueños, que ahora eran argelinos, nos dieron una habitación: Cama doble, un lavabo y cama para el niño. De cuarto de baño nada. Bajamos a cenar mal y caro y, cansados, a la cama.
Pero aquí llegó el problema. ¿Dónde se encontraba el retrete. toilette o cuarto de baño en aquel hotel desierto en que hasta los dueños habían desaparecido?
“Vete tú primero, que luego iré yo”, dijo mi mujer quedándose en la habitación con el niño después de ponerlo a hacer pipí en el lavabo.
Me puse a explorar toda la planta, creo que era el segundo piso, hasta que encontré un cuarto de baño completo al final de un largo pasillo. Pero entonces empezaron las pegas.
El pasillo era larguísimo, tenía una puerta de dos batientes que tenías que empujar y franquear a mitad del recorrido. Por mucho que busqué, sólo encontré un interruptor eléctrico al principio del pasillo, cerca de nuestro cuarto. Era un interruptor automático con temporizador que no te daba tiempo de recorrer todo el pasillo sin apagarse. Tuve que correr, varias veces, hasta llegar con luz al cuarto de baño. Pero una vez allí se apagaba la luz y no veía nada. Para más inri, todo en el baño era azul marino: las paredes, los sanitarios, el lavabo...
Tras varias carreras frenéticas y después de recorrer con la mano las paredes por dentro y fuera del baño, no encontré ningún interruptor que me permitiera encender ninguna luz. Al fin decidí aliviarme en la oscuridad. En el instante en que cerré la puerta del baño y corrí el cerrojo de seguridad, se hizo la luz: el interruptor era el cerrojo!
Volví a nuestra habitación y recibí una iracunda reprimenda por lo que había tardado. Al tratar de explicar lo ocurrido, mi mujer me mandó callar: nada de excusas tontas ni explicaciones. Ahora ella tenía que ir al baño, que ya era muy tarde y estaba cansada.
Me quedé en la habitación con nuestro hijo que ya dormía y pensé: “A ver cómo te las arreglas”.
* * * *
Los zapatos rojos
Abrió los ojos despacio. Vio que entraba luz por debajo de la puerta y los cerró inmediatamente, no fuera que los reyes magos la sorprendieran despierta y no la dejaran su muñeca. No podía dormirse pensando si habían recibido la carta que mamá había escrito. Ella no sabía hacerlo ni sus hermanos tampoco.
En la carta decía que se había portado bien, o casi, sólo que no se terminaba la comida. Prometía comer mejor y terminársela a partir de ahora.
Pensó en cómo sería, sin duda, una muñeca grande, con tirabuzones rubios y unos grandes ojos, con un precioso vestido y unos zapatos rojos como los que llevaba la muñeca que veía todos los días en el escaparate de la esquina, cuando iba de camino a la escuela. ¡Sí! Seguro que sería así. Esto la tranquilizo y se quedó dormida.
Cuando se despertó, con la poca luz que entraba en la habitación, no vio ningún paquete. ¿No le habrían dejado su regalo? Se levantó y se dirigió a la puerta. La abrió despacio para no despertar a sus hermanos. Quería ser la primera en ver los regalos.
Encima de la mesa del comedor, entre el tren de su hermano y el osito de su hermana, había una caja. La abrió y dentro había una muñeca con un bonito vestido largo, con mucho vuelo. Era rubia con el pelo largo. Le levantó las faldas para ver sus zapatos y no pudo reprimir un grito: ¡No tenía zapatos! Ni siquiera tenía piernas. En su lugar una cara de color chocolate y grandes ojos negros la miraban boca abajo. La giró y vio un preciosa negrita de rizos negros y de su cintura surgía un vestido de colores brillantes.
Corrió a la habitación de su padres.
- Papá, mamá los Reyes me han traído un muñeca que no tiene piernas
Su madre la cogió en brazos y le dijo.
- No tiene piernas, pero en cambio tienes dos muñecas. Cuando te canses de jugar con una le das la vueltas y juegas con la otra.
María la miró con tristeza y le contestó
- Pero no tiene pies con zapatos rojos.
En la carta decía que se había portado bien, o casi, sólo que no se terminaba la comida. Prometía comer mejor y terminársela a partir de ahora.
Pensó en cómo sería, sin duda, una muñeca grande, con tirabuzones rubios y unos grandes ojos, con un precioso vestido y unos zapatos rojos como los que llevaba la muñeca que veía todos los días en el escaparate de la esquina, cuando iba de camino a la escuela. ¡Sí! Seguro que sería así. Esto la tranquilizo y se quedó dormida.
Cuando se despertó, con la poca luz que entraba en la habitación, no vio ningún paquete. ¿No le habrían dejado su regalo? Se levantó y se dirigió a la puerta. La abrió despacio para no despertar a sus hermanos. Quería ser la primera en ver los regalos.
Encima de la mesa del comedor, entre el tren de su hermano y el osito de su hermana, había una caja. La abrió y dentro había una muñeca con un bonito vestido largo, con mucho vuelo. Era rubia con el pelo largo. Le levantó las faldas para ver sus zapatos y no pudo reprimir un grito: ¡No tenía zapatos! Ni siquiera tenía piernas. En su lugar una cara de color chocolate y grandes ojos negros la miraban boca abajo. La giró y vio un preciosa negrita de rizos negros y de su cintura surgía un vestido de colores brillantes.
Corrió a la habitación de su padres.
- Papá, mamá los Reyes me han traído un muñeca que no tiene piernas
Su madre la cogió en brazos y le dijo.
- No tiene piernas, pero en cambio tienes dos muñecas. Cuando te canses de jugar con una le das la vueltas y juegas con la otra.
María la miró con tristeza y le contestó
- Pero no tiene pies con zapatos rojos.
A LOS TOROS
Los espectadores
Era un día de primavera precioso. Desde primera hora de la tarde la gente se había congregado en las cercanías del coso de la calle Pérez Galdós; unos dispuestos a ocupar sus lugares en la plaza y disfrutar del festejo; otros nada mas para ver entrar a los toreros y sus cuadrillas, a los caballos del tiro, ricamente enjaezados con gualdrapas de espejuelos y vivos colores, y desde luego, para presenciar el desfile de los afortunados que podían permitirse el lujo, o el capricho, de comprar una entrada. Como en un pacto no escrito, quienes iban a mirar acudían a la plaza por las aceras; los que iban a entrar, ya al cruzar la Ronda Mijares, por en medio de la calle. Los hombres llevaban el traje de los domingos, las mujeres sus mejores galas. Las más presumidas lucían rojos claveles en el pelo; las más atrevidas incluso sombrero cordobés y mantón de Manila al brazo, casi arrastrando los flecos por el suelo.
Si la calle era un hervidero de gente, dentro, en cuanto abrían las puertas, era la locura. Los porteros no daban abasto a cortar las entradas, los almohadilleros despachaban su mercancía a un precio que a todos parecía abusivo... la gente, en fin, iba por el patio como perdida, buscando la escalera que les condujera a su asiento.
Jaime y María, dueños de un puesto en el Mercado Central, habían llegado con tiempo de sobra y se acercaron sin prisa a una de las puertas que indicaban “SOMBRA”. Jaime, de traje gris marengo con chaleco, luciendo en la solapa la insignia del Castellón, buscó en el bolsillo interior de la chaqueta su abultada cartera y, recreándose en la suerte, sacó las dos entradas. El portero, maldiciendo por dentro por la cola que se estaba formando, y sonriendo por fuera lo mejor que podía, les deseó suerte con el espectáculo.
Saludando a cuantas parejas se encontraban a su paso, muchas de cuyas mujeres eran clientas suyas, se dirigieron a sus localidades, las mismas desde hacia algunos años, casi debajo mismo de la presidencia. Desde allí podían ver perfectamente el patio de cuadrillas, en primer plano los diestros ya preparados, en segundo lugar los subalternos, detrás, en fin, todo el cortejo taurino dispuesto para el paseíllo. Jaime encendió el puro que guardaba adrede para la ocasión y se sentó. Mientras, María -una andaluza llegada a la ciudad hacia ya varios años, graciosa como ella sola, pero que todavía no disparaba una en valenciano - pasaba revista a su alrededor, buscando caras conocidas, porque sabia que al día siguiente tocaba aquello de “ya la vi en los toros, ya, que guapa iba”. Todo esto, claro, de pié porque según ella “a estos sitios vienes a ver y a que te vean.”
Los areneros estaban dando los últimos toques al ruedo cuando un murmullo de gente no muy lejos de ellos hizo que María se pusiera de puntillas para mirar y descubriera a la artista.
- Mira Jaime, es Carmen Moreno. ¡Mira que guapa va!
Jaime, sin inmutarse, vio que los alguacilillos ya habían entregado la simbólica llave y cruzaban la plaza al trote hacia la puerta de cuadrillas.
- María, sentat que ja va.
María, obediente, se sentó y sacó su abanico. La plaza, llena a rebosar, estalló en un aplauso cuando los tres matadores aparecieron en el ruedo, sus capotes de paseo bien puestos al hombro y sus trajes de luces brillando al sol de la tarde. Instintivamente Jaime levantó la vista y miró al reloj de la plaza. Eran las cinco en punto. El espectáculo había comenzado.
La artista
Carmen Moreno sabía muy bien que llegaba con el tiempo justo, pero no tenía ninguna prisa. Antes de bajar del coche que la había llevado desde el hotel a la plaza se entretuvo saludando a la gente que todavía esperaba frente a la puerta principal. Muy pronto el tumulto a su alrededor fue lo bastante ruidoso como para que el fotógrafo del único periódico local, que hacia guardia en la entrada de la plaza, se diera cuenta del asunto y disparara su cámara varias veces. Carmen, a quien no se le escapaba una ocasión así, le ofreció su mejor sonrisa. Podía haber entrado con el coche hasta el patio de cuadrillas, pero le gustaba la cercanía controlada de la gente, disfrutaba oyendo los comentarios de las mujeres que envidiaban sus vestidos y sus joyas, sentía placer adivinando en los hombres, todavía, miradas de deseo.
Don Manuel -Manolo para ella- dueño del teatro donde había actuado la noche anterior y donde tenía función también esta noche, bajó del coche y apartando a la gente que se agolpaba alrededor, abrió la puerta para que bajara la cantante. Apenas asomó la cabeza el murmullo creció y se oyeron voces gritando ¡guapa! A sus años - un misterio para casi todos - Carmen seguía sacando partido a su belleza. Entre Manuel y un conserje que había salido de la plaza le abrían paso hacia la puerta principal, pero ella, sonriendo a cuantos intentaban acercarse, no tenía mucha prisa. Sólo Dios -y algunos hombres- sabía los sacrificios que le había costado llegar hasta aquí, y esta era una de las recompensas.
Al llegar al patio de cuadrillas salió a recibirla el empresario de la plaza, un hombre bajito con cara de listo al que costaba trabajo evitar que los ojos se le fueran una y otra vez a la generosa delantera de la artista. Faltaban apenas dos minutos para que diera comienzo la corrida y ya estaba la plaza llena. El empresario les acompaño hasta la puerta del callejón desde donde, por una pequeña escalera, pudieron acceder a sus localidades de barrera. De nuevo el murmullo de la gente hizo aparecer la sonrisa en la cara de la artista, pero Carmen no pudo evitar un sobresalto cuando al girarse hacia la puerta de cuadrillas, donde los toreros se preparaban para el paseíllo, su mirada se cruzó con la de Juan Sevilla “Sevillano”, que, enfundado en un terno tabaco y plata, sujetaba con fuerza el capote de paseo. Fue una fracción de segundo en que el tiempo y la sonrisa quedaron congelados y, como dicen que pasa en el momento de la muerte, la película de muchos años pasó ante sus ojos a una velocidad vertiginosa. La voz de Manuel – Manolo para ella – la volvió a la realidad.
Carmen, siéntate que va a empezar el paseíllo.
Carmen obedeció, pero la tarde ya no era la misma.
El subalterno
Juan Sevilla “Sevillano” se situó inmediatamente detrás de su matador, un muchacho joven con un futuro prometedor. Ahora su sitio estaba en segunda fila, pero unos años atrás era el quien ocupaba el primer lugar. Aunque no había pasado mucho tiempo, ahora lo veía como algo muy lejano. Fueron buenos años que pasaron demasiado deprisa.
Juan, que soñaba desde pequeño con ser matador, salió de su pueblo a los diecisiete años hacia Sevilla dispuesto a abrirse paso en el mundo de los toros. No lo tuvo fácil, pasó hambre, trabajó en los oficios mas variados, durmió muchas noches en la puerta de la Maestranza y por fin tuvo una oportunidad sustituyendo a un sobresaliente en una novillada sin picadores. La tarde estuvo floja pero el se lució en los dos pares de banderillas que pudo poner. El público aplaudió y al menos dos personas se fijaron en el, en su abundante pelo negro ensortijado, en sus ojos claros que destacaban en la piel morena de la cara, en sus poderosos muslos muy marcados por una taleguilla alquilada que le quedaba demasiado pequeña. Una de estas personas era un famoso abogado sevillano, un cincuentón presumido, conocido en toda la ciudad por su afición a los toreros jóvenes y a los bailaores de flamenco; la otra persona, con las mismas aficiones, era la famosa tonadillera Carmen Moreno. Los dos le ofrecieron cosas parecidas a cambio de lo mismo, y ganó Carmen. Lo que empezó siendo un capricho pasajero se convirtió con el tiempo para Juan en una relación poco menos que comercial. Carmen usó sus amistades y consiguió para el torero las primeras capeas donde entrenarse, después un apoderado y por fin algunas novilladas; Juan, a cambio, los días que no toreaba le brindaba sus mejores faenas. Los dos sabían que era una relación sin futuro y los dos pasaban por alto las numerosas aventuras del otro. Todo fue bien durante un tiempo, hasta que Juan conoció a Marisa, una guapa muchacha de su edad, hija de un famoso cirujano, y decidió empezar con ella una relación en serio. Para entonces ya había tomado la alternativa, se había hecho un hueco en el escalafón y ya no necesitaba a Carmen para conseguir contratos. Decidió dejarla, pero la artista, acostumbrada a ser ella quien mandara en las relaciones, no lo aceptó. Primero intentó que Juan dejara a Marisa, después le recordó lo mucho que le debía, le hizo sentir culpable y como último recurso le propuso seguir viéndose solo de vez en cuando. Juan cedió con la intención de ir espaciando esos encuentros hasta dar por terminada la relación, pero Carmen no se dejaba engañar fácilmente y procuró que Marisa se enterara y rompiera su compromiso con el torero. Juan dejó definitivamente a Carmen y a partir de este momento fue como si una maldición hubiera caído sobre él. Primero una cornada en una plaza americana y después una fractura en un brazo por una caída tonta le mantuvieron alejado de los ruedos durante dos temporadas. La vuelta no fue fácil y aunque para entonces Carmen ya tenía un nuevo protegido, pudo comprobar que no se había olvidado de él. Su nombre no volvió a figurar en los carteles de las ferias más importantes. Su vida profesional naufragaba entre algunas corridas en plazas de poca categoría, algunas llamadas para sustituciones de última hora y por fin el olvido. Ahora se ganaba la vida como subalterno a las órdenes de una figura que despuntaba, como el mismo unos años antes.
La gente señalaba hacia un punto concreto de la plaza y Juan miró hacia allí. Los ojos de Carmen se clavaron en los suyos y en ese mismo instante supo que algo iría mal aquella tarde. En el reloj faltaba apenas un minuto para las cinco cuando el matador se giró para comprobar que la cuadrilla estaba en su sitio. Al mirarlo Juan sintió un escalofrío y solo pudo desearle suerte.
El paseíllo iba a comenzar.
El matador
A sus veinte años recién cumplidos Miguel Sánchez estaba dispuesto a triunfar en la primera corrida de su segunda temporada como matador. Desde la semisombra del patio de cuadrillas se asomaba a una plaza desconocida para él. Enfrente, el palco de la presidencia; a su derecha la puerta que solo se abre cuando algún matador sale a hombros; a la izquierda, las puertas de toriles, por donde habrían de aparecer sus dos oportunidades de triunfo.
Su apoderado había insistido en que era esencial empezar bien la temporada, en que esta feria, aunque modesta, tenia repercusión en todo el país porque era la primera del año y que dos orejas aquí aseguraban contratos en otras ferias mas importantes. Y el joven matador, que tenía fe ciega en su apoderado, estaba dispuesto a dejarse la piel en el intento.
Miguel, el más moderno de la terna, estaba pendiente de los dos matadores más veteranos. Pensaba si ellos, después de tantos años de profesión, todavía sentirían el mismo miedo que el sentía ahora mismo. Pero recordaba que alguien le había dicho algún día que eso era precisamente lo que hacia especial a un torero, el miedo que se mezclaba con el placer cuando eras capaz de dominar a una bestia de quinientos kilos, un miedo que se ahogaba con los aplausos del público a un pase bien dado, con la música de un pasodoble o un ¡ole! gritado justo a tiempo. Pero un miedo que no desaparecía hasta que el último toro de la tarde era arrastrado por las mulillas camino del desolladero. Y era verdad. Nadie que no fuera un inconsciente diría que no siente miedo ante un toro, pero ahí esta el poder del torero, en convertir ese miedo en prudencia, en mezclar una dosis de miedo con otra de valor y disfrutar de la faena. Así es como le habían enseñado que se llega al triunfo y ese era el camino que quería seguir.
El ambiente de la plaza era festivo, la tarde soleada y detrás tenía a “Sevillano”, su hombre de confianza: ¿qué más podía pedir? Alguien comentó que faltaban apenas dos minutos para las cinco. Miguel, con un movimiento reflejo se llevó la mano al pecho y se acarició la medalla que llevaba prendida en la corbata. El pensamiento voló por un momento a su casa y pensó en su madre. Acercándose a sus compañeros de terna les deseó suerte y volvió a su lugar en la formación. Miró hacia atrás para comprobar que toda la cuadrilla estaba en su sitio y le pareció ver que Juan estaba demasiado serio. Desechó cualquier mal pensamiento y se santiguó dando un paso adelante. El reloj señalaba las cinco en punto.
El paseíllo iba a comenzar.
La madre
Las tardes en que su hijo toreaba, Dolores no estaba para nadie. Después de la comida familiar, después de recoger la cocina y dejarlo todo en orden, después de repasar toda la casa por un “por si acaso” que temía desde que el niño debutó en su primera novillada, después de todo esto, Dolores se sentaba en la mecedora a esperar hasta las cinco en punto. A su izquierda, sobre una mesita auxiliar adornada con un precioso mantelito de ganchillo, la radio, sintonizada en Radio Nacional, apagada hasta la hora de las noticias; a su derecha, como una mancha negra en la pared, el teléfono.
La familia sabía que al menos hasta las ocho, hora en que la corrida habría terminado, no debían molestarla. Los hijos habían salido con sus amigos, el marido iba de la terraza al jardín y volvía a la terraza, siempre sin hablar, y en cada viaje recogía unas hojas secas, arrancaba alguna flor marchita o regaba algunas plantas que posiblemente no lo necesitaban.
Dolores no había querido ir nunca a la plaza a ver a su hijo. Ya desde pequeño, cuando un día dijo que quería ser torero y después de adolescente, cuando salía con su capa a dar dos pases a unas vacas que se las sabían todas, Dolores había intentado quitarle la afición. Pero pronto se dio cuenta de que aquello no era un capricho pasajero y tuvo que rendirse a la evidencia, callar y sufrir, algo a lo que no se acostumbra uno nunca. La recompensa era ver a Miguel contento e ilusionado con su carrera.
A las cinco en punto, en una ceremonia que repetía invariablemente cada tarde de corrida, Dolores se levantaba y se dirigía con paso tranquilo hacia su dormitorio, abría el primer cajón del tocador y sacaba una preciosa caja de madera donde guardaba las estampas, las cerillas y las mariposas de luz. Después se entretenía en colocar cada estampa en su sitio, siempre igual, quien sabe si las vírgenes y los santos dispuestos según su capacidad protectora, cada uno con su lamparita de aceite encendida delante.
Después, con el rosario en las manos, se sentaba a esperar a que su hijo, ya desde el hotel, llamara confirmando que todo había ido bien. Y hoy algo le decía que la llamada iba a ser distinta.
LA COGIDA
El sexto de la tarde estaba a punto de salir por la puerta de toriles. En su primer toro, un manso de solemnidad, no había tenido ocasión de lucirse y no podía dejar pasar otra oportunidad de triunfo. Miguel estaba dispuesto a darlo todo en este último toro de la tarde y así se lo dijo a Sevillano, que asintió con gesto serio. Todo iba bien hasta el tercer par de banderillas. Miguel arriesgó demasiado, calculó mal la distancia y el toro le ganó el terreno y le dio un revolcón que por fortuna no fue más que un golpe. Sevillano, siempre pendiente de su maestro, corrió a ayudarle y el toro hizo por el y le corneó en el muslo. La herida sangraba abundantemente y mientras las asistencias lo llevaban por el callejón hacia la enfermería miró hacia Carmen y pudo ver como las lágrimas asomaban a sus ojos. Ya no vio más.
Por la noche, en el teatro, Carmen pidió al público un aplauso para Juan mientras, a muchos kilómetros de allí, Dolores pasaba las cuentas del rosario de manera casi automática, con el pensamiento puesto en otra parte. Miguel, que junto con la cuadrilla velaba el cuerpo del torero, pudo ver como de madrugada, vestida de negro riguroso, Carmen se acercó a dar su último adiós a aquel a quien había arruinado la vida y al que ahora, demasiado tarde, se daba cuenta de que había querido como a ningún otro. Cuando se acerco a despedirse de Miguel se fundieron en un abrazo y Carmen tembló al sentir la fuerza de unos brazos jóvenes y el roce de unos labios de hombre en la mejilla. Su pensamiento voló otra vez al encuentro de un torero joven de pelo rizado y ojos claros, vestido con un traje de alquiler que le quedaba demasiado pequeño. Miguel pudo oír como a Carmen se le escapaba un “no, otra vez no” antes de separarse de el y salir demasiado deprisa hacia el coche que la esperaba en la puerta.
Paco Durán
Era un día de primavera precioso. Desde primera hora de la tarde la gente se había congregado en las cercanías del coso de la calle Pérez Galdós; unos dispuestos a ocupar sus lugares en la plaza y disfrutar del festejo; otros nada mas para ver entrar a los toreros y sus cuadrillas, a los caballos del tiro, ricamente enjaezados con gualdrapas de espejuelos y vivos colores, y desde luego, para presenciar el desfile de los afortunados que podían permitirse el lujo, o el capricho, de comprar una entrada. Como en un pacto no escrito, quienes iban a mirar acudían a la plaza por las aceras; los que iban a entrar, ya al cruzar la Ronda Mijares, por en medio de la calle. Los hombres llevaban el traje de los domingos, las mujeres sus mejores galas. Las más presumidas lucían rojos claveles en el pelo; las más atrevidas incluso sombrero cordobés y mantón de Manila al brazo, casi arrastrando los flecos por el suelo.
Si la calle era un hervidero de gente, dentro, en cuanto abrían las puertas, era la locura. Los porteros no daban abasto a cortar las entradas, los almohadilleros despachaban su mercancía a un precio que a todos parecía abusivo... la gente, en fin, iba por el patio como perdida, buscando la escalera que les condujera a su asiento.
Jaime y María, dueños de un puesto en el Mercado Central, habían llegado con tiempo de sobra y se acercaron sin prisa a una de las puertas que indicaban “SOMBRA”. Jaime, de traje gris marengo con chaleco, luciendo en la solapa la insignia del Castellón, buscó en el bolsillo interior de la chaqueta su abultada cartera y, recreándose en la suerte, sacó las dos entradas. El portero, maldiciendo por dentro por la cola que se estaba formando, y sonriendo por fuera lo mejor que podía, les deseó suerte con el espectáculo.
Saludando a cuantas parejas se encontraban a su paso, muchas de cuyas mujeres eran clientas suyas, se dirigieron a sus localidades, las mismas desde hacia algunos años, casi debajo mismo de la presidencia. Desde allí podían ver perfectamente el patio de cuadrillas, en primer plano los diestros ya preparados, en segundo lugar los subalternos, detrás, en fin, todo el cortejo taurino dispuesto para el paseíllo. Jaime encendió el puro que guardaba adrede para la ocasión y se sentó. Mientras, María -una andaluza llegada a la ciudad hacia ya varios años, graciosa como ella sola, pero que todavía no disparaba una en valenciano - pasaba revista a su alrededor, buscando caras conocidas, porque sabia que al día siguiente tocaba aquello de “ya la vi en los toros, ya, que guapa iba”. Todo esto, claro, de pié porque según ella “a estos sitios vienes a ver y a que te vean.”
Los areneros estaban dando los últimos toques al ruedo cuando un murmullo de gente no muy lejos de ellos hizo que María se pusiera de puntillas para mirar y descubriera a la artista.
- Mira Jaime, es Carmen Moreno. ¡Mira que guapa va!
Jaime, sin inmutarse, vio que los alguacilillos ya habían entregado la simbólica llave y cruzaban la plaza al trote hacia la puerta de cuadrillas.
- María, sentat que ja va.
María, obediente, se sentó y sacó su abanico. La plaza, llena a rebosar, estalló en un aplauso cuando los tres matadores aparecieron en el ruedo, sus capotes de paseo bien puestos al hombro y sus trajes de luces brillando al sol de la tarde. Instintivamente Jaime levantó la vista y miró al reloj de la plaza. Eran las cinco en punto. El espectáculo había comenzado.
La artista
Carmen Moreno sabía muy bien que llegaba con el tiempo justo, pero no tenía ninguna prisa. Antes de bajar del coche que la había llevado desde el hotel a la plaza se entretuvo saludando a la gente que todavía esperaba frente a la puerta principal. Muy pronto el tumulto a su alrededor fue lo bastante ruidoso como para que el fotógrafo del único periódico local, que hacia guardia en la entrada de la plaza, se diera cuenta del asunto y disparara su cámara varias veces. Carmen, a quien no se le escapaba una ocasión así, le ofreció su mejor sonrisa. Podía haber entrado con el coche hasta el patio de cuadrillas, pero le gustaba la cercanía controlada de la gente, disfrutaba oyendo los comentarios de las mujeres que envidiaban sus vestidos y sus joyas, sentía placer adivinando en los hombres, todavía, miradas de deseo.
Don Manuel -Manolo para ella- dueño del teatro donde había actuado la noche anterior y donde tenía función también esta noche, bajó del coche y apartando a la gente que se agolpaba alrededor, abrió la puerta para que bajara la cantante. Apenas asomó la cabeza el murmullo creció y se oyeron voces gritando ¡guapa! A sus años - un misterio para casi todos - Carmen seguía sacando partido a su belleza. Entre Manuel y un conserje que había salido de la plaza le abrían paso hacia la puerta principal, pero ella, sonriendo a cuantos intentaban acercarse, no tenía mucha prisa. Sólo Dios -y algunos hombres- sabía los sacrificios que le había costado llegar hasta aquí, y esta era una de las recompensas.
Al llegar al patio de cuadrillas salió a recibirla el empresario de la plaza, un hombre bajito con cara de listo al que costaba trabajo evitar que los ojos se le fueran una y otra vez a la generosa delantera de la artista. Faltaban apenas dos minutos para que diera comienzo la corrida y ya estaba la plaza llena. El empresario les acompaño hasta la puerta del callejón desde donde, por una pequeña escalera, pudieron acceder a sus localidades de barrera. De nuevo el murmullo de la gente hizo aparecer la sonrisa en la cara de la artista, pero Carmen no pudo evitar un sobresalto cuando al girarse hacia la puerta de cuadrillas, donde los toreros se preparaban para el paseíllo, su mirada se cruzó con la de Juan Sevilla “Sevillano”, que, enfundado en un terno tabaco y plata, sujetaba con fuerza el capote de paseo. Fue una fracción de segundo en que el tiempo y la sonrisa quedaron congelados y, como dicen que pasa en el momento de la muerte, la película de muchos años pasó ante sus ojos a una velocidad vertiginosa. La voz de Manuel – Manolo para ella – la volvió a la realidad.
Carmen, siéntate que va a empezar el paseíllo.
Carmen obedeció, pero la tarde ya no era la misma.
El subalterno
Juan Sevilla “Sevillano” se situó inmediatamente detrás de su matador, un muchacho joven con un futuro prometedor. Ahora su sitio estaba en segunda fila, pero unos años atrás era el quien ocupaba el primer lugar. Aunque no había pasado mucho tiempo, ahora lo veía como algo muy lejano. Fueron buenos años que pasaron demasiado deprisa.
Juan, que soñaba desde pequeño con ser matador, salió de su pueblo a los diecisiete años hacia Sevilla dispuesto a abrirse paso en el mundo de los toros. No lo tuvo fácil, pasó hambre, trabajó en los oficios mas variados, durmió muchas noches en la puerta de la Maestranza y por fin tuvo una oportunidad sustituyendo a un sobresaliente en una novillada sin picadores. La tarde estuvo floja pero el se lució en los dos pares de banderillas que pudo poner. El público aplaudió y al menos dos personas se fijaron en el, en su abundante pelo negro ensortijado, en sus ojos claros que destacaban en la piel morena de la cara, en sus poderosos muslos muy marcados por una taleguilla alquilada que le quedaba demasiado pequeña. Una de estas personas era un famoso abogado sevillano, un cincuentón presumido, conocido en toda la ciudad por su afición a los toreros jóvenes y a los bailaores de flamenco; la otra persona, con las mismas aficiones, era la famosa tonadillera Carmen Moreno. Los dos le ofrecieron cosas parecidas a cambio de lo mismo, y ganó Carmen. Lo que empezó siendo un capricho pasajero se convirtió con el tiempo para Juan en una relación poco menos que comercial. Carmen usó sus amistades y consiguió para el torero las primeras capeas donde entrenarse, después un apoderado y por fin algunas novilladas; Juan, a cambio, los días que no toreaba le brindaba sus mejores faenas. Los dos sabían que era una relación sin futuro y los dos pasaban por alto las numerosas aventuras del otro. Todo fue bien durante un tiempo, hasta que Juan conoció a Marisa, una guapa muchacha de su edad, hija de un famoso cirujano, y decidió empezar con ella una relación en serio. Para entonces ya había tomado la alternativa, se había hecho un hueco en el escalafón y ya no necesitaba a Carmen para conseguir contratos. Decidió dejarla, pero la artista, acostumbrada a ser ella quien mandara en las relaciones, no lo aceptó. Primero intentó que Juan dejara a Marisa, después le recordó lo mucho que le debía, le hizo sentir culpable y como último recurso le propuso seguir viéndose solo de vez en cuando. Juan cedió con la intención de ir espaciando esos encuentros hasta dar por terminada la relación, pero Carmen no se dejaba engañar fácilmente y procuró que Marisa se enterara y rompiera su compromiso con el torero. Juan dejó definitivamente a Carmen y a partir de este momento fue como si una maldición hubiera caído sobre él. Primero una cornada en una plaza americana y después una fractura en un brazo por una caída tonta le mantuvieron alejado de los ruedos durante dos temporadas. La vuelta no fue fácil y aunque para entonces Carmen ya tenía un nuevo protegido, pudo comprobar que no se había olvidado de él. Su nombre no volvió a figurar en los carteles de las ferias más importantes. Su vida profesional naufragaba entre algunas corridas en plazas de poca categoría, algunas llamadas para sustituciones de última hora y por fin el olvido. Ahora se ganaba la vida como subalterno a las órdenes de una figura que despuntaba, como el mismo unos años antes.
La gente señalaba hacia un punto concreto de la plaza y Juan miró hacia allí. Los ojos de Carmen se clavaron en los suyos y en ese mismo instante supo que algo iría mal aquella tarde. En el reloj faltaba apenas un minuto para las cinco cuando el matador se giró para comprobar que la cuadrilla estaba en su sitio. Al mirarlo Juan sintió un escalofrío y solo pudo desearle suerte.
El paseíllo iba a comenzar.
El matador
A sus veinte años recién cumplidos Miguel Sánchez estaba dispuesto a triunfar en la primera corrida de su segunda temporada como matador. Desde la semisombra del patio de cuadrillas se asomaba a una plaza desconocida para él. Enfrente, el palco de la presidencia; a su derecha la puerta que solo se abre cuando algún matador sale a hombros; a la izquierda, las puertas de toriles, por donde habrían de aparecer sus dos oportunidades de triunfo.
Su apoderado había insistido en que era esencial empezar bien la temporada, en que esta feria, aunque modesta, tenia repercusión en todo el país porque era la primera del año y que dos orejas aquí aseguraban contratos en otras ferias mas importantes. Y el joven matador, que tenía fe ciega en su apoderado, estaba dispuesto a dejarse la piel en el intento.
Miguel, el más moderno de la terna, estaba pendiente de los dos matadores más veteranos. Pensaba si ellos, después de tantos años de profesión, todavía sentirían el mismo miedo que el sentía ahora mismo. Pero recordaba que alguien le había dicho algún día que eso era precisamente lo que hacia especial a un torero, el miedo que se mezclaba con el placer cuando eras capaz de dominar a una bestia de quinientos kilos, un miedo que se ahogaba con los aplausos del público a un pase bien dado, con la música de un pasodoble o un ¡ole! gritado justo a tiempo. Pero un miedo que no desaparecía hasta que el último toro de la tarde era arrastrado por las mulillas camino del desolladero. Y era verdad. Nadie que no fuera un inconsciente diría que no siente miedo ante un toro, pero ahí esta el poder del torero, en convertir ese miedo en prudencia, en mezclar una dosis de miedo con otra de valor y disfrutar de la faena. Así es como le habían enseñado que se llega al triunfo y ese era el camino que quería seguir.
El ambiente de la plaza era festivo, la tarde soleada y detrás tenía a “Sevillano”, su hombre de confianza: ¿qué más podía pedir? Alguien comentó que faltaban apenas dos minutos para las cinco. Miguel, con un movimiento reflejo se llevó la mano al pecho y se acarició la medalla que llevaba prendida en la corbata. El pensamiento voló por un momento a su casa y pensó en su madre. Acercándose a sus compañeros de terna les deseó suerte y volvió a su lugar en la formación. Miró hacia atrás para comprobar que toda la cuadrilla estaba en su sitio y le pareció ver que Juan estaba demasiado serio. Desechó cualquier mal pensamiento y se santiguó dando un paso adelante. El reloj señalaba las cinco en punto.
El paseíllo iba a comenzar.
La madre
Las tardes en que su hijo toreaba, Dolores no estaba para nadie. Después de la comida familiar, después de recoger la cocina y dejarlo todo en orden, después de repasar toda la casa por un “por si acaso” que temía desde que el niño debutó en su primera novillada, después de todo esto, Dolores se sentaba en la mecedora a esperar hasta las cinco en punto. A su izquierda, sobre una mesita auxiliar adornada con un precioso mantelito de ganchillo, la radio, sintonizada en Radio Nacional, apagada hasta la hora de las noticias; a su derecha, como una mancha negra en la pared, el teléfono.
La familia sabía que al menos hasta las ocho, hora en que la corrida habría terminado, no debían molestarla. Los hijos habían salido con sus amigos, el marido iba de la terraza al jardín y volvía a la terraza, siempre sin hablar, y en cada viaje recogía unas hojas secas, arrancaba alguna flor marchita o regaba algunas plantas que posiblemente no lo necesitaban.
Dolores no había querido ir nunca a la plaza a ver a su hijo. Ya desde pequeño, cuando un día dijo que quería ser torero y después de adolescente, cuando salía con su capa a dar dos pases a unas vacas que se las sabían todas, Dolores había intentado quitarle la afición. Pero pronto se dio cuenta de que aquello no era un capricho pasajero y tuvo que rendirse a la evidencia, callar y sufrir, algo a lo que no se acostumbra uno nunca. La recompensa era ver a Miguel contento e ilusionado con su carrera.
A las cinco en punto, en una ceremonia que repetía invariablemente cada tarde de corrida, Dolores se levantaba y se dirigía con paso tranquilo hacia su dormitorio, abría el primer cajón del tocador y sacaba una preciosa caja de madera donde guardaba las estampas, las cerillas y las mariposas de luz. Después se entretenía en colocar cada estampa en su sitio, siempre igual, quien sabe si las vírgenes y los santos dispuestos según su capacidad protectora, cada uno con su lamparita de aceite encendida delante.
Después, con el rosario en las manos, se sentaba a esperar a que su hijo, ya desde el hotel, llamara confirmando que todo había ido bien. Y hoy algo le decía que la llamada iba a ser distinta.
LA COGIDA
El sexto de la tarde estaba a punto de salir por la puerta de toriles. En su primer toro, un manso de solemnidad, no había tenido ocasión de lucirse y no podía dejar pasar otra oportunidad de triunfo. Miguel estaba dispuesto a darlo todo en este último toro de la tarde y así se lo dijo a Sevillano, que asintió con gesto serio. Todo iba bien hasta el tercer par de banderillas. Miguel arriesgó demasiado, calculó mal la distancia y el toro le ganó el terreno y le dio un revolcón que por fortuna no fue más que un golpe. Sevillano, siempre pendiente de su maestro, corrió a ayudarle y el toro hizo por el y le corneó en el muslo. La herida sangraba abundantemente y mientras las asistencias lo llevaban por el callejón hacia la enfermería miró hacia Carmen y pudo ver como las lágrimas asomaban a sus ojos. Ya no vio más.
Por la noche, en el teatro, Carmen pidió al público un aplauso para Juan mientras, a muchos kilómetros de allí, Dolores pasaba las cuentas del rosario de manera casi automática, con el pensamiento puesto en otra parte. Miguel, que junto con la cuadrilla velaba el cuerpo del torero, pudo ver como de madrugada, vestida de negro riguroso, Carmen se acercó a dar su último adiós a aquel a quien había arruinado la vida y al que ahora, demasiado tarde, se daba cuenta de que había querido como a ningún otro. Cuando se acerco a despedirse de Miguel se fundieron en un abrazo y Carmen tembló al sentir la fuerza de unos brazos jóvenes y el roce de unos labios de hombre en la mejilla. Su pensamiento voló otra vez al encuentro de un torero joven de pelo rizado y ojos claros, vestido con un traje de alquiler que le quedaba demasiado pequeño. Miguel pudo oír como a Carmen se le escapaba un “no, otra vez no” antes de separarse de el y salir demasiado deprisa hacia el coche que la esperaba en la puerta.
Paco Durán
domingo, 29 de noviembre de 2009
PASEO PELIGROSO
Muy señor mío,
En primer lugar quisiera dar la enhorabuena al equipo del Alcalde de Benicàssim por el importante trazado de carriles-bici que ha realizado, tanto en el pueblo como en sus alrededores, lo cuál contribuye a la seguridad del ciclista, del conductor y del peatón.
Sin embargo, como peatón, quisiera referirme al Paseo Marítimo entre el Torreón y el Hotel Voramar. Al decidir pasear por este bello lugar, el peatón arriesga su integridad física.
Como saben los lectores, es un paseo que invita a admirar, por un lado el mar y por el otro, las antiguas villas con su encanto de épocas pasadas. A mí, como peatón, me gusta pasear libremente por el paseo. Quiero sentarme unos minutos en el muro de la playa y también quiero acercarme a leer la pequeña historia de alguna villa.
Pero, y centrándome en el tema de los carriles-bici, el paseo que describo y anhelo es absolutamente imposible. El peatón que valora la susodicha integridad física debe pasear en una línea recta, sin moverse ni hacia un lado ni hacia el otro, debido a la inexistencia de un carril-bici o de la prohibición total de circular en bicicleta por este paseo.
Los peatones sufrimos un peligro real por los ciclistas que se acercan por detrás, tal vez en ese instante que a uno le apetece moverse a un lado o a otro, acercarse al mar o a las villas. Las bicicletas se acercan por detrás, silenciosamente, zig-zageando y llegando a rozar a los confiados paseantes.
La solución es bien sencilla. Dos líneas paralelas pintadas en el suelo permitirían al ciclista disfrutar de su paseo, al peatón de lo suyo, y, a la vez, protegería a éste del peligro real de un atropello, tal vez fatal.
Adjunto dos fotografías de esta tan sencilla solución adoptada en el paseo de la playa de la Concha en San Sebastián, dando, como verán, preferencia al peatón.
Es hora de actuar ya, antes de que haya una desgracia.
Atentamente,
BK
En primer lugar quisiera dar la enhorabuena al equipo del Alcalde de Benicàssim por el importante trazado de carriles-bici que ha realizado, tanto en el pueblo como en sus alrededores, lo cuál contribuye a la seguridad del ciclista, del conductor y del peatón.
Sin embargo, como peatón, quisiera referirme al Paseo Marítimo entre el Torreón y el Hotel Voramar. Al decidir pasear por este bello lugar, el peatón arriesga su integridad física.
Como saben los lectores, es un paseo que invita a admirar, por un lado el mar y por el otro, las antiguas villas con su encanto de épocas pasadas. A mí, como peatón, me gusta pasear libremente por el paseo. Quiero sentarme unos minutos en el muro de la playa y también quiero acercarme a leer la pequeña historia de alguna villa.
Pero, y centrándome en el tema de los carriles-bici, el paseo que describo y anhelo es absolutamente imposible. El peatón que valora la susodicha integridad física debe pasear en una línea recta, sin moverse ni hacia un lado ni hacia el otro, debido a la inexistencia de un carril-bici o de la prohibición total de circular en bicicleta por este paseo.
Los peatones sufrimos un peligro real por los ciclistas que se acercan por detrás, tal vez en ese instante que a uno le apetece moverse a un lado o a otro, acercarse al mar o a las villas. Las bicicletas se acercan por detrás, silenciosamente, zig-zageando y llegando a rozar a los confiados paseantes.
La solución es bien sencilla. Dos líneas paralelas pintadas en el suelo permitirían al ciclista disfrutar de su paseo, al peatón de lo suyo, y, a la vez, protegería a éste del peligro real de un atropello, tal vez fatal.
Adjunto dos fotografías de esta tan sencilla solución adoptada en el paseo de la playa de la Concha en San Sebastián, dando, como verán, preferencia al peatón.
Es hora de actuar ya, antes de que haya una desgracia.
Atentamente,
BK
El lago de los cisnes
Sr. DIRECTOR DEL VOCERO SEMI-URBANO.
Castellón
Inicialmente agradecer del diario de su digna dirección, la publicación de este escrito al tiempo que aprovecho para felicitar a la sección de Información cultural por su acertada programación, así como sus valiosas y autorizadas recomendaciones sobre los espacios y espectáculos a visitar en nuestra Capital y Provincia.
Siguiendo una de estas recomendaciones, el viernes pasado asistí a la representación del ballet “El lago de los cisnes” y algo de lo ocurrido durante la función del mismo motiva este mensaje.
Habitualmente la sección de “Cartas al Director” aparece trufada de críticas/alabanzas a estamentos u organizaciones, públicas o privadas. Raramente en cambio se ven reflexiones sobre nuestro comportamiento y casi nunca sobre mí comportamiento.
Lo que voy a denunciar a continuación tiene poco con ver declaraciones grandilocuentes o aparatosas manifestaciones publico-político-económico-ecológicas como viene siendo al uso. Simplemente pretendo que se refiera a algo tan elemental como la corrección en nuestros comportamientos.
Estamos ante el Teatro, afluencia variopinta de personal. Intercambio de saludos. Comenzamos el acceso al local. Grato ambiente, aforo completo. Ya aposentados en nuestras butacas, aviso del inicio de la sesión; advertencia de apagar los teléfonos móviles. Desciende suavemente la luz. Comienza la magia de la música, la obertura marca el tempo trasladándonos a un escenario bucólico en el que se marcan los primeros pasos de la danza. De pronto, un fogonazo ilumina instantáneamente unas butacas de Paraíso, me sorprendo. Siguen las evoluciones de los bailarines. Aplausos, (tal vez improcedentes). Más flashes. Mi anterior sorpresa se repite y se agrava con un inicio de molestia. Pienso; “No tengo ni idea de lo que marca el derecho sobre la propiedad de imagen en un espectáculo”. Más disparos fotográficos. Aumenta mi incomodo mientras sigo pensando si se podrán considerar públicas o privadas las imágenes tomadas. En cualquier caso, los ocasionales “fotógrafos” tan impertinentes como incompetentes (ya que dudo de que logren ninguna fotografía medianamente decente) deberían pensar en los demás. Más fotos, hasta doce que yo constate. Me siento francamente enfadado.
Y aquí es donde pregunto y ruego se traslade a quien proceda. ¿Es necesario que se nos tenga que indicar personalmente qué y cuándo somos incorrectos?
Hago un llamamiento al sentido común de las personas. Y a la reflexión de que todos deberíamos saber que no sería necesario el “Prohibido… prohibir” si tenemos en cuenta que nuestro deseo o apetencia puede no coincidir con el de nuestros semejantes. Y que tenemos escaso derecho a imponérselos y amplio deber de ser respetuosos.
LUIS ESCOBAR MÉNDEZ
DNI: 20.432.177 x
C/ Ancha de Castilla, 27
12005 Castellón - Tfno. 6oo.32x.xz7
Castellón
Inicialmente agradecer del diario de su digna dirección, la publicación de este escrito al tiempo que aprovecho para felicitar a la sección de Información cultural por su acertada programación, así como sus valiosas y autorizadas recomendaciones sobre los espacios y espectáculos a visitar en nuestra Capital y Provincia.
Siguiendo una de estas recomendaciones, el viernes pasado asistí a la representación del ballet “El lago de los cisnes” y algo de lo ocurrido durante la función del mismo motiva este mensaje.
Habitualmente la sección de “Cartas al Director” aparece trufada de críticas/alabanzas a estamentos u organizaciones, públicas o privadas. Raramente en cambio se ven reflexiones sobre nuestro comportamiento y casi nunca sobre mí comportamiento.
Lo que voy a denunciar a continuación tiene poco con ver declaraciones grandilocuentes o aparatosas manifestaciones publico-político-económico-ecológicas como viene siendo al uso. Simplemente pretendo que se refiera a algo tan elemental como la corrección en nuestros comportamientos.
Estamos ante el Teatro, afluencia variopinta de personal. Intercambio de saludos. Comenzamos el acceso al local. Grato ambiente, aforo completo. Ya aposentados en nuestras butacas, aviso del inicio de la sesión; advertencia de apagar los teléfonos móviles. Desciende suavemente la luz. Comienza la magia de la música, la obertura marca el tempo trasladándonos a un escenario bucólico en el que se marcan los primeros pasos de la danza. De pronto, un fogonazo ilumina instantáneamente unas butacas de Paraíso, me sorprendo. Siguen las evoluciones de los bailarines. Aplausos, (tal vez improcedentes). Más flashes. Mi anterior sorpresa se repite y se agrava con un inicio de molestia. Pienso; “No tengo ni idea de lo que marca el derecho sobre la propiedad de imagen en un espectáculo”. Más disparos fotográficos. Aumenta mi incomodo mientras sigo pensando si se podrán considerar públicas o privadas las imágenes tomadas. En cualquier caso, los ocasionales “fotógrafos” tan impertinentes como incompetentes (ya que dudo de que logren ninguna fotografía medianamente decente) deberían pensar en los demás. Más fotos, hasta doce que yo constate. Me siento francamente enfadado.
Y aquí es donde pregunto y ruego se traslade a quien proceda. ¿Es necesario que se nos tenga que indicar personalmente qué y cuándo somos incorrectos?
Hago un llamamiento al sentido común de las personas. Y a la reflexión de que todos deberíamos saber que no sería necesario el “Prohibido… prohibir” si tenemos en cuenta que nuestro deseo o apetencia puede no coincidir con el de nuestros semejantes. Y que tenemos escaso derecho a imponérselos y amplio deber de ser respetuosos.
LUIS ESCOBAR MÉNDEZ
DNI: 20.432.177 x
C/ Ancha de Castilla, 27
12005 Castellón - Tfno. 6oo.32x.xz7
viajar a bajo precio
Sr. Director del Periódico “Orient Expres”
· El motivo de esta carta abierta es poner de manifiesto el trato exquisito de algunas Compañías aéreas tales como Ryanair, Clickair o Easyjet (“low cost”, por supuesto) con las que he viajado recientemente.
· Realmente, hace unos años, era totalmente impensable poder alcanzar el grado de satisfacción personal que produce viajar en una de éstas Compañías.
· Incluso antes de embarcar no tienes mas que acercarte al mostrador para interesarte por algún detalle relativo al vuelo y eres atendido en tu idioma (me refiero a las Compañías extranjeras) con toda cortesía ofreciéndote un sin fin de de explicaciones.
· Una vez comenzado el vuelo, es digna de destacar desde la amabilidad de la tripulación hasta la calidad del refrigerio servido a bordo , a pesar de viajar en clase turista y que los trayectos efectuados sean relativamente cortos .Durante el viaje, dispones de información en todo momento (siempre en varios idiomas, entre ellos el español) a cerca del por qué del retraso sufrido a la salida, de cual es la situación meteorológica exterior, datos relativos al país de destino…(pero siempre en español, evidentemente).
· Si alguien necesita cualquier servicio durante el vuelo es atendido de una manera rápida e individualizada por la tripulación. En fin, hay que quitarse el sombrero ante tamaña demostración de profesionalidad.
En fin ¡qué maravilloso sería si alguien, en un futuro no muy lejano, pudiera escribir una carta como ésta, pero haciendo honor a la verdad!
o Bueno, sigamos denunciando la situación, aunque sea en tono sarcástico, y quizá algún día lo consigamos.
o Muchas gracias por publicar esta carta.
· El motivo de esta carta abierta es poner de manifiesto el trato exquisito de algunas Compañías aéreas tales como Ryanair, Clickair o Easyjet (“low cost”, por supuesto) con las que he viajado recientemente.
· Realmente, hace unos años, era totalmente impensable poder alcanzar el grado de satisfacción personal que produce viajar en una de éstas Compañías.
· Incluso antes de embarcar no tienes mas que acercarte al mostrador para interesarte por algún detalle relativo al vuelo y eres atendido en tu idioma (me refiero a las Compañías extranjeras) con toda cortesía ofreciéndote un sin fin de de explicaciones.
· Una vez comenzado el vuelo, es digna de destacar desde la amabilidad de la tripulación hasta la calidad del refrigerio servido a bordo , a pesar de viajar en clase turista y que los trayectos efectuados sean relativamente cortos .Durante el viaje, dispones de información en todo momento (siempre en varios idiomas, entre ellos el español) a cerca del por qué del retraso sufrido a la salida, de cual es la situación meteorológica exterior, datos relativos al país de destino…(pero siempre en español, evidentemente).
· Si alguien necesita cualquier servicio durante el vuelo es atendido de una manera rápida e individualizada por la tripulación. En fin, hay que quitarse el sombrero ante tamaña demostración de profesionalidad.
En fin ¡qué maravilloso sería si alguien, en un futuro no muy lejano, pudiera escribir una carta como ésta, pero haciendo honor a la verdad!
o Bueno, sigamos denunciando la situación, aunque sea en tono sarcástico, y quizá algún día lo consigamos.
o Muchas gracias por publicar esta carta.
PRENSA Y CRISIS DE VALORES
En estos tiempos de evidente y profunda crisis de valores humanos, a mientender, origen de otros tipos de crisis, como pueden ser políticas,económicas etc.,considero de suma importancia, que las personas se mantengan lomás informadas posible de lo que ocurre en este mundo tan precipitadamenteglobalizado en el que vivimos y en el cual se aprecia la relación tan directaque nos une a todos. Hoy más que nunca, se puede comprobar que las decisionesque se toman en cualquier país del mundo, por lejano que nos parezca, tienenuna repercusión inmediata en el resto del planeta.
Reflexionando sobre este hecho tan facilmente demostrable, me pregunto ¿cómoes posible que siendo obvio que esto es así, continuemos comportandonos todos,desde políticos a economistas etc. de una manera tan imprudente e injusta ennuestros actos y decisiones?
Creo que existen leyes cósmicas que escapan a nuestro conocimiento, pero, queestán ahí. La humanidad está regida por un sinfín de leyes, de las que no somosconscientes y que nos llevan a evolucionar como especie. Independientemente deestas leyes, también es verdad, que, nosotros como seres dotados de concienciay libre albedrío, tenemos nuestra parcela de responsabilidad en el cambio deconciencia planetaria. Somos nosotros como personas con capacidad mental, lasque debemos ir abriéndonos a nuevos conceptos de igualdad, justicia,equidad...
Son los jefes de estado, políticos, presidentes de gobierno...los que tienenmayor responsabilidad a la hora de tomar decisiones, pues afectan a miles, omejor dicho, millones de seres humanos. Son estas personas que nos representana todos, las que deberían pasar periódicamente, si esto fuera posible, porcontroles de honestidad, integridad, y justicia. Es aquí donde la prensa tieneun papel importantísimo a ejercer, pues como medio de comunicación, posee ungran poder e influencia a la hora de transmitir información a los ciudadanos. Siendo así, debería conservar el mayor grado de objetividad y mantenersealejada de cualquier tendencia política. Los profesionales de la comunicacióntendrían que reflexionar las consecuencias que sus opiniones puedendesencadenar en la población, no ocultando información ni deformándola, ni porpresión, ni por intereses. Por desgracia muchos de nosotros no tenemos unaactitud critica lo suficientemente formada, ni disponemos de una información,todo lo veraz y ajustada a la realidad que sería deseable.
¿Cuanto tiempo ha de transcurrir todavía para que abramos los ojos y nos demoscuanta que estamos repitiendo unos patrones de conducta que no conducen a nadapositivo?
Quien tenga ojos para ver, que observe. Quien tenga oídos para oír, que escuche.
Reflexionando sobre este hecho tan facilmente demostrable, me pregunto ¿cómoes posible que siendo obvio que esto es así, continuemos comportandonos todos,desde políticos a economistas etc. de una manera tan imprudente e injusta ennuestros actos y decisiones?
Creo que existen leyes cósmicas que escapan a nuestro conocimiento, pero, queestán ahí. La humanidad está regida por un sinfín de leyes, de las que no somosconscientes y que nos llevan a evolucionar como especie. Independientemente deestas leyes, también es verdad, que, nosotros como seres dotados de concienciay libre albedrío, tenemos nuestra parcela de responsabilidad en el cambio deconciencia planetaria. Somos nosotros como personas con capacidad mental, lasque debemos ir abriéndonos a nuevos conceptos de igualdad, justicia,equidad...
Son los jefes de estado, políticos, presidentes de gobierno...los que tienenmayor responsabilidad a la hora de tomar decisiones, pues afectan a miles, omejor dicho, millones de seres humanos. Son estas personas que nos representana todos, las que deberían pasar periódicamente, si esto fuera posible, porcontroles de honestidad, integridad, y justicia. Es aquí donde la prensa tieneun papel importantísimo a ejercer, pues como medio de comunicación, posee ungran poder e influencia a la hora de transmitir información a los ciudadanos. Siendo así, debería conservar el mayor grado de objetividad y mantenersealejada de cualquier tendencia política. Los profesionales de la comunicacióntendrían que reflexionar las consecuencias que sus opiniones puedendesencadenar en la población, no ocultando información ni deformándola, ni porpresión, ni por intereses. Por desgracia muchos de nosotros no tenemos unaactitud critica lo suficientemente formada, ni disponemos de una información,todo lo veraz y ajustada a la realidad que sería deseable.
¿Cuanto tiempo ha de transcurrir todavía para que abramos los ojos y nos demoscuanta que estamos repitiendo unos patrones de conducta que no conducen a nadapositivo?
Quien tenga ojos para ver, que observe. Quien tenga oídos para oír, que escuche.
sábado, 28 de noviembre de 2009
Equipamiento urbano
Señor Director
Me permito estas lineas para expresar mi opinión sobre el equipamiento urbano de nuestra ciudad. Últimamente se están realizando numerosas obras en nuestras calles y plazas.
Me he dado cuenta de que se asfaltan calles, se hacen aceras más amplias y se plantan árboles. Pero toda esa mejoría solo se pude disfrutar andando, como si se nos hubiera dado a los ciudadanos un permiso de circulación, pero no de aparcamiento al estilo del parque móvil.
Creo que así no se disfruta de la ciudad. No puede uno sentarse a descansar ni a contemplar la vida de la ciudad, a leer el periódico o charlar con un amigo o conocido.
Ya se que hay algunas plazas pequeñas con bancos y con sombra en verano, pero creo que son escasos y están muy separados entre sí.
Opino que deberían aprovecharse las aceras anchas para colocar, entre árbol y árbol, bancos normales y grupos de bancos más pequeños para permitir la individualidad. De esta forma se beneficiaria toda la sociedad, especialmente las personas mayores. Además se podría evitar que se aparcase en las aceras evitando de esta forma el deterioro de las mismas
C. Llamazares Sánchez
Me permito estas lineas para expresar mi opinión sobre el equipamiento urbano de nuestra ciudad. Últimamente se están realizando numerosas obras en nuestras calles y plazas.
Me he dado cuenta de que se asfaltan calles, se hacen aceras más amplias y se plantan árboles. Pero toda esa mejoría solo se pude disfrutar andando, como si se nos hubiera dado a los ciudadanos un permiso de circulación, pero no de aparcamiento al estilo del parque móvil.
Creo que así no se disfruta de la ciudad. No puede uno sentarse a descansar ni a contemplar la vida de la ciudad, a leer el periódico o charlar con un amigo o conocido.
Ya se que hay algunas plazas pequeñas con bancos y con sombra en verano, pero creo que son escasos y están muy separados entre sí.
Opino que deberían aprovecharse las aceras anchas para colocar, entre árbol y árbol, bancos normales y grupos de bancos más pequeños para permitir la individualidad. De esta forma se beneficiaria toda la sociedad, especialmente las personas mayores. Además se podría evitar que se aparcase en las aceras evitando de esta forma el deterioro de las mismas
C. Llamazares Sánchez
Limpieza
Sr. Director:
Bravo, bravo, bravo por “la limpieza” de nuestras calles.
Reconozco que hemos dado un paso atrás, bueno un paso no, más bien una larga caminata, ya que habíamos conseguido un cierto nivel de civismo.
Después de una serie de campañas publicitarias, los españoles nos dimos cuenta de que realmente las ciudades están más bonitas cuanto más limpias se encuentran. Además de ser un signo de madurez.
Por un lado, la gran afluencia de inmigrantes, que no son precisamente lo más granado de sus países de origen y, por tanto, con carencias en lo que a educación cívica se refiere; por otra parte, la ausencia de educación entre muchos de nuestros jóvenes, tanto en escuelas como en el ámbito familiar, ha hecho que los niveles de suciedad en nuestras calles haya aumentado de una forma directamente proporcional a estas carencias educacionales.
No cabe duda de que algunas ciudades y pueblos se mantienen limpios, esto no es gracias al esfuerzo de algunos ciudadanos, sino a los excelentes servicios de limpieza que tienen algunos municipios. Esto por desgracia no sucede en el pueblo donde vivo. Pero este problema particular que yo sufro es suficiente para escribir, no una, sino varias cartas. Pero eso lo dejaré para otro momento.
Posiblemente sea el momento de resucitar campañas publicitarias tipo: “mantenga limpia España”, pero como España ya no es España, sino Este País, habría que cambiar el eslogan por algo así como “mantenga limpio Este País” o quizás “mantenga limpia su Comunidad Autónoma”
Bravo, bravo, bravo por “la limpieza” de nuestras calles.
Reconozco que hemos dado un paso atrás, bueno un paso no, más bien una larga caminata, ya que habíamos conseguido un cierto nivel de civismo.
Después de una serie de campañas publicitarias, los españoles nos dimos cuenta de que realmente las ciudades están más bonitas cuanto más limpias se encuentran. Además de ser un signo de madurez.
Por un lado, la gran afluencia de inmigrantes, que no son precisamente lo más granado de sus países de origen y, por tanto, con carencias en lo que a educación cívica se refiere; por otra parte, la ausencia de educación entre muchos de nuestros jóvenes, tanto en escuelas como en el ámbito familiar, ha hecho que los niveles de suciedad en nuestras calles haya aumentado de una forma directamente proporcional a estas carencias educacionales.
No cabe duda de que algunas ciudades y pueblos se mantienen limpios, esto no es gracias al esfuerzo de algunos ciudadanos, sino a los excelentes servicios de limpieza que tienen algunos municipios. Esto por desgracia no sucede en el pueblo donde vivo. Pero este problema particular que yo sufro es suficiente para escribir, no una, sino varias cartas. Pero eso lo dejaré para otro momento.
Posiblemente sea el momento de resucitar campañas publicitarias tipo: “mantenga limpia España”, pero como España ya no es España, sino Este País, habría que cambiar el eslogan por algo así como “mantenga limpio Este País” o quizás “mantenga limpia su Comunidad Autónoma”
CARTA A MI AYUNTAMIENTO
Querido Ayuntamiento, en primer lugar daros las gracias por haber conseguido cambiar la fisonomía de la ciudad, de nuestra ciudad.
El pasado lunes 23 decidí dar un paseo por los alrededores de mi domicilio en el PERI 18 y me encontré con las calles recién asfaltadas, los andenes del llamado parque del lago empedrados con gusto, el llamado paseo de la salud amplio y con sombra, nuevo mobiliario urbano en la plaza del cometa Halley y como el tiempo en este otoño anómalo acompaña, decidí acercarme hasta el nuevo Mercado del Lunes y Carrefour. Al llegar a la Avenida me encontré con distintos pasos de cebra y un tráfico bastante fluido, pensé que allí se acabaría mi buena suerte pero no, tanto a la ida como a la vuelta los coches se detuvieron al verme parada en el paso de cebra y pasé sin ninguna dificultad. Si a esto unimos que los accesos a nuestra ciudad están recientemente remodelados, especialmente el acceso Norte me sentí un poco más orgullosa de nuestra ciudad. Y en estos pensamientos estaba cuando volviendo a casa y naturalmente por la acera, una bicicleta conducida por un adolescente me atropelló. No es que el atropello fuese muy escandaloso pero en mi caso que padezco de una gran fragilidad en los capilares supondrá muchos días de curas y un dolor bastante intenso. Cuando le hago notar al adolescente lo impropio de su conducta, me contesta que él iba por el carril bici y efectivamente, un poco más allá veo una diminuta bici pintada en el suelo.Comprendo que el uso de la bicicleta es muy bueno para la salud, que ayuda a la descontaminación de las ciudades y si me apura es casi una filosofía para muchas personas y que puede ser muy popular de cara a unas elecciones pero tal y como está planteado es a mi juicio un error pues si en mi accidente hubiese habido consecuencias graves, ¿de quién sería la culpa? ¿de verdad cree el Ayuntamiento que se pueden cruzar dos bicis en un carril que apenas mide 90 cm de ancho? ¿supone el Ayuntamiento que una persona mayor va a poder distinguir el contorno de una diminuta bici pintada en el suelo? Señores del Ayuntamiento, demasiadas preguntas mal contestadas y no dejen de pensar que somos una aplastante mayoría los que vamos a pie por nuestra ciudad y si no corrigen todos estos defectos podemos decidir votar a quien quite el carril bici.
Gracias por su atención
Afectuosamente
El pasado lunes 23 decidí dar un paseo por los alrededores de mi domicilio en el PERI 18 y me encontré con las calles recién asfaltadas, los andenes del llamado parque del lago empedrados con gusto, el llamado paseo de la salud amplio y con sombra, nuevo mobiliario urbano en la plaza del cometa Halley y como el tiempo en este otoño anómalo acompaña, decidí acercarme hasta el nuevo Mercado del Lunes y Carrefour. Al llegar a la Avenida me encontré con distintos pasos de cebra y un tráfico bastante fluido, pensé que allí se acabaría mi buena suerte pero no, tanto a la ida como a la vuelta los coches se detuvieron al verme parada en el paso de cebra y pasé sin ninguna dificultad. Si a esto unimos que los accesos a nuestra ciudad están recientemente remodelados, especialmente el acceso Norte me sentí un poco más orgullosa de nuestra ciudad. Y en estos pensamientos estaba cuando volviendo a casa y naturalmente por la acera, una bicicleta conducida por un adolescente me atropelló. No es que el atropello fuese muy escandaloso pero en mi caso que padezco de una gran fragilidad en los capilares supondrá muchos días de curas y un dolor bastante intenso. Cuando le hago notar al adolescente lo impropio de su conducta, me contesta que él iba por el carril bici y efectivamente, un poco más allá veo una diminuta bici pintada en el suelo.Comprendo que el uso de la bicicleta es muy bueno para la salud, que ayuda a la descontaminación de las ciudades y si me apura es casi una filosofía para muchas personas y que puede ser muy popular de cara a unas elecciones pero tal y como está planteado es a mi juicio un error pues si en mi accidente hubiese habido consecuencias graves, ¿de quién sería la culpa? ¿de verdad cree el Ayuntamiento que se pueden cruzar dos bicis en un carril que apenas mide 90 cm de ancho? ¿supone el Ayuntamiento que una persona mayor va a poder distinguir el contorno de una diminuta bici pintada en el suelo? Señores del Ayuntamiento, demasiadas preguntas mal contestadas y no dejen de pensar que somos una aplastante mayoría los que vamos a pie por nuestra ciudad y si no corrigen todos estos defectos podemos decidir votar a quien quite el carril bici.
Gracias por su atención
Afectuosamente
¿Existe el corrector?
Sr. Director:
Desde que yo recuerdo en casa se ha comprado Mediterráneo. Mi padre, lector impenitente, hizo lo imposible por inculcar en sus hijos su afición y para ello nos hacia leer al menos los titulares del deporte o las noticias locales. Por algo se empieza, decía el. Y en verano, en época de vacaciones, nos hacia dictados con párrafos del periódico “para que aprendiéramos a escribir bien”.
De un tiempo a esta parte, no se si me atrevería a hacer lo mismo con mis hijos. No es aquí el lugar ni hay espacio para detallar los errores gramaticales, de estilo o simplemente de redacción que con más frecuencia de lo permisible aparecen en el diario que tanto queremos usted y yo. Y crea que me duele.
Por eso, y disculpe mi ignorancia, me atrevo a preguntarle: ¿sigue existiendo el corrector?
Atentamente
Desde que yo recuerdo en casa se ha comprado Mediterráneo. Mi padre, lector impenitente, hizo lo imposible por inculcar en sus hijos su afición y para ello nos hacia leer al menos los titulares del deporte o las noticias locales. Por algo se empieza, decía el. Y en verano, en época de vacaciones, nos hacia dictados con párrafos del periódico “para que aprendiéramos a escribir bien”.
De un tiempo a esta parte, no se si me atrevería a hacer lo mismo con mis hijos. No es aquí el lugar ni hay espacio para detallar los errores gramaticales, de estilo o simplemente de redacción que con más frecuencia de lo permisible aparecen en el diario que tanto queremos usted y yo. Y crea que me duele.
Por eso, y disculpe mi ignorancia, me atrevo a preguntarle: ¿sigue existiendo el corrector?
Atentamente
Aparcamiento
Sr. Director:
Este año, no sé si con el dinero del Plan E o con otro, el Ayuntamiento ha arreglado y redistribuido las aceras de la calle Villavieja y zonas adyacentes, consiguiendo sin grandes esfuerzos anular mas de cincuenta plazas de aparcamiento. Todo eso, en una zona donde existen dos colegios y un polideportivo, se refleja en coches aparcados en doble fila, encima de las aceras o en zonas consideradas peatonales, además de dificultar enormemente la entrada a los garajes y la circulación en general.
Le invito a que, acompañado del Sr. Alcalde o del concejal correspondiente, lo compruebe dando un paseo por esta calle a la hora de entrada o salida de los colegios, o cualquier sábado o domingo que haya torneo infantil en el campo de Rafalafena, y mejor si es en un día de lluvia.
Soy consciente de que no es la única zona de la ciudad en que ocurre esto, por lo que me gustaría que publicara esta carta para que ciudadanos de otros barrios afectados por problemas similares le hicieran llegar también sus opiniones.
Atentamente
Paco Durán
Este año, no sé si con el dinero del Plan E o con otro, el Ayuntamiento ha arreglado y redistribuido las aceras de la calle Villavieja y zonas adyacentes, consiguiendo sin grandes esfuerzos anular mas de cincuenta plazas de aparcamiento. Todo eso, en una zona donde existen dos colegios y un polideportivo, se refleja en coches aparcados en doble fila, encima de las aceras o en zonas consideradas peatonales, además de dificultar enormemente la entrada a los garajes y la circulación en general.
Le invito a que, acompañado del Sr. Alcalde o del concejal correspondiente, lo compruebe dando un paseo por esta calle a la hora de entrada o salida de los colegios, o cualquier sábado o domingo que haya torneo infantil en el campo de Rafalafena, y mejor si es en un día de lluvia.
Soy consciente de que no es la única zona de la ciudad en que ocurre esto, por lo que me gustaría que publicara esta carta para que ciudadanos de otros barrios afectados por problemas similares le hicieran llegar también sus opiniones.
Atentamente
Paco Durán
Servicio municipal de bicicletas
Después de haber leído su artículo del pasado domingo, sobre la utilización que los ciudadanos de Castellón damos al servicio municipal de bicicletas de alquiler, no tengo más que felicitarle tanto a usted por su artículo, como a nuestro ayuntamiento, por la labor que está realizando para que nuestra ciudad sea cada vez más respirable y menos ruidosa.
Me gustaría también que desde su medio se recomendara el uso de este transporte no contaminante, ya que todos debemos poner nuestro granito de arena. En España no hay una cultura de la bicicleta como en muchos países de nuestro entorno, y tampoco contamos con suficientes carriles por donde circular, hemos de ir poco a poco incorporando a nuestros hábitos de vida, nuestras ciudades nos lo agradecerán y disfrutaremos de una mejor calidad de nuestro entorno.
Las autoridades deben poner todos los medios para que el ciudadano pueda acceder de manera fácil a este medio de transporte así como a su infraestructura.
Los medios de comunicación deben de participar informando y a la vez denunciando las posibles irregularidades que cometamos todos.
Me gustaría también que desde su medio se recomendara el uso de este transporte no contaminante, ya que todos debemos poner nuestro granito de arena. En España no hay una cultura de la bicicleta como en muchos países de nuestro entorno, y tampoco contamos con suficientes carriles por donde circular, hemos de ir poco a poco incorporando a nuestros hábitos de vida, nuestras ciudades nos lo agradecerán y disfrutaremos de una mejor calidad de nuestro entorno.
Las autoridades deben poner todos los medios para que el ciudadano pueda acceder de manera fácil a este medio de transporte así como a su infraestructura.
Los medios de comunicación deben de participar informando y a la vez denunciando las posibles irregularidades que cometamos todos.
¿Sobran Azulejos?
Sr. Director:
¡ Qué bonitos están los campos de nuestra provincia! ¡ Tan verdes!
Y que bien se circula por casi todas las carreteras reformadas recientemente aprovechando el famoso Plan E de nuestra provincia graciosamente facilitado por el Presidente ZP.
Pero, ¿se ha fijado usted en que, en muchos sitios, estos bellos paisajes están llenos de pallets de azulejos almacenados, cubiertos de plásticos y llenos de polvo que afean sus contornos.
Debido a la “crisis” prácticamente todas las fábricas de azulejos almacenan tan gran cantidad de stoks que no les caben en sus almacenes y ocupan, con frecuencia campos y solares colindantes.
Pienso que, hasta que se reactive la construcción, se tendrían que buscar nuevas alternativas para la utilización y venta de los Azulejos.
Recientemente visité una población en la Provincia de Alicante, sin ninguna relación con la cerámica y me admiré al comprobar que en todos sus jardines y parques públicos están adornados con azulejos, tanto los bancos como los bordes u orillas donde se ubican plantas y flores.
Se me ocurre pensar lo poco que en Castellón, cuna del azulejo, se usan en éstos menesteres… quitaríamos trastos de en medio y los parados a colocar racholetes.
VDRD
¡ Qué bonitos están los campos de nuestra provincia! ¡ Tan verdes!
Y que bien se circula por casi todas las carreteras reformadas recientemente aprovechando el famoso Plan E de nuestra provincia graciosamente facilitado por el Presidente ZP.
Pero, ¿se ha fijado usted en que, en muchos sitios, estos bellos paisajes están llenos de pallets de azulejos almacenados, cubiertos de plásticos y llenos de polvo que afean sus contornos.
Debido a la “crisis” prácticamente todas las fábricas de azulejos almacenan tan gran cantidad de stoks que no les caben en sus almacenes y ocupan, con frecuencia campos y solares colindantes.
Pienso que, hasta que se reactive la construcción, se tendrían que buscar nuevas alternativas para la utilización y venta de los Azulejos.
Recientemente visité una población en la Provincia de Alicante, sin ninguna relación con la cerámica y me admiré al comprobar que en todos sus jardines y parques públicos están adornados con azulejos, tanto los bancos como los bordes u orillas donde se ubican plantas y flores.
Se me ocurre pensar lo poco que en Castellón, cuna del azulejo, se usan en éstos menesteres… quitaríamos trastos de en medio y los parados a colocar racholetes.
VDRD
HAY QUE PONER FIN A LA “VOLTETA”
Señor director del periódico Mediterráneo, gracias por dejarnos expresar nuestras inquietudes en su periódico.Mi queja viene ya de lejos. Hace algún tiempo que voy protestando por unos actos que, por otra parte, nunca han sido publicados por los medios de comunicación a los que trasladé mis quejas tanto a la prensa, como a la radio y la televisión.Mi protesta va dirigida a la Junta de Fiestas respecto a las fiestas fundacionales de Castellón. Como castellonera que soy, me hiere enormemente que en unos actos conmemorativos de nuestra ciudad, como son las fiestas de la Magdalena, se permita introducir ciertos “rituales” que deslucen la esencia de la fiesta y contradicen el objetivo que se pretende, enriquecerla. Me estoy refiriendo en concreto a la ya famosa “volteta”. Es evidente que los festejos han mejorado mucho y que cada año tenemos más seguidores de nuestra fiesta. Nos visita gente de otras latitudes y eso nos enorgullece.El sábado tenemos el “Pregó” y el domingo la subida a la ermita... Hasta aquí perfecto y precioso, pero por la tarde noche, cuando se conmemora la bajada de la montaña a la ciudad, la parte más sentimental, es donde se produce “el fallo”. El desfile de Gaiatas con sus damas, madrinas, reina y autoridades, tiene un gran significado para los castellonenses, siempre ha sido un acto serio, elegante, y desde siempre ha transcurrido por las calles de la ciudad con gran respeto y solemnidad. Hoy en día, el desfile de Gaiatas se ha convertido en una especie de circo Este acto ha sido quebrantado, devaluado. Las damas y madrinas van dando vueltas al dictado de la gente, público entusiasmado de ver como les hacen girar como marionetas sobre su cuerda. Los gritos pidiendo “la volteta”, las risas posteriores y aplausos, desmerecen el cometido deseado que representa el acto más significativo y sobrio de lo que son nuestras raíces. Yo, que soy una sentimental, que me emocionaba tanto ese acto, he optado por no asistir más a la procesión de las cañas. Señor director, le agradecería que esta vez sí que saliera publicada mi carta, pues considero que es de vital importancia para nuestras fiestas y el que la Junta de Fiestas tenga en cuenta mi queja, recapacite al respecto y tome cartas en el asunto.J: Fabra.
¡ Ya llegó !
Todos los años por esta época se produce un fenómeno peculiar: cientos, miles de personas se ven afectados por un síndrome extraño, es una alteración del estado de animo, a unos les da por tener ideas, otros por hacer cosas solos y/o en compañía, otros se esfuerzan y robando horas de sueño se sacrifican para deleitar y hacer agradable el estar, todos pensando en el 22-XI, ¿ que tiene de particular esa fecha ?, pues… es Santa Cecilia, la gran fiesta de los músicos, allegados y todos aquellos que disfrutan y gozan con algunos de los sentidos, vista, oído, gusto y hacer hermandad. He dicho todos, y ya me he contagiado, ¡ pues no !, hay una minoría que solo les afecta cada cuatro años y coincidiendo con tiempo electoral, pero aun hay un grupo más minoritario ( a Dios gracias ) que son inmunes, tan solo una parte del sonido, el ruido del motor de un coche, ¿ quizás un Ferrari?, les merece su atención. De esos miles que si son sensibles, que se agrupan, se reúnen, hay más de 500 sociedades musicales y más de 40.000 músicos, que afectados y que como gente ruidosa, participativa y desprendida, muy gustosamente invitan a sus vecinos, hasta los que no se enteran, a disfrutar de un meritorio concierto de paisanos entregados y a disfrutar de una buena charla entre cervezas con el plato de paella, por ello se les espera este año y siempre. La gente de la música, con la mejor sonrisa, siempre da las gracias. Hasta el año próximo.
25-XI
F. R. M
25-XI
F. R. M
Castellón Club de Fútbol
Sr. Director:
Me pregunto si es noticia de actualidad la reciente situación deportiva del Castellón club de fútbol, ya que si repaso en mi memoria, los incondicionales del mismo deberíamos estar acostumbrados a vernos en estas posiciones y lo que es peor, a la impotencia que sentimos por ello.
Posiblemente nunca podremos saborear lo que representa militar en Primera División y quizás no tengamos “tejido” suficiente para hacerlo en la Segunda. De todos modos no nos deberían engañar con absurdas promesas de inversiones con las que conseguir ascensos o, por lo menos, militar donde estamos sin sustos ni zozobras.
Los directivos aseguran que no hay suficiente número de socios para hacer una apuesta mas seria que merezca la pena arriesgar mayor capital y los socios o aficionados creen que si los dueños del Club no confían en la viabilidad del proyecto tampoco pueden hacerlo ellos.
Lo bien cierto es que necesitamos un empresario (con mayúsculas) capaz de generar ése proyecto empresarial que a medio plazo tenga una alta probabilidad de negocio rentable y que vuelva a conquistar la confianza de los muchos, que como yo, sentimos los colores del Castelló C.F..
Como dice el “dicho popular”, haberlos, haylos…..Pues eso, a buscar.
FUS
DNI: 00.000.001 A
Me pregunto si es noticia de actualidad la reciente situación deportiva del Castellón club de fútbol, ya que si repaso en mi memoria, los incondicionales del mismo deberíamos estar acostumbrados a vernos en estas posiciones y lo que es peor, a la impotencia que sentimos por ello.
Posiblemente nunca podremos saborear lo que representa militar en Primera División y quizás no tengamos “tejido” suficiente para hacerlo en la Segunda. De todos modos no nos deberían engañar con absurdas promesas de inversiones con las que conseguir ascensos o, por lo menos, militar donde estamos sin sustos ni zozobras.
Los directivos aseguran que no hay suficiente número de socios para hacer una apuesta mas seria que merezca la pena arriesgar mayor capital y los socios o aficionados creen que si los dueños del Club no confían en la viabilidad del proyecto tampoco pueden hacerlo ellos.
Lo bien cierto es que necesitamos un empresario (con mayúsculas) capaz de generar ése proyecto empresarial que a medio plazo tenga una alta probabilidad de negocio rentable y que vuelva a conquistar la confianza de los muchos, que como yo, sentimos los colores del Castelló C.F..
Como dice el “dicho popular”, haberlos, haylos…..Pues eso, a buscar.
FUS
DNI: 00.000.001 A
CICLISTA EN PELIGRO
Castellón aparece mencionado recientemente en la prensa como una de las ciudades donde más ha crecido el uso de las bicicletas municipales gratuitas y más ha aumentado la longitud del carril-bici. Como usuario de la bicicleta doy fe de ello y felicito a quien corresponda, pero aún hay aspectos mejorables en este servicio público (y en esto coincido con el escrito de B. K. publicado en este mismo blog). Espero que estas sugerencias lleven a los responsables a aportar soluciones.
Desde el elevado punto de vista del manillar de la bicicleta encontramos que la red de carriles no está totalmente enlazada. No es posible conectar sin peligro entre la Avda. del Mar en el Grao y el carril hacia la playa. Tampoco se puede ir directo desde Carrefour a la estación de tren. El usuario se ve obligado a sortear los baches y el tráfico en esos puntos (¿negros? ¿marrones?).
El otro defecto son los bordes elevados de las aceras cuando el carril cruza calles. Muchos se han cambiado y rebajado ya, es verdad, pero aún quedan algunos, p.e. entre la estación y la UJI. Eso obliga al ciclista a estar siempre atento a fin de erguirse sobre los pedales, aminorar el golpe o evitar la caída.
Ésta es una carta que escribo esperanzado, pues he visto cómo la situación ha ido mejorando en los dos últimos años, lo que indica que hay una sensibilidad hacia el tema.
Atentamente
Santiago Roda Gil
al097019
Universidad de Mayores
Desde el elevado punto de vista del manillar de la bicicleta encontramos que la red de carriles no está totalmente enlazada. No es posible conectar sin peligro entre la Avda. del Mar en el Grao y el carril hacia la playa. Tampoco se puede ir directo desde Carrefour a la estación de tren. El usuario se ve obligado a sortear los baches y el tráfico en esos puntos (¿negros? ¿marrones?).
El otro defecto son los bordes elevados de las aceras cuando el carril cruza calles. Muchos se han cambiado y rebajado ya, es verdad, pero aún quedan algunos, p.e. entre la estación y la UJI. Eso obliga al ciclista a estar siempre atento a fin de erguirse sobre los pedales, aminorar el golpe o evitar la caída.
Ésta es una carta que escribo esperanzado, pues he visto cómo la situación ha ido mejorando en los dos últimos años, lo que indica que hay una sensibilidad hacia el tema.
Atentamente
Santiago Roda Gil
al097019
Universidad de Mayores
El paseo Ribalta.
Sr. Director:
El otro dia paseando por las calles de Castellón quedé gratamente sorprendido al ver en una terraza un jardín precioso. Quedé maravillado y me vino a la mente el problema que quieren que sea el paso del "TRAM" por el paseo Ribalta.
¡Si! El parque ha sido dividido. Se quejan de que van a estropear muchos árboles, protestan, se manifiestan y luchan para evitar el paso de un elemento que es beneficioso para la atmósfera, que que no contamina. Pero me gustaría saber cuántos manifestantes y contrarios al proyecto tienen un jardín en su balcón o terraza.
Es muy fácil manifestarte a favor o en contra de algo, gritar o incluso correr, como yo lo hacía de joven delante de los "grises"; también es fácil arrancar las plantas que el ayuntamiento coloca en las jardineras públicas. ¿Pero alguien se ha parado a pensar en el beneficio que obtendríamos si en todos los balcones y terrazas hubiera algunas plantas?
El Paseo Ribalta es necesario para ayudar a limpiar el ambiente de la ciudad, lo que durante muchos años ha hecho y todos queremos que siga haciéndolo.
Pero no le quepa la menor duda, que aun siendo necesario, ya no sería lo fundamental que es hoy, si hubieran jardines en todos los balcones y terrazas.
Ni los arquitectos han pensado en ello; si no, hubieran diseñado grifos en ellos para el riego fácil. No es nada dificil conseguir las plantas. No hace falta ser ningún experto, simplemente pedir consejo en la tienda de venta de plantas.
El otro dia paseando por las calles de Castellón quedé gratamente sorprendido al ver en una terraza un jardín precioso. Quedé maravillado y me vino a la mente el problema que quieren que sea el paso del "TRAM" por el paseo Ribalta.
¡Si! El parque ha sido dividido. Se quejan de que van a estropear muchos árboles, protestan, se manifiestan y luchan para evitar el paso de un elemento que es beneficioso para la atmósfera, que que no contamina. Pero me gustaría saber cuántos manifestantes y contrarios al proyecto tienen un jardín en su balcón o terraza.
Es muy fácil manifestarte a favor o en contra de algo, gritar o incluso correr, como yo lo hacía de joven delante de los "grises"; también es fácil arrancar las plantas que el ayuntamiento coloca en las jardineras públicas. ¿Pero alguien se ha parado a pensar en el beneficio que obtendríamos si en todos los balcones y terrazas hubiera algunas plantas?
El Paseo Ribalta es necesario para ayudar a limpiar el ambiente de la ciudad, lo que durante muchos años ha hecho y todos queremos que siga haciéndolo.
Pero no le quepa la menor duda, que aun siendo necesario, ya no sería lo fundamental que es hoy, si hubieran jardines en todos los balcones y terrazas.
Ni los arquitectos han pensado en ello; si no, hubieran diseñado grifos en ellos para el riego fácil. No es nada dificil conseguir las plantas. No hace falta ser ningún experto, simplemente pedir consejo en la tienda de venta de plantas.
EL PARO
Sr. Direrctor;
Me dirijo a Ud como representante de un medio de comunicacion tan importante como el que dirige, porque creo que este tema no lo han tratado con profundidad o, al menos, no con la que merece :¿Ud creé que la escalofriante y, lo que es peor, creciente cifra del paro que existe en nuestro país no merece ser tratado por los medios con más exactitud y más fidelidad?, ¿Por qué cree que es así?
¿Por no meter más miedo en el cuerpo, por no meterse con los dirigentes de los sindicatos o con el propio gobierno, o es que no tiene Ud a nadie de cerca que se acaba de quedar en el paro y era el único miembro de una familia que todavía tenia trabajo? Sean Uds más valientes, defiendan con uñas y dientes este tema y, en especial, influyan como Uds saben cuando interesa, en los responsables, para que cada uno ponga toda la carne en el asador y se llegue a una solución YA M.C.LL
Me dirijo a Ud como representante de un medio de comunicacion tan importante como el que dirige, porque creo que este tema no lo han tratado con profundidad o, al menos, no con la que merece :¿Ud creé que la escalofriante y, lo que es peor, creciente cifra del paro que existe en nuestro país no merece ser tratado por los medios con más exactitud y más fidelidad?, ¿Por qué cree que es así?
¿Por no meter más miedo en el cuerpo, por no meterse con los dirigentes de los sindicatos o con el propio gobierno, o es que no tiene Ud a nadie de cerca que se acaba de quedar en el paro y era el único miembro de una familia que todavía tenia trabajo? Sean Uds más valientes, defiendan con uñas y dientes este tema y, en especial, influyan como Uds saben cuando interesa, en los responsables, para que cada uno ponga toda la carne en el asador y se llegue a una solución YA M.C.LL
SI HAY QUE PAGAR…
Sr. Director.
He dejado pasar unos días antes de escribir estas líneas porque la prudencia me aconseja no hablar cuando estoy enojada, y así me encontraba el pasado 1 de Noviembre (fiesta de Todos los Santos) que después de poner las más bonitas flores en la tumba de mis padres recordándoles con muchísimo cariño, asistí a la misa que “POR TODOS LOS DIFUNTOS” se celebraba en la capilla del Nuevo Cementerio.
Todo transcurría con normalidad pero… cual fue mi sorpresa cuando el sacerdote oficiante comenzó a pedir en particular por los difuntos de la familia….de la familia….de don… de doña….(aquí los nombres)
Las personas que allí nos encontrábamos habíamos ido a rezar por nuestros familiares y amigos, uniéndonos en la oración con todos los que al igual que nosotros tenían allí a sus difuntos y no me pareció ni por el día ni por el motivo de su celebración (por todos los difuntos) adecuado para intenciones particulares.
Para el próximo año preguntaré si debo pagar para que la misa que se celebra en el cementerio por” todos los difuntos “pueda aplicarse a mis familiares. O mejor, me quedo reflexionando sobre los débiles pilares en que se asientan nuestras creencias, porque ni en la muerte somos todos iguales.
Atentamente. M.L. (Aquí además de mi nombre incluiría el DNI y el numero de teléfono.)
He dejado pasar unos días antes de escribir estas líneas porque la prudencia me aconseja no hablar cuando estoy enojada, y así me encontraba el pasado 1 de Noviembre (fiesta de Todos los Santos) que después de poner las más bonitas flores en la tumba de mis padres recordándoles con muchísimo cariño, asistí a la misa que “POR TODOS LOS DIFUNTOS” se celebraba en la capilla del Nuevo Cementerio.
Todo transcurría con normalidad pero… cual fue mi sorpresa cuando el sacerdote oficiante comenzó a pedir en particular por los difuntos de la familia….de la familia….de don… de doña….(aquí los nombres)
Las personas que allí nos encontrábamos habíamos ido a rezar por nuestros familiares y amigos, uniéndonos en la oración con todos los que al igual que nosotros tenían allí a sus difuntos y no me pareció ni por el día ni por el motivo de su celebración (por todos los difuntos) adecuado para intenciones particulares.
Para el próximo año preguntaré si debo pagar para que la misa que se celebra en el cementerio por” todos los difuntos “pueda aplicarse a mis familiares. O mejor, me quedo reflexionando sobre los débiles pilares en que se asientan nuestras creencias, porque ni en la muerte somos todos iguales.
Atentamente. M.L. (Aquí además de mi nombre incluiría el DNI y el numero de teléfono.)
domingo, 15 de noviembre de 2009
¡Todo a 120!
Ensayo muy interesante, también muy diferente, acerca del tema de la prensa. Son ideas concretas, esbozos de un ensayo llamativo:
¡ Todo a 120 !
Veamos, nos ponemos en situación. Un día cualquiera a primera hora de la mañana: soleada terraza, apetitoso almuerzo y agradable charla (“ raonant “, como dicen por estar tierras) ya en la degustación y gozo del primer carajillo; de mantel, con algún lamparón y sembrado de cortezas de cacahuete, tres periódicos, a saber: local ( gratuito ), provincial y nacional (o estatal). Así, se produce un comentario de un parroquiano: “mucha lectura, total, para lo que dicen". El dueño y pagano de los periódicos los mira con detenimiento y casi con pena, piensa: en primer lugar, es un jubilata (como dice su hija): debería mirar el aspecto económico, es decir, la síntesis del escudo-el Borbón-el muro de separación, el euro, al final, cuesta más la prensa que el almuerzo pero, en segundo lugar, con la TV y radio que tenemos, tanto periodista de relumbrón, tantos buenos comentaristas, tanto hijo de comentarista encumbrado en épocas no tan lejanas, todos ellos tan bien pagados y homenajeados, ¿qué falta hace la prensa? Con la vista y el oído estamos sobrados, ¡el audio que se impone y nos avasalla !, tanto derroche no tiene sentido, pero… he aquí una idea. La formación juvenil, de “ciencias", y los muchos años laborales de aplicación del método científico (con un resultado incierto), le tientan y decide diseñar una pequeña experiencia.
Elige un suceso, que debería ser noticia, como consecuencia de una situación general, algo que afecta al vivir, a la sociedad en general y observa como ha sido tratado en los tres periódicos y en las dos cadenas de T.V. que acostumbra a ver ( se puede y debe añadir una tercera). Pasados unos días, hará una valoración y sacara unas conclusiones.
Para empezar, el periódico local, muy local, del pueblo es mensual y pagado con fondos municipales y alguna propaganda próxima al equipo de gobierno. El provincial es Levante y el nacional, El País. Las cadenas de T.V. son la 1, cuatro y Canal 9. Como noticia-suceso, la manifestación de sábado 31-X en Valencia. ¿Por qué? Le afectan directamente (educación de una adolescente) y ninguno de los seis medios hizo campaña previa, ninguno se dio por enterado, la convocatoria fue vía Internet, así pues el punto de partida era el mismo: ignorar y hasta despreciar, sin merecer su atención.
El hecho era el siguiente: se pide participar en una manifestación para ir desde la Plaza de San Agustín hasta la Plaza de la Virgen, en Valencia, como protesta por la corrupción del gobierno Autónomo.
El desarrollo del hecho fue el siguiente: en plan festivo, mucha gente joven (la gran mayoría) llena el espacio y con cantos y estribillos protestan por la gobernabilidad de la Comunidad, afean su proceder a quienes nos representan y gobiernan, aquellos que se comprometieron a ser participativos y transparentes, y les exigen cumplir y explicar lo que esta ocurriendo y su trascendencia futura.
¿Cómo se ha reflejado en nuestros medios de comunicación? Ha habido de todo: unos han continuado con la crisis y el paro, lo “mucho que podíamos hacer, pero no nos dejan", la falta de dinero (aunque los presupuestos municipales hagan sombra y compitan, en misterio, con la piedra filosofal). En ocasiones, todo recuerda épocas pretéritas con aquello de que “mucho hemos hecho, pero mucho nos queda por hacer". Esta fue la referencia hecha en el periódico local. Otros han continuado con el buen tiempo playero y las “nenas de la alcachofa" han seguido hablando de la loca carrera del mercurio (alguien les debería decir que ya no se puede utilizar) y que somos referencia del "mundo mundial" en todo lo bueno. Canal 9 y otros medios afines comentan y se sorprenden de que una convocatoria marginal, sin medios ni “organización" (no pasaron por los “filtros”, ni recibieron los vistos buenos y “ayudas” institucionales o parainstitucionales) pueda convocar tanta gente joven, que no se produzcan incidentes (no ha sido como un botellón: nadie en tierra “potando”) y que pueda tener continuidad (lo más preocupante). Las dos cadenas de T.V. informan dignamente y tratan el suceso de forma real, con imágenes y comentarios imparciales. En cuanto a los periódicos, curiosamente, ha merecido más espacio en el periódico nacional, que el provincial. ¿Han reflejado lo ocurrido? ¡ Si !, ¿Merecía comentarios o artículos de fondo posteriores? También, aunque todo llegará, a su debido tiempo.
Conclusión: un servidor continuará con el mismo mantel y con toda SALUD, ¡ un bocadillo de tortilla con anchoas y…!
F.R.M.
¡ Todo a 120 !
Veamos, nos ponemos en situación. Un día cualquiera a primera hora de la mañana: soleada terraza, apetitoso almuerzo y agradable charla (“ raonant “, como dicen por estar tierras) ya en la degustación y gozo del primer carajillo; de mantel, con algún lamparón y sembrado de cortezas de cacahuete, tres periódicos, a saber: local ( gratuito ), provincial y nacional (o estatal). Así, se produce un comentario de un parroquiano: “mucha lectura, total, para lo que dicen". El dueño y pagano de los periódicos los mira con detenimiento y casi con pena, piensa: en primer lugar, es un jubilata (como dice su hija): debería mirar el aspecto económico, es decir, la síntesis del escudo-el Borbón-el muro de separación, el euro, al final, cuesta más la prensa que el almuerzo pero, en segundo lugar, con la TV y radio que tenemos, tanto periodista de relumbrón, tantos buenos comentaristas, tanto hijo de comentarista encumbrado en épocas no tan lejanas, todos ellos tan bien pagados y homenajeados, ¿qué falta hace la prensa? Con la vista y el oído estamos sobrados, ¡el audio que se impone y nos avasalla !, tanto derroche no tiene sentido, pero… he aquí una idea. La formación juvenil, de “ciencias", y los muchos años laborales de aplicación del método científico (con un resultado incierto), le tientan y decide diseñar una pequeña experiencia.
Elige un suceso, que debería ser noticia, como consecuencia de una situación general, algo que afecta al vivir, a la sociedad en general y observa como ha sido tratado en los tres periódicos y en las dos cadenas de T.V. que acostumbra a ver ( se puede y debe añadir una tercera). Pasados unos días, hará una valoración y sacara unas conclusiones.
Para empezar, el periódico local, muy local, del pueblo es mensual y pagado con fondos municipales y alguna propaganda próxima al equipo de gobierno. El provincial es Levante y el nacional, El País. Las cadenas de T.V. son la 1, cuatro y Canal 9. Como noticia-suceso, la manifestación de sábado 31-X en Valencia. ¿Por qué? Le afectan directamente (educación de una adolescente) y ninguno de los seis medios hizo campaña previa, ninguno se dio por enterado, la convocatoria fue vía Internet, así pues el punto de partida era el mismo: ignorar y hasta despreciar, sin merecer su atención.
El hecho era el siguiente: se pide participar en una manifestación para ir desde la Plaza de San Agustín hasta la Plaza de la Virgen, en Valencia, como protesta por la corrupción del gobierno Autónomo.
El desarrollo del hecho fue el siguiente: en plan festivo, mucha gente joven (la gran mayoría) llena el espacio y con cantos y estribillos protestan por la gobernabilidad de la Comunidad, afean su proceder a quienes nos representan y gobiernan, aquellos que se comprometieron a ser participativos y transparentes, y les exigen cumplir y explicar lo que esta ocurriendo y su trascendencia futura.
¿Cómo se ha reflejado en nuestros medios de comunicación? Ha habido de todo: unos han continuado con la crisis y el paro, lo “mucho que podíamos hacer, pero no nos dejan", la falta de dinero (aunque los presupuestos municipales hagan sombra y compitan, en misterio, con la piedra filosofal). En ocasiones, todo recuerda épocas pretéritas con aquello de que “mucho hemos hecho, pero mucho nos queda por hacer". Esta fue la referencia hecha en el periódico local. Otros han continuado con el buen tiempo playero y las “nenas de la alcachofa" han seguido hablando de la loca carrera del mercurio (alguien les debería decir que ya no se puede utilizar) y que somos referencia del "mundo mundial" en todo lo bueno. Canal 9 y otros medios afines comentan y se sorprenden de que una convocatoria marginal, sin medios ni “organización" (no pasaron por los “filtros”, ni recibieron los vistos buenos y “ayudas” institucionales o parainstitucionales) pueda convocar tanta gente joven, que no se produzcan incidentes (no ha sido como un botellón: nadie en tierra “potando”) y que pueda tener continuidad (lo más preocupante). Las dos cadenas de T.V. informan dignamente y tratan el suceso de forma real, con imágenes y comentarios imparciales. En cuanto a los periódicos, curiosamente, ha merecido más espacio en el periódico nacional, que el provincial. ¿Han reflejado lo ocurrido? ¡ Si !, ¿Merecía comentarios o artículos de fondo posteriores? También, aunque todo llegará, a su debido tiempo.
Conclusión: un servidor continuará con el mismo mantel y con toda SALUD, ¡ un bocadillo de tortilla con anchoas y…!
F.R.M.
¿El cuarto poder?
Interesante texto, muy distinto a los anteriores.
LA PRENSA: EL CUARTO PODER
En clase se dijo que la prensa es el cuarto poder; yo opino que va antes, que su importancia es mayor, y voy a tratar de demostrarlo
Mi medio de comunicacion preferido es la radio, en especial para informarme y recabar opiniones diversas que con mucha frecuencia coinciden con lo que yo ya he pensado, sobre acontecimientos puntuales. Eso me hace pensar que no soy tan tonta o inútil como creía.
Y, al mismo tiempo, me asusta porque no sé hasta que punto juegan con mi cabeza y con la de los demás, que a nivel de casa puede pasar, pero ¿y si es lo mismo a nivel nacional, o incluso internacionalmente? Y, lo que es peor, se aferrarán quienes deciden qué hay que saber y comunicar a una sola idea y la llevarán a cabo caiga quien caiga? La pregunta es obvia: ¿quién mueve esoshilos?, ¿Los partidos?, ¿Los estados? Yo estoy segura de que alguien más fuerte que todos ellos juntos y que, sin que nos demos cuenta, cambia hasta los Gobiernos cuando le conviene, cuando piensa que unos ya han llegado demasiado lejos y les toca a los otros, estén o no preparados (que mas da), con bigote, con cara de bobo o de bamby: ya se las arreglarán ellos con los medios a su favor para mover los hilos.
Eso se lo manifiestan los mismos oyentes, lectores o televidentes. Escuchas una opinión y dice "Muchas gracias, Sr. Gabilondo, es usted la razón de mi vida". Cada día, cuando les escucho por las mañanas, escucho a gente que afirma poner el despertador a las seis de la mañana para seguirlos. Otro grupo de personas dicen que, como su emisora nueva no se coge en todas partes, nos hemos reunido un grupo de señoras mayores y nos hemos comprado un ordenador, pues así podemos escuchar mejor el programa en cuestión (y han tenido que aprender a manejar al menos el raton). Esto es sólo una pequeña prueba "de andar por casa" para explicar y dejar claro hasta donde influye la prensa en las personas.
Os habéis dado cuenta de que hasta la emisión de las películas está completamente dirigida y orquestada, según el momento y las circunstancias (y no me refiero a las que emiten en Navidad o Semana Santa, que siempre son las mismas y repetidas, sino a las de un día cualquiera). De los temas de cotilleo no puedo opinar porque no los veo, pero por lo que escucho en la calle, en la peluquería o en la misma radio cuando también hablan de ellos, es más de lo mismo.
Mi conclusión es que, si a nivel de gente de la calle son capaces de influir, si lo trasladamos a las altas esferas la situación sería igual o peor porque no nocesariamente la gente que está arriba es la más inteligente, pero sí la más rastrera. ¡QUE DIOS REPARTA SUERTE!
LA PRENSA: EL CUARTO PODER
En clase se dijo que la prensa es el cuarto poder; yo opino que va antes, que su importancia es mayor, y voy a tratar de demostrarlo
Mi medio de comunicacion preferido es la radio, en especial para informarme y recabar opiniones diversas que con mucha frecuencia coinciden con lo que yo ya he pensado, sobre acontecimientos puntuales. Eso me hace pensar que no soy tan tonta o inútil como creía.
Y, al mismo tiempo, me asusta porque no sé hasta que punto juegan con mi cabeza y con la de los demás, que a nivel de casa puede pasar, pero ¿y si es lo mismo a nivel nacional, o incluso internacionalmente? Y, lo que es peor, se aferrarán quienes deciden qué hay que saber y comunicar a una sola idea y la llevarán a cabo caiga quien caiga? La pregunta es obvia: ¿quién mueve esoshilos?, ¿Los partidos?, ¿Los estados? Yo estoy segura de que alguien más fuerte que todos ellos juntos y que, sin que nos demos cuenta, cambia hasta los Gobiernos cuando le conviene, cuando piensa que unos ya han llegado demasiado lejos y les toca a los otros, estén o no preparados (que mas da), con bigote, con cara de bobo o de bamby: ya se las arreglarán ellos con los medios a su favor para mover los hilos.
Eso se lo manifiestan los mismos oyentes, lectores o televidentes. Escuchas una opinión y dice "Muchas gracias, Sr. Gabilondo, es usted la razón de mi vida". Cada día, cuando les escucho por las mañanas, escucho a gente que afirma poner el despertador a las seis de la mañana para seguirlos. Otro grupo de personas dicen que, como su emisora nueva no se coge en todas partes, nos hemos reunido un grupo de señoras mayores y nos hemos comprado un ordenador, pues así podemos escuchar mejor el programa en cuestión (y han tenido que aprender a manejar al menos el raton). Esto es sólo una pequeña prueba "de andar por casa" para explicar y dejar claro hasta donde influye la prensa en las personas.
Os habéis dado cuenta de que hasta la emisión de las películas está completamente dirigida y orquestada, según el momento y las circunstancias (y no me refiero a las que emiten en Navidad o Semana Santa, que siempre son las mismas y repetidas, sino a las de un día cualquiera). De los temas de cotilleo no puedo opinar porque no los veo, pero por lo que escucho en la calle, en la peluquería o en la misma radio cuando también hablan de ellos, es más de lo mismo.
Mi conclusión es que, si a nivel de gente de la calle son capaces de influir, si lo trasladamos a las altas esferas la situación sería igual o peor porque no nocesariamente la gente que está arriba es la más inteligente, pero sí la más rastrera. ¡QUE DIOS REPARTA SUERTE!
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