domingo, 8 de noviembre de 2009

Salto al vacío

Texto muy original, con un inicio muy llamativo.

LA CONFIANZA

Cuando un cantante de heavy metal se lanza desde el escenario encima del público es porque confía en ellos y espera que no se aparten. El mismo proceso mental aparece en la niña de 4 añitos que confía en que su papá lo sabe y lo arregla todo, todo, todo. Pero, ¿qué sucede cuando se descubre que tu papá no es infalible o aparecen las dudas respecto si existe o no existe la otra vida? Cuando te das cuenta de que el argumento de autoridad puede ser un auténtico camelo, aparece la desconfianza.

Nuestra lengua – y las demás - abunda en expresiones referidas a la confianza. Pero depende de si es un inferior quien afirma: “No le tengo bastante confianza (a ese médico)” ; o si es un superior quien asevera: “Goza de toda mi confianza”. También varía la situación si se habla de un grupo: “Confío en que lo harán bien”. O, por el contrario, se habla a título individual: “No me inspira confianza”, “No es de fiar”.

De acuerdo con algunas investigaciones, las personas que confían en los demás de una manera positiva son más longevas. Lo que sí es cierto es que hay dos tipos de personas con dos actitudes diferentes: los que confían en la gente y los que desconfían de los demás. Para éstos, Hobbes tenía razón y las personas son como lobos. Los del grupo contrario se creen en el mejor de los mundos como Émile de Rousseau. Aquellos te aconsejan no fiarte ni de tu padre y para los otros "tó er mundo é bueno".

A la vista de las dos principales controversias de estos días, la crisis de confianza en los mercados y la economía y el asunto de la corrupción y las diferentes interpretaciones por parte de partidos, medios de comunicación, tribunales y demás, el ciudadano ordinario tiene que optar por una de las dos posturas y debe elegir con cuidado pues se juega en ello su dinero.

SRG

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