Hay momentos en los que me pasaría horas
disfrutando, observando los ojos de las personas a las que quiero o rememorando el paisaje de
los verdes ondulantes de Galicia en
verano. Me vestiría un vaquero, un jersey oscuro, suave y desgastado, una
camiseta de algodón blanca y unos zapatos planos para recorrer el mundo... lo
tengo claro. Pero a mi alrededor se alza siempre, sigilosa o escandalosa, la
tentación del cambio.
Y es que una de las características de nuestra época
es que las posibilidades de elegir cómo, dónde y con quién queremos pasar el
resto de nuestras vidas se ha disparado. Apenas nos fijamos en ello, porque
estamos convencidos de que el progreso significa que en los supermercados, los
cines, las librerías, los centros comerciales, los restaurantes, las tiendas e
incluso en nuestra vida sentimental, más es mejor.
¿ Realmente la
oferta ilimitada nos hace más felices?
EGA
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