jueves, 14 de junio de 2012

LOS LAVADEROS DE MI PUEBLO


Este martes fui a una exposición de fotografía en la antigua cárcel del Ayuntamiento de Cabanes. En ella se mostraban monumentos como el arco romano, el castillo de Miravet, la iglesia fortaleza… También había expuestas otras fotografías de lugares emblemáticos, que en su día fueron importantes. A mí me llamaron la atención los viejos lavaderos que tantos recuerdos me traían de mi infancia.
No sé si fue por el lugar en el que me encontraba, pero empezaron a fluir en mi mente recuerdos de mi niñez. Aquel viejo lavadero, antes siempre lleno de gente, era el sitio perfecto para el cotilleo y para ponerte al día de todo lo que acontecía en el pueblo, a la vez que se hacia la colada. Recuerdo cuando mi tata Teresa me llevaba todos los días: el bullicio de las mujeres, todas hablando a la vez y también discutiendo por ocupar un buen lugar, pues dependiendo del tipo de ropa que ibas a lavar ocupabas un lugar u otro. 
Era curioso observar cómo se miraban unas a otras para ver cómo era su ropa: si era nueva, si estaba muy sucia, si sus sabanas estaban remendadas, e incluso el jabón que usaban, pues dependiendo del estatus el jabón podía ser casero (hecho con residuos de aceite usado y sosa caustica) o pasar al famoso jabón Lagarto. Eso era ya "lo más de lo más". La famosa pastilla se depositaba encima del lavadero a la vista de todas las posibles miradas. Con mucho mimo se ponía debajo de ella una toalla o cualquier otra prenda para evitar que resbalara y cayese al fondo del lavadero, pues "menuda tragedia” hubiera sucedido si desaparecía el jabón.
Luego se pasaba a otro ritual; una vez lavada la ropa, ibas al siguiente lavadero, donde el agua estaba limpia y cristalina. Era allí donde se volvía a enjuagar toda la ropa, prenda por prenda, hasta que no quedara ni una gota de jabón.

Fueron tantos los recuerdos de una buena y feliz infancia que hoy siento no poderlos compartir contigo, pues el alzheimer te lo arrebató todo. Pensándolo bien, no todo. Mi cariño, los buenos momentos y todo lo que aprendí de ti en esos viejos lavaderos no se puede borrar jamás.

Adela

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