jueves, 7 de junio de 2012

¿SE PUEDE VIVIR SIN TECLAS Y BOTONES?

¿Alguna vez nos hemos parado a contar cuántos botones o teclas pulsamos al final de cada día?  Son incalculables. Sigan leyendo y verán.

Si trabaja en cualquier sitio, y tiene que usar el despertador para levantarse, lo primero que hace después de despertase y frotarse los ojos es apretar el botón para que éste deje de sonar. Acto seguido se dirige al cuarto de baño, y si aún no es día claro, apretará el interruptor de la luz que suele ser otro botón. Para calentase la leche y el café, tiene que encender la cocina, que también suele ser por medio de botones, o bien girándolos o apretándolos. Si durante la noche ha tenido el móvil apagado, para dormir sin llamadas inoportunas, lo volverá a encender para seguir el cotidiano contacto; también lo hará a través de un botón o tecla. Y si está a solas, ¿por qué desayunar en silencio? Aprieta el botón del mando de la tele o de la mini cadena, y el desayuno le sabe mejor oyendo música o las noticias; aunque los medios de comunicación den pocas agradables.

Sale de casa. Si vive en un piso con ascensor tendrá que pulsar dos botones: el de llamada y el de bajada. Una vez en la calle o en el aparcamiento de coches, y antes de subir a su vehículo, tendrá que apretar el botón de la llave de éste para que se pueda abrir. Una vez dentro, pulsará de forma continua varios botones que, según en la época en que se encuentre, pueden ser: el del aire acondicionado, el de bajar las ventanillas; otro para poner la radio, sujetar el cinturón de seguridad, y poner el coche en marcha. Cuando llegue a su destino, hará lo mismo, pero a la inversa. Según el trabajo que desempeñe pulsará más o menos botones o teclas (lo hará aunque sea barrendero, pues hoy en día ya hay hasta contenedores que se abren automáticamente, y si no lo hay pronto los habrá). Aunque sea cuidadora tendrá que apretar los botones de las sillas eléctricas de quienes no puedan hacerlo, o el botón de la grúa, si es automática. No hablemos ya si trabaja en una oficina; tiene que pulsar botones y teclas a mansalva: ordenadores, impresoras, teléfonos, etc. Si es discapacitado, y afortunadamente posee silla eléctrica, ¿ha pensado cuántas veces pulsa al cabo del día los botones del mando de su silla? La técnica facilita la actividad a gran parte de este colectivo; pero ella también tiene sus lagunas, que esperemos que mejoren con el paso del tiempo y cree nuevos descubrimientos; aunque no dudamos que éstos también funcionarán a base de teclas o botones, ¡Es lo lógico en esta era!

Ahora, amigo lector, si se solidariza con lo que termina de leer y tiene paciencia, cuente las letras que tiene este artículo, y sabrá cuantas veces he pulsado las teclas, incluyendo los espacios para hacer este artículo. Y es que la vida hoy en día, sin teclas y botones, no es vida.

                                                        
JACO

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