domingo, 8 de noviembre de 2009

CONFIANDO EN ROBERTO

Muy interesante texto, diferente en su enfoque.


CONFIANDO EN ROBERTO

Ya estábamos a finales de abril pero todavía hacia frío. A las ocho de la tarde los poco más de cincuenta vecinos de Peñasaltas, cuya edad media rondaría los setenta años, estaban en sus casas preparándose para la cena. El pueblo era pintoresco, pero incómodo. Un castillo en la cima de la montaña y un centenar de casas apiñadas en la ladera, de las que en invierno quedaban abiertas veinticinco y en verano unas pocas más. Ya no había fonda, ni tienda, ni horno, ni bar. Desde que cerraron también la oficina que la Caja Provincial tenía en el pueblo, Roberto, el hijo pequeño del dueño de la fonda, recorría todos los días los doce kilómetros que le separaban de Peñasbajas, el pueblo donde estaba la oficina más cercana de la Caja Provincial, para ir a trabajar.

Roberto, treinta y cinco años, soltero, vivía en casa de sus padres y hacia de recadero para muchos de los vecinos del pueblo. El se encargaba de comprarles las medicinas, alguna revista, alguna vez algo del súper, pero sobre todo de cobrarles las pensiones, actualizarles las cartillas o renovarles los plazos fijos. Todos confiaban en Roberto, el de la fonda.

Pero desde hacia dos largos años a Roberto el pueblo se le quedaba pequeño. Las vacaciones en Santo Domingo marcaron un antes y un después en su vida y desde entonces soñaba con las transparentes aguas caribeñas y con Jenny, la mulata de carnes duras y dulces palabras, culpable de las excesivas facturas del móvil.

- Madre, este fin de semana no vendré. Antonio celebra la despedida de soltero y nos quedamos en su casa.

El viernes por la mañana Roberto salió como siempre de casa a las siete y media , pero esta vez llevaba una maleta con algo de ropa y las cancelaciones firmadas de los plazos fijos de Jenaro el rullo y Alfredo el de la plaza. Y el lunes por la mañana, mientras en Peñasaltas seguía haciendo frío, Roberto, el buen chico a quien todos confiaban su dinero en el pueblo, habia decidido cambiar la confianza de sus vecinos por doce mil euros y refrescarse, con Jenny, en las transparentes aguas del Caribe.

PD

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