lunes, 18 de junio de 2012

JUEGOS DE MI ÉPOCA


JUEGOS DE MI ÉPOCA

Quiero en estos momentos apartar de mi mente todo lo que veo y escucho a diario; guerras, política, hambre, enfermedades, falta de trabajo, violencia, sea del tipo que sea; olvidarme de la cantidad de codicia que existe en el mundo y que deriva en actuaciones ilícitas por parte de personas que aparentemente merecen toda nuestra confianza y que, lamentablemente, nos han defraudado. 

Necesito pensar en algo fresco y, reflexionando sobre qué tema escoger para desarrollar el trabajo del taller de escritura, se me ha ocurrido que sería bonito recordar tiempos pasados cuando jugábamos en la calle, aprendíamos a ir en bicicleta también en cualquier calle y, aunque muchas veces llegábamos a casa con las rodillas peladas de tantas caídas que teníamos, tenía su encanto; bueno, siempre llegaba a casa alguno con un chichón en la cabeza o algo peor si le alcanzaba alguna piedra de las que a veces salían disparadas por batallitas.

Voy a hablar de juegos de 50 años atrás, aunque seguramente algunos todavía se practiquen en la actualidad, pero hace 50 años se jugaba en la calle, lugar ahora privativo. Claro, jugábamos en la calle porque no teníamos televisor, y en algunas casas ni siquiera radio, y desde luego ni ordenador, ni teléfonos móviles. Como sea que se contaba con medios muy escasos, funcionaba bastante la imaginación y por las tardes, después del colegio, cogíamos el bocadillo de la merienda y ¡a jugar a la calle! Teníamos amigos del barrio en el que vivíamos y formábamos grupos. Los fines de semana, (bueno, los domingos, porque entonces no habíamos inventado aún "la semana inglesa”), íbamos al cine, en sesión continua; esto quiere decir que se proyectaban dos películas y no paraban: empezaba una, después el No-Do, (revista cinematográfica del momento) y a continuación la segunda película y así sucesivamente. Los más mayores se dedicaban a  pasear “arriba y abajo” por la calle Enmedio y los más privilegiados podían ir a bailar a casa de algún amigo con el consabido “picú”. Hemos evolucionado muchísimo, afortunadamente, pero ni que decir tiene que aquellos tiempos tuvieron su hechizo.

En la época de la que hablo nos enseñaban que tanto en la escuela, como en los juegos y hasta en la Iglesia, los hombres tenían que estar separados de las mujeres, pero aún así participábamos juntos de algunos de ellos, como por ejemplo:

La comba. A los chicos les gustaba este juego, pero no conocí a ninguno que se le diera bien; cuando querían entrar en la comba daban unos saltos horrorosos, de manera que al final siempre quedábamos las chicas.

Las chapas.  En este juego se dibujaba un circuito en el suelo y cada jugador debía desplazar su chapa por este circuito tirando alternativamente.

Churro. Todos los que vais a leer esto seguro que os acordáis de la famosa frase de: ¿Churro, mediamanga o mangotero, cuál es el primero? Este juego era muy de chicos, pero yo recuerdo haber participado alguna vez. 

El patio de mi casa. La famosa canción de “estirar, estirar que el demonio va a pasar”, “chocolate, molinillo, corre corre, que te pillo” y “disimular que soy una cojita”. ¡Qué fresco!, y qué bonito.

¿Os acordáis del bote? Como jugábamos en la calle  podíamos escondernos en cualquier sitio. Únicamente necesitábamos un bote vacío. ¡bote, bote! y a esconderse rápido para que no te pillara el que llevaba el bote.

Las chicas teníamos juegos preferidos como las chinitas, que se trataba de buscar unas piedrecitas, no recuerdo si eran cinco ó seis, lo más iguales y más finas posibles. Se tiraban y luego, con una mano, se iban recogiendo, tirando una al aire mientras con la misma mano se recogía la que estaba en el suelo y así hasta que no se te caía ninguna y tenías la mano llena.
Podría enumerar un sinfín de juegos de esos maravillosos años, pero los que más recuerdo son: tirar de la soga, el pañuelo, ¿dónde están las llaves?, el escondite, el sambori, a la sillita de la reina, a rescatar, pies quietos, el boli, a la gallinita ciega, el aro, pase misí, la carretilla, un dos tres pared ………………..
Como decía al principio, siempre es agradable recordar tiempos pasados, aunque con nostalgia y a la vez con cariño. Ahora, al igual que hicieron nuestros padres y abuelos contándonos sus historias, penosas desgraciadamente porque atravesaron tiempos muy difíciles, nosotros podemos explicar a nuestros nietos lo bien que lo pasábamos en nuestra adolescencia, porque, aunque no disponíamos de todas las ventajas tecnológicas que tienen ellos ahora, también fue muy bonito disfrutar de nuestra ciudad al máximo y hacer carreras de patines y bicicletas por las calles de Castellón.

RMR

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