Desde muy pequeña siempre ha
habido un lugar destinado en el sótano de mi casa para ellas. Recuerdo a las
personas que venían preguntando por el taller de bicicletas y las dejaban para
su reparación. Cuando se las llevaban, totalmente arregladas y limpias, había una
gran diferencia a como las traían.
También las realizó para mí
y mis hijos; nos las hacía a nuestro
gusto, de paseo, montaña, mixtas. Eran como de la familia y les poníamos incluso nombre: Verano
azul, Nancy, Pink... Otras las conocíamos por su marca:
BH, Orbea, etc.
Siempre tenía en su taller
piezas que a nosotros nos parecían trastos, pero él con delicadeza, paciencia y
amor, combinándolas con otras nuevas o usadas, les daba un encanto personal y
distinto a las que se vendían.
Aún mantenemos y usamos
algunas de aquellas bicicletas que, a pesar del tiempo transcurrido siguen estando
perfectas, pues eran de buena calidad y realizadas con esmero y cariño: nada
que ver con algunas de las que se venden en los grandes almacenes. También era punto de reunión
de personas de su edad y entorno, generándose entre ellos grandes amigos.
Sé que desde el cielo verá
la puerta de su taller cerrada, pero
dentro comprobará contento como todos los recuerdos que nos dejó siguen
estando como cuando él los cuidaba y mimaba, siendo para nosotros los regalos más preciados que tenemos, pues
sabemos el cariño que les profesaba a “sus bicicletas”.
Te quiero papá.
Tu hija
No hay comentarios:
Publicar un comentario