jueves, 7 de junio de 2012

¡ASÍ ES LA VIDA!

Estaba tomando el sol, sentado en un banco del parque, con las piernas extendidas y los ojos cerrados. Oyó unos pasos que se acercaban acompañados del ligero ruido originado por un bastón que, describiendo arcos de círculo, tanteaba el terreno en busca de algún obstáculo. La vara le rozó un pié.

      Perdone oyó que le decía.

      No se preocupe le contestó.

      ¿Le molesta si me siento?

      Faltaría más; siéntese, por favor.

     El recién llegado se sentó. Tenía ganas de hablar:

      Hace un tiempo estupendo para estar al aire libre. Acabo de dar un buen paseo. Yo soy ciego, como habrá visto. La diabetes tiene la culpa. Toda la vida haciendo planes para cuando me jubilara, y ¡ya ve! se ha ido casi todo al garete.

      — ¡Así es la vida!

    El reloj de una iglesia cercana dio las dos.

      ¡Cómo pasa el tiempo! Siento tener que dejarle, pero me esperan el plato de verdura y el trozo de carne o de pescado asados; mi mujer lleva a rajatabla lo de mi dieta. Lo que ella no sabe es que cada mañana, cuando salgo, me como una tartita de manzana o un pastelito de crema. Los dulces son mi debilidad. ¿Le importaría decirme si llevo alguna migaja en la ropa? No quiero que me eche una bronca cuando llegue a casa.

      No le veo ninguna.

      Gracias. A ver si coincidimos otro día y chachareamos un buen rato.

      Tendré mucho gusto. ¡Vaya Vd. con Dios!

    Oyó como se alejaban los pasos y el bastón. Dejó pasar un par de minutos y él también se levantó. Soltó una carcajada y se dirigió, en dirección contraria, hacia su casa blandiendo la blanca vara telescópica con la que reconocía el terreno que sus ojos no podían ver.





Manuel Cabero Garrido (1ºB)

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