Una
vez más, como cada mañana, Paul oyó el desagradable sonido de un timbrazo. Sólo pudo emitir un sonido ininteligible al
tiempo que de un manotazo hacía callar al despertador. La pasada noche se había acostado tarde
después de trabajar preparando la campaña de marketing para su compañía la cual
debía presentar horas mas tarde.
Paul
se sentía agobiado y estresado y su paz interior era muy incierta. Reconocía
que era muy estimado en la compañía y que el presidente reconocía la eficacia y
brillantez de su trabajo. No obstante,
hacía ya un tiempo, había solicitado una excedencia de seis meses que el
presidente le había concedido a regañadientes, pero quedando claro que debía
volver. Era el tiempo que se había
fijado para escribir una novela, su gran sueño.
Este
pensamiento ayudó a Paul a levantarse. Era su último trabajo y eso le estimulaba. Con el aplomo y seguridad del que siempre
hacía gala, Paul presentó brillantemente su campaña de marketing, siendo elogiado
efusivamente por el presidente, quien le invitó a tomar el almuerzo en el
restaurant de moda de Manhattan. Ya en
los postres el presidente le sorprendió con el obsequio de un reloj de pulsera
en oro y la promesa de que a su vuelta sería nombrado subdirector de la
compañía.
A
la mañana siguiente Paul tomó el avión que le llevaría hasta una pequeña y
perdida isla del Caribe, donde, ya a la mañana siguiente comenzaría su novela
que tenía muy definida en su mente, comenzando asi :
“A veces me
vuelven los recuerdos de pálidos atardeceres azules. Recuerdos por la emoción de vivir, de
sentir, de amar. Cada día, al caer la tarde, me acercaba a un
viejo embarcadero de madera, casi abandonado y cercano al bungalow donde vivía.
Allí sentado, veía lentamente apagarse
las últimas luces del día. Nunca he
hablado tanto con el Universo como entonces y en este lugar. Veía como el cielo estallaba de colores más y
más intensos y lentamente la luz desaparecía.
Era entonces cuando resonaban en mi alma
rebelde e inconformista palabras como Espacio, Libertad, Belleza, Amor… Todo aquello que añoras cuando no logras
alcanzarlo y que aquí, en mi viejo embarcadero de madera, lo encuentro con sólo
dejarme llevar.
Nunca he sentido tanto la belleza y la
paz interior como en este lugar, con la mar a mis pies y un sublime atardecer con el horizonte allá lejano.
Era, en esos momentos, cuando necesitaba
tenerte sentada junto a mi y compartir contigo esos silencios sublimes y
grandiosos, contemplando el encuentro mágico entre el día y la noche. ¡Serían bellos momentos para mirarte a los
ojos y sentir tus labios en un abrazo sin fin! “
Al
terminar este párrafo Paul dejó escapar unas lágrimas, recordando, con
tristeza, el desgraciado accidente que acabó con la vida de Noelí. Sólo en ese momento supo que finalmente
había conseguido encontrar la paz interior que tanto perseguía. Se prometió a sí mismo que siempre quedarían
los bellos momentos vividos en su compañía …
Pablo
Cañas Anda
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