Siempre
me han impresionado mucho los terremotos, ese fenómeno llamado natural en el
cual, al temblar y resquebrajarse la tierra, provoca en la mayoría de ocasiones catástrofes
irreparables. Sin
duda, la pérdida de vidas humanas es lo más lamentable de estos sustos con los
que de vez en cuando nos sorprende nuestro planeta.
Últimamente se han producido en el norte de Italia, en la
región de Emilia Romagna, a la cual pertenecen, entre otras, ciudades tan importantes
y conocidas como Milán, Bolonia o Módena. Varios seísmos eligieron en esta
ocasión una zona de gran valor artístico, destruyendo y dañando a su paso edificios
históricos importantes del patrimonio italiano.
Hace ahora un año en España también tuvimos un terremoto en
la ciudad de Lorca, el cual dejó fallecidos y secuelas importantes a su paso,
daños que en algunos casos todavía están pendientes de solución. A lo largo de
la historia en España se han sufrido sacudidas de distintas magnitudes, como
ejemplo podemos destacar el que sorprendió a la ciudad de Arenas del Rey
(Granada) un 25 de diciembre de 1884, dejando 839 muertos y 4.400 edificios
totalmente destruidos.
Me
pongo en el lugar de las personas que lo sufren y me horrorizo; debe ser espantoso
perder a seres queridos aplastados entre los escombros, ver destruida tu casa,
tu ciudad, todo lo que con tanto sacrificio has ido forjando a lo largo de tu
vida.
Al
igual que los huracanes, las inundaciones, los corrimientos de tierras y un etcétera
de catástrofes naturales, los terremotos nos indican que la tierra está viva y
en un constante movimiento. Se trata de peligros inesperados de los cuales el
hombre, a pesar del control que cree ejercer sobre el mundo, nunca podrá estar
a salvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario